Jean Wahl y la filosofía

 Este pensador considera que la filosofía es una revolución inacabada porque el pensamiento siempre está desarrollándose. En veinte capítulos ofrece una reflexión integral, seria  y profunda, de la filosofía desde la época remota. La obra a la que nos referimos  se titula Introducción a la filosofía.(Fondo de Cultura Económica,México, 1988). Su contenido, exposición del material y el estilo de escribir, están al alcance de los no iniciados. Y los académicos especialistas de la filosofía seguramente que lo consultan con asiduidad.

Por seria queremos decir que no hace abstracciones con pretensiones de universales.Más adelante veremos que se aleja del espíritu de secta intelectual  que produce  otra secta y ésta otra secta....

Su enfoque es universal y manifiesta reticencia ante los criterios que parcializan todo devenir cultural de la humanidad: "No hay términos más peligrosos para el pensar filosófico que "realismo","idealismo","racionalismo", "empirismo",etc"    En los modos de pensar hay secuencias, consecuencias. La muerte súbita y la generación espontánea tal vez se den en el fútbol pero en el mundo de las ideas…

Es muy revelador este filósofo cuando dice: “Elegir nuestros valores es elegirnos a nosotros mismos y viceversa”. Esto es, no somos lo que comemos sino que comemos lo que somos. No somos lo que leemos (ojalá fuera así) sino que leemos lo que somos.

"Platón,Descartes,y Kant-y quizá pudieramos agregar Hegel- se alzan como los hitos probablemente más  importantes de la historia entera de la filosofía" J.W.
Como en una tienda de autoservicio,se nos ocurre, cada quien escoge los artículos con lo que se identifica. Esto implica la preexistencia de la mercancía. Esta sola mención promete un mundo para reflexionar. A través de lo que escoge el ser está definiendo lo que es. Alguien comprará una camisa color amarillo con motas verdes y azules y se sentirá a gusto con su adquisición. El otro no comprará para nada una camisa amarilla. El primero está realizando el método positivo para decir cómo es: “Un Ser cualquiera solo se define porque es lo que es”. En el segundo caso tenemos al método negativo: al decir no a la camisa amarilla está diciendo que él no es así: “la negación está implícita en la afirmación misma de cualquier Ser particular”.

De ahí que vamos por el planeta escogiendo nuestro mundo, con el que nos sentimos identificados. Los problemas  vienen  al enterarnos que el mundo está organizado de tal forma que, al menos eventualmente, tenemos que actuar diferente a como somos. La inconformidad, la neurosis y un sentimiento de fracaso no están lejos. Por eso Schopenhauer dice que pasamos la vida fingiendo cuando nos conviene pero en cuanto podemos (nos sacamos la lotería, se murió un tío en el extranjero que nos heredó o mataron al diputado titular y el suplente pasó a ocupar su lugar…) volvemos a ser como somos.

El pensamiento, afirma el autor, está en continuo movimiento porque deviene y nunca se le puede considerar terminado. Enredamos la madeja cuando revolvemos filosofía con teología. En esta todo está terminado desde el principio y sólo hay que ponerlo en practica, como cuando estudiamos un libro de matemáticas. Está todo terminado como la estatua al correr la cortina para su inauguración. En la filosofía apenas tenemos el bloque de mármol y vamos a comprar el cincel y el martillo.

La filosofía es una revolución continua y para entender esta revolución hay que entender a la tradición. Wahl dice que “Es esencial revelar la continuidad del pensamiento desde los antiguos griegos hasta nuestros tiempos…somos herederos de una cultura muy vieja que comienza en filosofía con Tales y Anaximandro... Necesitamos conocerlos y darles la bienvenida antes de decirles un respetuoso adiós”.
Lo que antecede es solo abrir la puerta para entrar al maravilloso mundo de la filosofía que nos ofrece Wahl.


Una nota sobre Jean Wahl:
Nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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