Epicteto vs Consumismo

El asunto que persigue este pensador es la libertad

Perder la libertad es, muchas a veces, cuestión del propio individuo. Por eso Epicteto es enfático cuando dice: “Conviene que cuides solamente de ser libre, en esto se han de encaminar todas tus pretensiones”. El tema se maneja en el terreno de los deseos o las aversiones: “Deberás, ante todo, vigilar tus deseos, porque de nuestros deseos o de nuestras aversiones dependen la dificultades”. ¿Cuantos millones de humanos, que en este día llenan las cárceles, estarían dispuestos  a suscribir tales palabras de Epicteto?

A Epicteto siempre lo pondrá de moda, o mejor dicho, nunca lo dejará pasar de moda, la báscula donde nos pesamos. México es, en el primer tercio del siglo veintiuno, a nivel mundial, no sólo continental, el país que ocupa el primer lugar de gordos y obesos. Se preguntará  ¿esto qué tiene que ver con Epicteto? Epicteto es del estoicismo. Y, se recordará, el estoicismo es el reverso del sedentarismo, en la actualidad muy cercana al consumismo.

Para los que sienten mucho apego por las cosas materiales, y aun por las afectivas, dice que ciertamente es necesario gozarlas pero que más vale tenerlas por extrañas: “No haciendo más caso de ellas que el caminante hace de las posadas en que se aloja”. Este pensador “vivía sin mujer, sin familia, desprovisto de toda suerte de comodidades, en una casita tan pobre y tan desnuda, que no había necesidad de cerrar la puerta. No habrían encontrado en ella los ladrones más que un camastro y la lámpara”.

Creía en los dioses y por tanto en cierto determinismo: “ Acuérdate que conviene, que representes la parte que te ha querido dar el autor de la comedia..A ti te toca el representarlo y al autor el de escogértele”.
Este pensador, que se cuenta entre los grandes maestros del Pórtico o de la Stoa, sostiene que el despojarse de las cosas no es un fin sino un medio de liberación. Podrán comprender en todo su sentido  este pensamiento los que han logrado dejar de fumar, por ejemplo. O de beber consuetudinariamente licor o ganarle kilos a la báscula. El fin terapéutico inmediato era alcanzar ese logro en beneficio de la salud corporal. Pero la verdadera batalla se libró en el terreno subjetivo, el de la propensión o deseo. Vencido éste, se alcanzó la libertad.En una de sus novelas, un personaje de Enrique Jardiel Poncela exclama: "¡Victoria, cantemos victoria, me dejó mi mujer!". Y seguramente la mujer, que por lo visto era la que había tomado la iniciativa, estaría más jubilosa.

Y en lo afectivo es implacable por realista: “si amas a tu hijo o a tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio te librarás  del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate”.

Epicteto nació en el año 55 en Hierápolis de Frigia (actualmente Pamukkale, en el sudoeste de Turquía), a unos 6 km. al norte de Laodicea. Aún en su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como esclavo del emperador Nerón; a instancias de Epafrodito, estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo.. La fama de Epicteto fue grande, mereciendo —según Orígenes— más respeto en vida del que había gozado Platón.
Epicteto fundó su escuela en Nicópolis, a la que se dedicó plenamente, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Fue su discípulo Flavio Arriano el que redactó las notas  que tomara mientras escuchaba a su maestro. La obra se llamó el Equiridión o Manual de Epicteto. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos; se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía en la tradición de la Stoa, lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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