Ibsen, Un enemigo del pueblo

Una comunidad fuerte por medio del conocimiento:Ibsen
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La obra de Enrique Ibsen toca los grandes temas de la humanidad. Los presenta bajo el esquema de una sencilla escena domestica. Un enemigo del pueblo nos invita a meditar de qué manera se deja de creer en la democracia y en la comunidad. Cómo se puede caer en el escepticismo hasta actitudes individualistas contrarias al grupo. Estudiando los mecanismos de la dictadura, más que los de la democracia, quizá encontraríamos que aquella aparece cuando ésta entra en descomposición. Y después de la tiranía vuelve la democracia. Es hasta el siglo veintiuno que algunas voces se atrevieron a levantarse en contra de los partidos políticos en México y esas voces llegaron de los sindicatos independientes. Pero ya en el siglo diecinueve Ibsen, por boca de uno de sus personajes, dice “lo peor es que de una punta a otra del país todos los hombres son esclavos de los partidos”

El pueblo en su afán de sobre vivencia y anhelo de superación no quiere vivir en “la serpiente que se muerde la cola”. Pero hay otros intereses, principales, que no son propiamente del pueblo…Y después de los principales entran en juego intereses secundarios que acaban por enmarañar la escena.

Aquí los principales son los socios dueños de un balneario que es necesario cerrar por razones de higiene. Y los intereses secundarios la prensa que trata de sacar noticia y dinero del conflicto sin importar la gente que pueda infectarse. Apoya a los socios propietarios pero también podría ofrecer su imprenta de La Voz del Pueblo, a las voces de protesta genuina que empiezan a levantarse contra el balneario.

El asunto principia de la manera más aldeana imaginable. En un pueblo costero del sur de Noruega, hay una alberca que se ha hecho famosa y  atrae buenos ingresos a los propietarios del lugar. La gente acude de muchos lados y la clientela crece.

El doctor Tomás Stockman es el encargado  de vigilar las condiciones de sanidad de la alberca. Sólo que la cloaca de aguas negras de la ciudad pasa cerca y empieza a contaminar las aguas donde la gente se baña. El doctor se da cuenta, manda analizar una muestra y confirma que, en efecto, aquello se ha convertido en un foco de infección. Decide comunicarlo a la gente. Se siente respaldado para dar ese paso. ¿Respaldado por quien? Le pregunta su esposa. “nada menos que por la mayoría aplastante de los ciudadanos”, le responde.

Expone el asunto a las autoridades del lugar y a algunos accionistas. Estos le dicen que guarde silencio. Cerrar sería desastroso para la economía de los habitantes de la aldea. El alcalde, hermano del doctor Stockman, le dice: “¿quién crees que se atrevería a venir aquí, sabiendo que el agua está infectada?”.

Pero el doctor insiste y trata de hacer comprender que estarían viviendo en la mentira, que sería en el perjuicio del pueblo: “¿es que no comprendes? Traficamos con inmundicias y podredumbre. ¡Toda nuestra vida social tan floreciente, se funda en un fraude”! El doctor Stockman conoce el peligro de la infección y convoca a una asamblea general para informar de la situación. Lo que les dice nos resulta familiar: “el balneario es un sepulcro blanqueado, ni más ni menos. Créanme, las aguas son peligrosas para la salud. Todas las inmundicias del valle de los Molinos van a parar a las cañerías, envenenan el agua y toda esa porquería va a desembocar al mar, a la playa…”

Las autoridades civiles y los propietarios exhiben al doctor Stockman como lunático y la gente acaba rechazando sus argumentos. La Voz del Pueblo juega un papel importante y, según sus intereses económicos, apoya al bando empresarial.
En el principio ponía en alto las ideas liberales del doctor Stockman pero acabó dando la razón a los inversionistas.

Influida la gente por la versión de la prensa, y también por su  necesidad que el balneario siga funcionando, pues de eso depende el comercio, hoteles, restaurantes y trasporte, termina por rechazar los argumentos del doctor Stockman. En la asamblea general informativa la gente acaba insultándolo y apedrea su casa.

Lo despiden de su empleo, a sus hijos los expulsan de la escuela y el propietario le pide que entregue la casa que habita con su familia. Decide irse a vivir a América. Pero al capitán Horster, que va a conducir el barco, también lo despide de su empleo por ser amigo del doctor Stockman. Catalina, la esposa del doctor, comparte con él sus ideas pero intenta ser práctica y piensa en las necesidades inmediatas: “Tomás, acuérdate de los niños ¡míralos! ¿Qué será de ellos?” Y él contesta: “Quiero conservar el derecho de mirar a mis hijos cara acara cuando lleguen a ser hombres”

Acorralado por lo intereses económicos de los dueños del balneario, y rechazado por el pueblo, al que la prensa sigue azuzando, el doctor Stockman toma la decisión. No irá a América ni abandonará su aldea. Ha concebido la idea de que un hombre solo puede ser en realidad muy fuerte. No es que se haya puesto contra el pueblo, al que él quería salvar, sino que entiende que al pueblo le falta preparación para poder distinguir lo que lo perjudica y quiénes lo perjudican. Le dice a uno de los periodistas de La Voz del Pueblo: “ya no se trata solamente del asunto de las aguas, ¿comprende usted? Es preciso purificar la sociedad por completo”

Vivirá en una parte de la casa que el capitán Horster le ha ofrecido. El doctor Stockman educará a sus propios hijos. Vivirá de la consulta que le soliciten los pobres. Pero comprende que necesita desarrollar el descubrimiento que un hombre solo es el más fuerte con respecto a una comunidad débil. Al contrario, una comunidad, por medio de la educación, será también fuerte. Pero eso por ahora no es posible.

Para tal efecto encarga a sus hijos que, entre sus amigos de juego, le traigan a cuanto “pillete” puedan convencer.. Él les va a enseñar: “¡Siempre,  quedan los pobres, los que no pagan! Son los pobres, principalmente, los que me necesitan y como no tendrán más remedio que escucharme, les predicaré día y noche”.

No se trata de luchar solo contra el mundo ni estar contra la humanidad. La enfermedad del balneario es la metáfora que en la sociedad de la aldea hay una infección, una patología social, que amenaza destruirla….Pero sólo mediante el conocimiento se podrá  salvar…

Esta obra de teatro, en cinco actos, fue escrita en 1882, En el principio Un Enemigo del Pueblo fue  una obra rechazada. Con el tiempo sería presentada en los mejores teatros del mundo, hasta nuestros días, traducida y publicada en todos los idiomas y con millones de ejemplares editados. Esto por la sencilla razón que en el planeta siempre hay guerras, los pobres son los que mueren y los dueños del balneario quedan a salvo. La agente quiere saber qué fenómenos sociales, o económicos, las causan…




Henrik Johan Ibsen (1828 - 1906) fue un dramaturgo y poeta noruego.
Nació el 20 de marzo de 1828 en el puerto de Skien, pequeña ciudad al sur de Noruega, y murió el 23 de mayo de 1906 en Cristianía (actual Oslo). Ibsen es considerado el más importante dramaturgo noruego y uno de los autores que más han influido en la dramaturgia moderna, padre del drama realista moderno y antecedente del teatro simbólico. En su época, sus obras fueron consideradas escandalosas por una sociedad dominada por los valores victorianos, al cuestionar el modelo de familia y de sociedad dominantes. Sus obras no han perdido vigencia y es uno de los autores no contemporáneos más representado en la actualidad.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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