El Popol Vuh y la epopeya cultural

El Popol Vuh es el libro maya de la creación del Universo, de la Tierra, de la Humanidad. Pero también es el libro del arrepentimiento de los dioses ante tan magnífica obra…Todo  fue tan bien hecho que un día  amenazó volverse contra los mismos creadores…

Decir mayas es decir olmecas y decir olmecas es referirse al chispazo original (independiente de los chispazos de otros continentes) de la mitología, religión, ciencia,  escultura, pintura, matemáticas, arquitectura y deporte. Un deporte que, a petición del vencedor, se ganaba para tener el privilegio de pedir  morir… Ya nada más por este dato el lector occidentalizado debe estar dispuesto a encontrar en esta lectura lo extraordinario.

 Los germanos, los babilonios, los árabes, los judíos, los hindús, los peruanos, escribieron su Biblia. El pensamiento maya también lo hizo. Durante milenios los humanos vivieron bajo la palabra del Popol Vuh.

Tal conducta no murió con la conquista del siglo dieciséis. Su lengua sigue  oficial en Yucatán y, por ende, su pensamiento continúa vivo, aunque también se hable y se piense en europeo.

Los pueblos que no hablan su lengua autóctona, como en el caso de México, conservan su intuición original, esencial, que va más allá de la percepción fenomenológica del lenguaje.

Lo que hacen es expresar su mitología en el nuevo modo.

 El sureste de México,  la república de Guatemala, principalmente, y de hecho toda el centro de América, es el horizonte geográfico donde los dioses quichés y los hombres construyeron tan deslumbrante proeza cultural.
Que tengan memoria, ciencia y cultura
Parte del área maya,arriba, norte, queda Yucatán.
Tomado de National Geographic, diciembre 1975

Se cree que fue Diego Reynoso quien lo escribió en caracteres latinos en el siglo dieciséis. El escrito anduvo  por ahí, casi perdido o celosamente guardado en las bibliotecas de los conventos católicos. Sería fray Francisco Ximenez quien lo descubrió al comenzar el siglo dieciocho. Este sacerdote dominico fue el que lo tradujo al español. A mediados del siglo diecinueve Carl Scherzer lo dio a conocer en alemán y  el abate Carlos Esteban Brasseur en Francés. Fue Brasseur quien  llamó a este escrito: Popol Vuh. Se han hecho desde entonces encomiables  esfuerzos  por traducir (y publicar) el Popol Vuh. Y se destaca la traducción del francés Georges Raynaud. En algunas ediciones  se le conoce como El Libro del consejo.

En el Popol Vuh la humanidad empieza mediante la teoría creacionista y le sigue la teoría evolucionista: “He aquí los nombres de los primeros hombres que fueron construidos, que fueron formados…”Los dioses del Quiché fueron la primera causa. Como diría Aristóteles, “el primer motor”.Los dioses hicieron varios experimentos. Unas veces salieron gentes de madera y otras salieron monos. Por fin: “Tuvieron apariencia humana, y hombres fueron. Hablaron, dijeron, vieron, oyeron, anduvieron, asieron. Hombres buenos, hermosos en apariencia, su apariencia: rostros de Varones. La memoria fue, existió”.

Después los hombres buscaron la manera de eliminar a otros grupos de hombres o prevalecer sobre ellos. Unas veces haciendo más oraciones que los otros para ganarse el favor de los inmortales. Como ahora hacen los boxeadores o los futbolistas que en México le rezan a Coatlicue- Tonantzin-Guadalupe, para que les permita desbaratar al contrario. Otras veces, como hacían los aztecas, rezaban a Tezcatlipoca de esta manera para que los protegiera de sus enemigos: “Señor, vuélvelos borrachos”.
Que sean borrachos, sedentarios y gordos

Y cuando los hombres por fin fueron más fuertes que otros hombres y los dominaron y construyeron, con su tributo y prisioneros, grandes imperios y enormes y bellas pirámides, esculturas, exactos calendarios e hicieron tablas matemáticas astronómicas para los próximos diez mil años …(ver en este mismo blog el libro del Pensamiento Matemático y Astronómico en el México Precolombino, de Guillermo Garcés Contreras).

Entonces pensaron que, ellos, los hombres, podían ser más grandes que los dioses…Siguió la pregunta: “¿Se igualarían a aquellos que los han hecho, a aquellos cuya ciencia se extiende lejos, a aquellos que todo lo ven?”

Todo esto, y más, se encuentra en el Popol Vuh.



Entonces los dioses del Quiché se reunieron y, en la asamblea,  uno de ellos dijo:
 “¿Cómo obraremos ahora para con ellos?”.

Tal vez los dioses del Quiché hayan agarrado algunas de las ideas de sus, en otro tiempo suplicantes creaturas: “Vuélvelos borrachos”.

Esta sentencia de los dioses del Quiché también se cumplió.El 24 de septiembre del 2010 el Secretario de Salud, Dr. Córdoba Villalobos,  dijo en conferencia rediofónica con Sergio Sarmiento que México es el primer lugar en el mundo de mujeres con sobrepeso y el segundo en hombres después de Estados Unidos.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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