Cervantes y el coloquio de los perros

Miguel de Cervantes Saavedra escribiendo El coloquio de los perros
El mundo se ha quedado con  El Quijote y se pierde la lectura de  esta joya que Miguel de Cervantes Saavedra llamó   Novelas Ejemplares. Al decir de su autor, son las primeras que se escriben en castellano,  además “algún misterio tienen escondido que las levanta”. El 14 de julio de 1613  hizo su dedicatoria de la misma a don Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, de Andrade y de Villalba, etc. Son propiamente novelas cortas o cuentos largos. De los 12 relatos de que se compone la obra  hay uno que se convierte en dos. Se llama El casamiento engañoso y de aquí deriva El coloquio de los perros.

En El Quijote se persigue  la utopía y en Novelas se señalan llagas de la sociedad. Esto no gusta a nadie, menos a los autores de las llagas. Por eso se siente uno a gusto cabalgando en la utopía. Tal vez sea por eso…Es probable que a este velo de la fantasía,que nos esconde o aleja de la realidad,se refiera Schopenhauer cuando recomienda leer el Gil Blas y las obras de Le Sage y no el Quijote: "Don Quijote es una demostración definitiva del vicio a que aludimos"

Cervantes no se aparta del modo de la literatura árabe que frecuentó cuando estuvo preso en Argel y de lo que leyó en Las Mil y Una Noche. Por ejemplo, alguien cuenta la historia de su vida a siete árabes bajo la palmera del oasis y en seguida cada uno de ellos también relata la suya.
En El Casamiento fingido el Alférez Campuzano cuenta a Peralta los sinsabores de su casamiento con Estefanía de Caicedo. En un momento Campuzano da a su amigo algo para leer y es el Coloquio que tuvo lugar  entre dos perros llamados uno Berganza y el otro Cipión. A su vez cada  perro contará las andanzas  que cada uno ha vivido. Y de esa manera también, como en Las Mil y Una Noche, se van encadenando deliciosamente las historias.

Berganza cuenta a su compañero  Cipión, las andanzas que  ha vivido. En una ocasión fue perro de un carnicero que trabajaba en el matadero de la Puerta de la Carne, en Sevilla. Los carniceros llegaban temprano para apartar lo mejor de la carne. Sus amigas esperaban afuera y de manera subrepticia se la entregaban. El carácter de los carniceros era tal que “estos jiferos con la misma facilidad matan a un hombre que a una vaca”.

Tan entusiasmado está Berganza en su relato que olvida que es perro sin razón. Como le sucedió a Sancho Panza en la segunda parte del Quijote, sin darse cuenta ya está hablando como humano ilustrado. A tal punto que Cipión le recuerda: “Mírate a los pies y desharás la rueda, Berganza. Quiero decir que mires que eres un animal que carece de razón”. Pero Berganza insiste: “Eso fuera así si yo estuviera en mi primera ignorancia…no sólo no me maravillo de lo que hablo, pero espántome de lo que dejo de hablar...Yo veo en mí que, con ser un animal como soy, a cuatro razones que digo me acuden palabras a la lengua como mosquitos al vino”.

Después fue perro ovejero. Era muy diligente cuando los pastores daban la voz de alarma contra la presencia del lobo. Berganza salía antes que todos los perros y buscaba al lobo. Nunca lo encontraba pero al regreso siempre había una o dos ovejas destrozadas por el lobo. Llegaba el dueño del rebaño y los pastores le echaban la culpa a la indolencia de los perros. En otra situación de alarma no se lanzó en busca del lobo sino que se quedó escondido cerca del rebaño. Sólo para presenciar que eran los pastores los que mataban a los borregos para robar al dueño, llevarse la carne y culpara los perros.

El perro Berganza siempre regresaba a Sevilla: “Volvíme a Sevilla, como dije, que es amparo de pobres y refugio de desechados; que en su grandeza no sólo caben los pequeños, pero no se echan de ver los grandes”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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