Séneca y la brevedad de la vida

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La vida de los apresurados es más corta, empieza diciendo Séneca en su obra Sobre la brevedad de la vida. Se refiere en seguida a los tres tiempos de la vida del humano: pretérito, presente y futuro. “De estas tres situaciones de nuestra vida la más corta es la que vivimos en el presente: es dudosa la que nos falta por vivir y la única cierta  es aquella que ya hemos vivido”. Al pasado ya nadie lo puede  cambiar, está sellado, ni siquiera al más experto psiquiatra le es dado modificar un ápice de lo anterior. Puede, cuando mucho,  meter mano en sus consecuencias. De ahí que sea necesario cuidar el presente, que en una hora más ya será pasado.

La ciudad es el gran invento del humano. Cuántas maravillas del arte, de la ciencia y de la sociología encierra. Pero su masificación es también propicia para las patologías. Los rumores y las rutinas sin salida. La costumbre de seguir a otros  nada más porque esos siguieron a  otros: “Vivimos no según nos dicta la razón, sino por imitación”.

Anota que ser muy sociable  tal vez busque llenar un vacío propio: “No es que  quisieras estar con el otro, sino que no podrías estar contigo mismo”. Sin darse cuenta siquiera el individuo suele gastar lo más valioso de la vida, que es la vida. En platicas inocuas con otros o sentado frente a l televisor viendo programas y comerciales, igualmente inocuas, se gasta la vida: “No se encuentra ninguno que quiera repartir su dinero; y, en cambio, ¿entre cuántos distribuyen su vida  todos y cada uno de los hombres? Cuando llega la ocasión de perder el tiempo  entonces es cuando  precisamente se conducen con la mayor de las liberalidades en el único asunto  en el que la avaricia  estaría más justificada”.

La vida es tan corta que sólo vale si sabemos perseguir la felicidad. Que solamente se consigue con la libertad. La libertad con respecto de mí mismo. El hombre que va por la calle puede ser más prisionero que el de la cárcel. Con  mucha frecuencia la “presión social” lo obliga de cierta manera. Hay el riesgo de llevar una vida vacía, creyendo lo contrario. Séneca nos pone un ejemplo que vivió de cerca, respecto de lo que ahora llamamos consumismo: “los romanos  también se han dejado seducir por esa manía idiota de aprender cosas inútiles y sin contenido”.

Séneca
Séneca era del pórtico de la Stoa y no se dejaba marear con necesidades inventadas. Pero, qué es un estoico. Alguien que nació  como todos, creció y respira como todos. Pero que  tal vez no haga todo lo que hacen todos. Tiene prevención contra el dinero más allá de haber solventado lo necesario para vivir, no para sobrevivir. Si las riquezas fueran un bien  “harían buenos a los hombres .Ahora bien, como resulta que el dinero se encuentra entre los malos, no puede llamarse bien”. El estoico es un simple mortal, pero los otros ya no simples mortales. Quisieron aprender de los romanos  en su peor época.  La ladera de la montaña era de una misma consistencia pero los agentes erosivos la fueron penetrando y acabó  derrumbándose. Sólo quedó una roca, el Peñón Martínez del lado oeste del Aconcagua. No es que fuera más resistente, los otros se reblandecieron. Se dejaron invadir por agentes erosivos.

El mundo lo han hecho los que se esfuerzan  y  se refiere a los que han hecho de la inconformidad una patología: “cuando se enfurecen contra el cielo, no digo que  cometan un sacrilegio, pero sí digo que están perdiendo el tiempo”. 

No le pasan desapercibidos aquellos que son casi esclavos treinta años para ser libres mañana, con lo que se olvidaron vivir este día: “¿Quién te garantiza, a fin de cuentas, que has de vivir una larga vida?”. Algo en apoyo de lo que dice Séneca, en este pensamiento, ofrecemos el dato que en México, donde casi no existen semáforos para peatones, mueren 150 mil personas al año por atropellamiento al cruzar la calle.

La vida para Séneca hay que vivirla hoy. Por eso no s e le puede tomar como un pesimista, al estilo de Schopenhauer. Recomienda Séneca que se quiten las telarañas para efecto de, en realidad, poderla vivir en plenitud. Paul Auster, novelista norteamericano de nuestros tiempos, ha escrito:  “Es el azar quien gobierna al mundo. Lo aleatorio nos acecha todos los días de nuestra vida; una vida de la que se nos puede privar en cualquier momento, sin razón aparente”.

Séneca nació, el año  1 de la era cristiana, en la ciudad de Córdoba, de Hispania, como se conocía a una de las tres provincias en que Augusto había dividido a la Península. Una tierra que, veríamos en los tiempos venideros, ”produciría” sabios pensadores de “todos los colores” y también pensadores sin color, es decir, de dimensiones universales. Pero él decía que había nacido en el mundo.

¿Cuál es, para Séneca, el bien vivir? Preparar desde hoy los caminos mejores  escuchando las opiniones más sublimes que han nacido para nuestro bien: “ Nos  es permitido discutir con Sócrates, dudar con Carnéades, descansar con Epicuro, con los estoicos, vencer la naturaleza del hombre; con los cínicos, rebasarla; caminar a la par  con la naturaleza de las cosas, asomarnos al concierto  de todas las épocas”.

Eurípides, Ifigenia en Aulide

En tanto haya guerras en este mundo, y hay cuarenta guerras todos los días, el drama de Ifigenia durará, como ha durado treinta siglos. ¿Por qué mi hijo tiene que morir en la guerra para que se salven los que se quedaron en la ciudad? ¿Por qué no ellos? En todos los paralelos y meridianos y épocas hay padres que se quedaron sin hijos porque murieron lejos del hogar ( hay un tango del siglo veinte que dice de una madre que perdió a sus cinco hijos en la guerra).  Pero estas preguntas se las hace más bien Clitemnestra, madre de Ifigenia. Los hombres son muy afectos a inventar guerras en las que mueren muchos porque no pasaron el proceso del embarazo, parto y posparto, como sucede a las madres. Derrochan vidas humanas como  si se tratara de jugar a los bolos. Por eso Clitemnestra es la primera que sale en defensa de su hija  Ifigenia.

Es un dialogo que tiene Agamenón (rey de todos los helenos) con su hermano Menelao, al que Paris le robo a su esposa Elena. Es respecto de la conveniencia, según cree el “adivino”, de que Agamenón sacrifique a Ifigenia, en aras de que se tengan buenos augurios en la guerra que apenas van a empezar contra Troya. Habla Agamenón: “El adivino Calcas  contesta a nuestra s preguntas y vacilaciones diciéndonos que sacrifiquemos a Ifigenia, mi hija, para honrara Artemisa, que mora en este suelo, y que si así lo hacemos, seguiremos nuestro rumbo  y destruiremos a los frigios; y que si no, nada lograremos”. 

Eurípides
Desde luego Agamenón rechaza la idea de sacrificar a su hija. Pero el otro insiste y acaba por convencerlo de realizar el sacrificio: “Mi hermano, estrechándome vivamente, me ha persuadido que consienta en tales atrocidades”.

Más adelante Menelao piensa diferente y ya no quiere que Ifigenia, su sobrina, sea sacrificada: “Duélome  también de esta infeliz doncella, pensando en los lazos de la sangre  que a ella me unen, y en su sacrificio en aras de mi himeneo”

Pero ahora Agamenón se siente presionado por el ejercito y decide seguir adelante con el sacrificio: “L a necesidad me obliga a consumar en sangriento asesinato de mi hija”.

Es necesario traer a Ifigenia a Aulide, lugar en el que el ejército griego se encuentra listo a zarpar. Para lograr convencer á Ifigenia le dice que Aquiles quiere contraer nupcias con ella. Clitemnestra, la madre, se empeña en acompañarla pues sencillamente  quiere estar en la boda de su hija. Con esto no contaba Agamenón y   se ve contrariado.

 Es un ardid porque Aquiles es ajeno a todo eso. Aquiles se queda sorprendido cuando descubre la trama: “Nunca, ¡oh mujer, pretendí la mano de tu hija y jamás los atridas me hablaron de mi himeneo” La descubre cuando Clitemnestra le dice que se siente complacida por la boda. El “anciano”, un antiguo esclavo de Clitemnestra les revela el asunto tramado por los hermanos guerreros: “Los oráculos, como dice Calcas, para que los dioses favorezcan la navegación del ejercito”.

Al final Clitemnestra le pide a Aquiles que la ayude a salvar a su hija. Y éste acepta: “te consolaré en cuanto puede un joven como yo, nunca será sacrificada por su padre la hija tuya…” Dice que no hay que hacer caso del adivino: “¿Qué es un adivino sino quien dice muchas mentiras y pocas verdades”.

La misma Ifigenia al final está convencida que es necesario morir para la buena marcha del ejercito griego. Le dice a Aquiles: “¡Oh extranjero, no mueras por mi, ni mates a nadie, sino déjame que si puedo salve a la Helade”. Y a su padre Agamenón le dice: “aquí me tienes, que de buen grado vengo a dar mi vida por mi patria y por la Helade, para que me sacrifique en aras de la diosa, ya que así lo pide el oráculo”.

En presencia del ejército, el sacerdote levanta la cuchilla para sacrificar a Ifigenia.  Clitemnestra ni aun ahí pierde la  fe que Aquiles  salvará a su hija. Es uno de los casos, sin solución, en que en la literatura interviene el Deus ex machina o intervención divina para sacar a los personajes del embrollo. No hay que perder de vista que Aquiles es hijo de Zeus y por lo tanto mitad dios y tiene poderes sobrehumanos.

 Se escucha el golpe mortal pero, en lugar de Ifigenia, la que todos ven sacrificada es una cierva de los montes. El sacerdote Calas pide al ejército que acepte ese cambio efectuado por la diosa. Ifigenia, les dice, ha volado al Olimpo.
Y cierra con estas palabras: “Inesperados sucesos  ocurren a los mortales por mandato de los dioses”.


“La madre de Eurípides se llamaba Klitonis o Clito y su padre Mnesarco o Mnesárquides. Durante la infancia de  Eurípides tuvo lugar la Segunda Guerra Médica, decisiva para los griegos y el mundo occidental. Parece ser que, de muchacho fue copero de un grupo de danzantes, con clara significación religiosa, por lo que se supone que su educación fue la convencional de su época. En 466 a. C. cumplió dos años de servicio militar. Odiaba la política y era amante del estudio, para lo que poseía su propia biblioteca privada, una de las más completas de toda Grecia. Durante un tiempo estuvo interesado por la pintura, coincidiendo con el apogeo del pintor Polignoto en Atenas. Tuvo dos esposas, llamadas Melito y Quérile o Quérine. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras de Eurípides. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, muriendo dos años después en Pella.
Se cree que escribió 92 tragedias, conocidas por los títulos o por fragmentos, pero se conservan sólo 19 de ellas.  Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo a las crueldades de la guerra”. Wikipedia


El Aconcagua de Matthias Zürbriggen, 1897

El Aconcagua de Matthias  Zürbriggen, 1897
Título del libro: Historia del Aconcagua
Editado en: Buenos Aires
Año: 1953
Tres coautores (ver portada)

Plano del lado este del Aconcagua. Desde Punta de Vacas hasta el emplazamiento del campamento base( 4,000m), tanto para el Aconcagua NE como para la sur del Ameghino. Del libro nuestro "Los mexicanos en la ruta de los polacos" edición de 1975.


En  rigor la ruta clasica, de conquista, del Aconcagua, es alcanzar la cumbre norte pero ascendiendo por la ladera oeste. La confusión estriba en que los expedicionarios expresan: "subimos por la norte". 

En esta ocasión los europeos se apartaron de su costumbre ancestral de llevar a cabo una expedición de reconocimiento, rodeando la base de la montaña y, con esta información, escoger con certeza su vía de ascenso hacia la cumbre, todavía virgen, al menos para el montañismo deportivo.

Las montañas, chicas y grandes del centro y sur de América, fueron ascendidas por el montañismo religioso prehispánico, trátese de Pachamama o de Tlaloc.  El monte Chañí, en el norte de Argentina, de 6, 100 metros de altitud (Un Mundo desaparecido, de Eric von Rosen), Monte Tlaloc en la cordillera oeste del Valle de México,4,150m, etc

Hasta donde sabemos,  la arqueología no nos autoriza a decir lo mismo con respecto al Aconcagua. Por lo mismo, la cuestión queda en suspenso, hasta esperar  resultados de los trabajaos de expediciones científicas que con este propósito tendrán que darse en los tiempos  que están por venir.

Lado noreste del Aconcagua. Galciares "Ingleses"3 y "Polacos" 6. Del otro lado de la cresta superior del "Ingleses" queda la pared sur. Op Cit. En rigor el "Polacos" está en el lado  este y el "Ingleses" en el sureste..
Foto de  Armando Altamira Gallardo

Nuestro relato alpino es una historia laica de los humanos para los humanos. No buscan a Dios. Ni siquiera buscan la cumbre. Ahora buscan conocer sus límites. La cumbre es un pretexto. Cuando lleguen pondrán una cruz en la cumbre, pero ese tampoco era su objetivo. Este acto es sólo una reminiscencia, una sublimación,  del antiguo montañismo religioso indio.

La expedición, organizada por el  inglés Fitz Gerald, llegó a la cordillera central de los Andes el 9 de diciembre de 1896, al lugar conocido como Punta de Vacas. Apenas un paraje con una cuantas casas. Buscando el acercamiento a la montaña se meten en la Cañada Vacas, en el este. Significa una trampa de distancia que los llevaría a la montaña que buscan pero después de un rodeo de más de treinta kilómetros. Desconocen los lugares y las referencias que hacen de los siguientes tres días son imprecisas. Algunos escritores posteriores creen  que alcanzaron  la lejana  Cañada  Relinchos de los Huanacos (ver plano nuestro).Anotan que llegaron a los 4,800 metros pero el emplazamiento para el campamento  base arriba de Relinchos, en el noreste del Aconcagua, está en los 4 mil…


Por fortuna regresan a Punta de  Vacas  y en la jornada siguiente intentan por el oeste, en Puente del Inca y Valle de los Horcones. Esa será la ruta del éxito de la expedición y de las que seguirán en el futuro convirtiéndose en  lo que podremos llamar “la ruta normal”.
Banderín de la gendarmería  "Punta de Vacas" (1974)

No es su función primordial pero, de tiempo en tiempo, son
 estos militarse los que "limpian", o ayudan a limpiar, de cadáveres de alpinistas
  ese sector de la Cordillera Central de los Andes, por el lado argentino.
 

Pero en el comienzo ni siquiera saben a ciencia cierta dónde está el Aconcagua. En las referencias a  esta montaña hubo en el principio varias imprecisiones de orientación. Algunas de ellas persisten hasta nuestros días. Se cree que se sube por  el norte. En realidad se sube hacia la cumbre norte, la más alta. Pero el ascenso es por la ladera sur. Al menos de Puente del Inca hasta Plaza de Mulas, en los 4,400.De ahí en adelante la ruta sigue una dirección noreste, entre  las dos cumbres. Lo que llamamos “Pared Sur” está  enmarcada entre  el inmenso  lado este del Aconcagua y la famosa ladera sur-oeste.

 Para no crear confusión en este punto, diremos que en realidad la pared sur es sur  pero en relación a la orientación de las cumbres. Es decir que hay una ladera sur, de aproximación,  ya descrita, y una pared sur, que culmina bajo la cumbre sur (ver con detenimiento el dibujo de Luis Costa, señalado ese lugar como “Glaciar Horcones Inferior”). El Glaciar Relinchos es el flanco donde  se ubican dos glaciares ahora conocidos como el “Glaciar de Los Ingleses” y el  “Glaciar de los Polacos” (ver  foto nuestra tomada en el verano de 1974).
Monte Aconcagua NE. Portada informe de la expedición oficial a la F.M.E.
Foto de Armando Altamira Gallardo


 El 14 instalan su campamento base en Puente del Inca. El 18 Zürbriggen parte acompañado del  arriero Tomás Sosa para explorar las laderas. A juzgar por su descripción s e topan con la pared sur: “Vi entonces un muro de 8 mil o 9 mil pies ingleses (2,400 a 2,700 m)”.Entonces rodean hacia la ladera sur. En los tres días siguientes intentan, a caballo primero y caminando después, la subida en dirección de la cumbre. Zürbriggen alcanza la altura de los 5,800 m. Hay temperaturas nocturnas de menos 32 grados. Regresan. El 22  bajan hacia  Inca.

En las semanas siguientes efectúan avances y retrocesos. Llegan otros andinistas a tomar parte en los intentos. Encargan  más víveres. Sufren de mal de montaña y deben abandonar regresando hasta Inca. Una vez repuestos, hacen otros intentos.
Del Libro 28 bajo Cero, México, 1954,de Luis Costa. Se marca la ruta a través de la ladera sur. Vease la posición del glaciar Horcones Inferior (ahora conocido coma "la pared sur".


El 14 de enero vuelven a subir. Van Fitzgerald, Zürbriggen, Pollinger y Lanti. Tres se sienten indispuestos por el cansancio y la altura. Regresan a Plaza de Mulas.  Zürbriggen sigue solo y llega a la cumbre. Su regreso no tiene accidentes. Esta ascensión historica de Zürbringgen es lo que se considera la conquista deportiva de la montaña.

El Aconcagua tiene desde el principio una fuerte presencia  alemana.  A ellos se debe las primeras exploraciones de reconocimiento desde Chile. Empezaron  lo más difícil para la práctica del alpinismo y es crear “atmosfera alpina”. Antes sólo el mundo geológico, los vientos y las tempestades de nieve. Un día de 1893 Jean Habel, alemán habitante de Chile, sube y recorre el Glaciar Horcones. Asomó la cabeza entre las laderas desnudas y los glaciares y empezó a caminar entre los paraje milenariamente solitarios. Su interés era científico, como luego hará también Güssfeldt. Empezó así la humanización de la montaña. Hasta tiempo  después sabría Habel que había  estado  en el Aconcagua. Existía al respecto tanto desconocimiento del lugar  que aun vista de lejos no se sabía con certeza cúal de todas las cumbres era el Aconcagua. Y llegaron a asignarsele altitudes muy variadas, hasta más de 8 mil.

No hay que olvidar que apenas seis siglos atrás había la creencia, en Europa, que la gente al sur del Ecuador, en América, se "caía" fuera de la Tierra, es decir, fuera del planeta o algo así. Tal creencia se conoce por los escritos de san Alberto Magno que rebate esa idea (Frederick Copleston, Historia de la filosofía, tomo II, capítulo XXX)

Seguirían  Paul Güssfeldt, Juan Jorge Link… Güssfeldt y su grupo había salido 14 años antes,desde el norte, Santiago de Chile, el 15 de febrero de 1883. Su objetivo tenía la intención de realizar estudios  geológicos y también intentan alcanzar la cumbre.  Güssfeldt casi lo consigue pues logró llegar,solo,  hasta la altitud de  6,560 metros. El mal de montaña lo golpea y debe empezar a descender. Su expedición, que subió por el noroeste, dura cerca de un mes. El glaciar que recorrió y exploró lleva su nombre ( ver plano nuestro).

 El 8 de  febrero de 1974 nuestra expedición bajó de la cumbre del Aconcagua, subiendo por el Glaciar  de los Polacos, un comprobante de ascensión del Club Alpino Alemán, Sección Oberland, con fecha 28 de enero de 1974, expedición de Múnich. El mismo Fitz Gerald se vio apresurado en 1897 en marchar hacia la cumbre por haber tenido noticias que el Club Atlético Alemán preparaba la ascensión a la montaña  desde el lado chileno por la vía de Güssfeldt.

En  toda ascensión los alpinistas luchan en contra de su subjetivismo personal y contra el subjetivismo general: leyendas, mitos. Y estos subjetivismos se amplían infinitas veces si la montaña no ha sido conquistada. Existe un  “techo” en el que nos encontramos con el llamado mal de montaña, o escases de oxigeno, que va a alterar nuestros niveles de glóbulos rojos en la sangre. D e la misma manera hay  un “techo” subjetivo con el que nos topamos cuando estamos frente a lo nuevo, o desconocido, en montaña. De tal manera que podemos decir que en cada conquista alpina  hay dos conquistas. La subjetiva y la física.La conquista de los alemanes consistió en romper el "imposible subjetivo" del Aconcagua.

La orientación general de la montaña. La pared sur es en relación a las cumbres  y está enmarcada entre el lado este del Aconcagua y su ladera sur-oeste (dibujo del libro de Luis Costa).


En el Aconcagua, en particular, se debe luchar con varios factores: 1) la temperatura que suele bajar más allá de los 25 grados centígrados en verano,2) los repentinos vientos cambiantes procedentes  del cercano Pacífico  y que propician las tempestades de nieve,3) las inmensas laderas andinas  donde muchos han muerto de tedio y  cansancio, en  combinación con el mal de montaña. A este respecto Güssfeldt escribió: “Contrastando con las altas montañas alpinas, de difícil acceso, la ascensión del Aconcagua no exige ejecución de técnicas complicadas, sino que la actividad del ascensionista debe caracterizarse por el soportamiento pasivo de los sufrimientos que residen  en la altura”. En realidad la montaña es tan extensa que contiene paredes enormes donde se puede practicar la escalada moderna. Pero la impresión que inspiran   sus laderas es la  que queda asentada.

 Después de estos factores de la causalidad,  en el Aconcagua, hay que atisbar por la ventana de la tienda de campaña en espera de la suerte. Güssfeldt escribe al respecto: “Pese al dominio del frío, los vientos, la puna y el cansancio, el factor suerte es determinante. Ninguna fuerza humana  es capaz de vencer  los elementos, cuando se desencadena le tempestad alta. Si no brilla la buena estrella, nunca se llega a la meta”


El tema  relativo a la aclimatación a las alturas es algo  que golpea  y,  con tal fuerza, que el montañista debe dar marcha atrás (después de vomitar o desmayarse) y en ocasiones morir ahí mismo o en breve tiempo a consecuencias de lo mismo.Insisitimos: en breve tiempo.En cosa de horas. En México ese asunto se le conoce como “mal de montaña”.Es el precio que pagamos por subir en poco tiempo lo que debería llevarnos días.

Lo más propio es consultar a la ciencia médica del deporte respecto de este tema. Aquí damos una noticia sucinta del asunto. La intención es despertar el interés para que el individuo se documente más sobre este tema del mal de montaña.

Adolf Mokrejs, en su Guía practica del excursionismo II, (ediciones Roca, México, 1986, Pág. 112) dice que “El “mal de montaña o altura no es una enfermedad sino un indicio de que la aclimatación no ha tenido lugar”.Es necesario subir muy despacio. Da enseguida unos datos. Se pueden dividir las diversas zonas de aclimatación. Abarcando cada una de ellas 1,500 metros de altura y exigiendo una semana de adaptación. Para la zona entre los 3,000 y los 4,500 se requiere una semana. Para la situada entre los 4,500 y los 6,000, dos semanas.

Es decir que para ir, de la Ciudad de México (2,200m.s, n. m.), a la cumbre del  Pico de Orizaba, necesitaríamos  ir subiendo, acercándonos,  gradualmente, de población en población, dos semanas. Como lo hacemos es en dos días. Uno de acercamiento y el otro para subir a su cumbre. Imagínese la tremenda deficiencia en nuestro modo de subir altas montañas. ¿Qué de raro tienen todos esos dramas originados por el mal de montañas que vemos con frecuencia?

Para subir al Popocatépetl, partiendo de la Ciudad de México, necesitaríamos una marcha de aproximación- aclimatación de  al menos una semana.  Lejos de eso,no es raro que salgamos en la mañana en automóvil de la ciudad, dos horas después estamos en Tlamacazcalco y tres horas más tarde en la cumbre del volcán. Cinco horas lo que necesitó una semana…


 Si alguien quiere tener una idea real de lo dramatico que puede ser el mal de montaña vea el video donde se muestra la muerte de un joven andinista argentino llamado Federico Campanini. Murió por esta causa en el Glaciar de los Polacos, filo noreste del Aconcagua, el 19 de febrero del 2009.Está en Geoogle Internet.

Pared sur del monte Ameghino

¡Sólo para escaladores de alta montaña!

Foto de Armando Altamira Gallardo


Bella pared argentina para trazar cien vías de primerísima  importancia alpina.

Nuestra llegada al emplazamiento del campamento base (O) 4,000 m. s. n. m. El desnivel a la cumbre es de 1,883 m.

O: Sitio estratégico situado entre las morrenas, retirado de los desprendimientos de la pared sur
y cerca del arroyo (en el primer plano  de la foto) para aprovisionarse de agua.
Foto de Armando Altamira Gallardo

La pared del monte Ameghino vista desde el suroeste

La letra A marca el collado( con el monte Aconcagua)  para descender, hacia la derecha, Este, al campamento base
Foto toma desde los  6,000 m. del Glaciar de los Polacos, N.E. del Aconcagua.
Foto de Armando Altamira Gallardo



Repetimos: el recurso más inmediato y eficaz para escapar al mal de montaña, que de prolongarse una horas puede ser mortal, es bajar  lo más pronto que lo permita el terreno y la hora. Con perder altura,a tiempo,  todo volverá la normalidad por si sólo.

Una anecdota que ilustra el tema.

El invierno pasado acampamos en la cueva somera por debajo de la cumbre del monte Tlaloc, en el lado sur, a los 4 mil m. s.n.m. En el grupo iba un joven alemán muy resistente en el ascenso. En la cueva era el más entero y se ofreció a prepara la cena para todos. Eramos ocho. Aceptamos gustosos y con humildad aceptamos que él estaba en mejores condiciones que cualquiera de nosotros.Hora y media después nos anunció que la cena estaba lista. Comimos con buen apetito. Nos sentíamos débiles pero, como quiera que sea, no era la primera vez que llegábamos al lugar y de alguna manera nuestros organismos respondieron. Cenamos y nos recuperamos. después de todo somos habitantes de la ciudad de México, lo que quiere decir: 2,200 m.s.n.m.

En ese momento nuestro joven cocinero se derrumbó bajo los efectos de un fuerte dolor de cabeza. Era tanto su malestar que no probó bocado alguno. Lo que nos alarmó fue que él consideraba que se sentía tan mal que  podría acudir al laboratorio universitario donde desarrollaba un experimento para su beca de maestría, hasta el miercóles de la semana siguiente, y apenas era sábado. Era de esos tipos que llegaban al instituto a las cinco de la mañana en lugar de las nueve. Si pensaba que no se repondría hasta pasados varios días es que en verdad se sentía terrible. La altitud de su lugar de residencia en Alemania no era muy elevado sobre el nivel del mar.

Le aseguramos que al día siguiente, cuando empezaramos a bajar, se compondría. No nos creyó.Pero así fue.Al otro día cuando apenas llevabamos una hora en el descenso, se recuperó " de pronto" y totalmente. A tal punto que bajó corriendo y llegó primero hasta el pueblo de Río Frío que era nuestro destino para abordar el autobus.

La aclimatación a la altura no es ningún juego. Sin animo de dramatizar aseguramos que es cosa de vida o muerte. Y más vale consultar con toda responsabilidad  a la medicina del deporte. Para más detalles en este tema remitimos al lector de esta nota a nuestra entrada, en este mismo blog, titulada ¿"Aclimatación a la altura?"


Hay más riesgo en cruzar una calle de la ciudad que en escalar una alta montaña (hacer click en el video) 





Thoreau y el verbo caminar

En 2010 los mexicanos ocupamos ya el primer lugar de individuos con sobrepeso corporal Es hora de leer a Thoreau. Un individuo que acostumbraba caminar por vocación filosófica y por salud psicofísica. Y como los montañistas caminamos por deporte, nos parece que es el lugar apropiado para traer algunas citas de este escritor


Henry David Thoreau fue un norteamericano que observó muy de cerca  a la población de su país del siglo diecinueve (nació el 12 de julio de 1817 y murió el 6 de mayo de 1862).Veía la tendencia  de la población a subir de peso corporal. Thoreau en realidad fue un hombre de letras. Escritor trascendentalista y filósofo estadounidense.Fue agrimensor, naturalista, conferencista y fabricante de lápices. Además de uno de los padres fundadores de la literatura estadounidense. Hoy día se le considera un pionero de la ecología y de la ética ambientalista. Se dice que Thoreau quiso experimentar la vida en la naturaleza y desde  el 4 de julio de 1845 vivió dos años en un bosque. Es decir que sabía de lo que estaba hablando, lo practicaba, no solo lo intelectualizaba.
Con profética claridad escribió dos ensayos en la perspectiva de caminar: “Walking” (pasear) y “A Winter Walk”(un paseo de invierno). Buscan estos trabajos  hacer conciencia que la sobrealimentación, o hábitos defectuosos en la manera de comer, traería a su pueblo grandes dificultades de salud. Recomendaba caminar. En su tiempo la manera de trasportarse en vehículos era incipiente. La población iba a pie por necesidad y, no obstante, ya había la tendencia al sedentarismo. En la actualidad a la inclinación del menor esfuerzo, y la  sabrosa comodidad de quedarse quietos, propios más bien de la vida da la ciudad, la ciencia le llama patología de la inmovilidad. Después apareció el uso del automóvil y la televisión que nos mantienen en el quietismo  absurdo. Para cuando terminó el siglo veinte el país de Thoreau ocupaba el primer lugar en el mundo de gente gorda. Desde todos lo matices de la báscula hasta llegar a la obesidad en situación de cirugía. Empero, para el primer tercio del siglo veintiuno la ciencia médica ha declarado que es México el que ahora ocupa el primer lugar de individuos con sobrepeso. Todos sabemos que, en tiempos de paz, la gordura mata más gente que las guerras, los sismos y los tsunamis juntos. Deja un inmenso dolor en las familias y requiere fabulosas cantidades de dinero del erario público para solventar este mal en los hospitales del Sector Salud. Y, no obstante, seguimos en la inmovilidad.


La ciencia médica y la medicina del deporte tienen la solución (dieta balanceada, comer  sin exceso y hacer ejercicio), pero no le hacemos caso. Es aquí cuando Thoreau cobra vigencia en la perspectiva de la salud del pueblo. De los pueblos de todo el mundo. Su prosa, deliciosa y despiadada para los que no caminan, puede ayudarnos en la batalla frente a la báscula. Para el efecto de caminar  no se crea que se necesite ir al bosque lejano, al desierto desolado o a la montaña ignota. ¡Ni siquiera se necesita un centavo para comprar nada!” Basta con caminar las calles de la ciudad en los rumbos que nos movemos en distancias de hasta diez kilómetros. Un grupo de conocidos míos lo están llevando a cabo con excelentes resultados. Con las llaves de su automóvil en la bolsa del pantalón están logrando lo imposible: ganarle a la báscula.


Relacionado con esto hay algo más grave todavía y  que, en el término de dos o tres años, acaba con la vida de millones de gentes en todo el planeta: es el síndrome de la depresión que ataca a los jubilados y pensionados. Nos parece que estos encontrarían muy interesante y útil leer a Thoreau. Sobre todo útil si lo llevamos a terrenos utilitarios. La gente se pasa la vida trabajando con la idea de jubilarse y pasar el resto de sus días disfrutando de su jubilación. Y resulta que por diversas causas se deprime tanto, engorda tanto por la inactividad, que pronto muere. Los cheques que pudo haber cobrado durante otros veinte años, o algo así, de haberse puesto en movimiento, ya no pudo disfrutarlos.

Y esto va para los hombres de negocios y de grandes fortunas… Para un pobre no es problema morir pero morir cuando se es  rico y poderoso…

La gente de ciencia no escapa a esta situación.Permanece mucho tiempo frente a la computadora y no camina. Un hombre empírico todo lo que tiene que hacer es levantar la mano para decir el último adios.El científico deja trunco el que iba a ser el trascedental proyecto de investigación, no podrá asistir al ya próximo congreso y ¿quién se hará cargo del microscopio de barrido de mi laboratorio?

Dicho en otras palabras: el sedentarismo en toda sus modalidades (ver televisión durante horas, futbol, la comedia casera, la sabrosa reunión dominguera con los  amigos y la acostumbrada comilona, etc.) sin hacer el ejercicio, sino de competencia, sí ejercicio por la salud, es el gran negocio del gobierno y de las compañías aseguradoras que ya no pagarán mas las pensiones ni jubilaciones. ¡Y los trabajadores en activo ni siquiera llegarán a jubilarse! sino caminan por la salud.

¡Y estéticamente a los hombres nos crecerá la barriga y   las mujeres se desparramarán por los lados!

Una conclusión es que el abuelito necesitaría cuidar su salud física veinticinco años antes de ser padre...

Aquí algunas de las ideas de Thoreau



Tenemos una madre inmensa, salvaje y rugiente, la Naturaleza, que se extiende a nuestro alrededor con tal belleza y tal cariño por sus hijos como el leopardo. Y sin embargo, nos separan demasiado pronto de su seno para pasar a la sociedad, a esa cultura que es exclusivamente una interacción del hombre con sus semejantes

Viva donde viva, de éste lado está la ciudad, del otro la naturaleza, y cada vez me alejo más de la ciudad y me retiro a la naturaleza.



Para mí, la esperanza y el futuro no están en los jardines ni en los campos cultivados, en los pueblos ni en las ciudades, sino en los pantanos inaccesibles y movedizos.


Confieso que me asombra la capacidad de aguante, por no mencionar la insensibilidad moral, de mis vecinos que se encierran en tiendas y oficinas todo el día durante semanas, meses, y…años seguidos.

En el transcurso de mi vida he conocido sólo a una o dos personas que comprendieron el arte de Caminar, o sea, de dar paseos, que tuvieran, por así decirlo, el don de sauntering (saunter), deambular, dar la vuelta o un paseo tranquilamente.



…hasta tuvieron la suerte de perderse en el bosque durante media hora

Sino pasara al menos cuatro horas al día errando por los bosques, las montañas y los campos, absolutamente libre de todo compromiso mundano, creo que no podría conservar la salud ni el ánimo…

                                                                    
Piensa en un hombre que levanta mancuernas para mantenerse sano, mientras en las lejanas praderas surgen a borbotones los manantiales sin que él vaya a buscarlos.                                                                                                               H.D. Thoreau

Síndrome de la expedición alpina.

(Sólo para organizadores de expediciones alpinas)
La crítica tiene un enorme valor dialéctico. Permite ajustar proyectos y rectificar criterios. Es la base misma del sistema político democrático. Pero cuando la crítica pasa la raya se convierte en una patología individual que puede contaminar al grupo.  No es lo mismo criticar que hacer. Hay mil críticos de los “brochazos” de van Gog  pero ninguno de ellos puede dar esos brochazos.El conflicto en el alpinismo expedicionario se da cuando la salida tiene carácter de oficial. Cualquiera puede jugar con el dinero que no le costó. Sucede poco cuando está financiada con el dinero de los propios  expedicionarios. Requiere un esfuerzo económico y nadie quiere jugar con su dinero. Esas son las líneas generales de conducta, aunque pueden darse casos aislados de todo tipo.

 Dibujo de Manuel Sánchez, tomado del libro Técnica Alpina, editado por Actividades Deportivas y Recreativas de la Universidad Nacional Autónoma de México,noviembre 1978, Pág.135.

Hay señales que se pueden detectar en la fase del entrenamiento o, si se es oficial, en la etapa que se conoce como “preselección”. ¿Cuánto se participa en resolver las necesidades del grupo? ¿Lava los platos, levanta las tiendas, mete el hombro para abastecer los campamentos superiores, de los veinte kilos que lleva en su mochila cuánto pesa su equipo y cuánto es de aprovechamiento comunitario, fija las cuerdas en aquel diedro para facilitar el paso a la cordada que viene más abajo, marca la huella en la nieve para evitar más cansancio a los que vendrán  para el asalto final?
En una expedición todos están capacitados técnica y anímicamente para el asalto a la cumbre. El ruido va a llegar de los que no colaboraron con las necesidades del grupo, o que evadieron estas todo cuanto les fue posible.



Hace muchos miles de años, cuando todavía no existía la psicología social en las  escuelas, se reunieron los dioses  teotihuacanos en San Juan, un pueblo del centro  del Valle de México.
Todo era oscuridad y la humanidad necesitaba luz. Necesitaba lo que ahora conocemos como “Sol”. Pero este Sol sólo podía surgir de alguien que tuviera un profunda vocación de servicio para con el grupo.
La prueba era arrojarse a la metafórica hoguera. Tecuciztecatl era el dios señalado para tal empresa. Pero él sólo veía por sus cosas. Era fatuo y se alimentaba de la adulación. Jamás pudo pasar la prueba. ¿Por qué sacrificarse para que otros vivan bien? Hizo varios intentos y siempre falló. Nanahuatzin era lo contrario. Tenía vocación de servicio hacia el grupo. Se arrojó hacia la hoguera sacrificante y desde entonces la humanidad tiene Sol.

El organizador de expediciones alpinas tiene en la leyenda del Quinto Sol, no una vieja leyenda de empolvados archivos de la antropología, sino  una metáfora  viva de nuestros días, y de todos los días, de la que  puede servirse.¡Suerte!

Modos de orientación geográfica

La brújula


En la actualidad ya no se justifica el empirismo que nos hacía vagar casi  perdidos o momentáneamente extraviados por las montañas.  En cualquier café Internet de la calle podemos entrar a Google Earth y tener al instante todos los detalles en línea y en imagen de la región que nos interesa. Y con un poder de acercamiento que hasta las piedras del camino se distinguen, valles, laderas, hondonadas, cordilleras, pueblos, ciudades.

El Altímetro

Brújula y las curvas de nivel
Altura y altitud
Sin pasar por alto que la tecnología actual al alcance del pueblo, como son  algunos tipos de teléfonos celulares, traen brújula, cámara fotográfica, acceso a planos topográficos, etc.

Lo mismo si se trata del cerro de Iztapalapa, dentro de la ciudad de México, que  de Shangrilá en el  perdido macizo montañoso del ignoto continente. Así fuimos nosotros al lado noreste del Aconcagua sin guía profesional, sin amigos de allá, sin haber estado en el sur del continente y sin tener el más remoto conocimiento directo dónde estaba esa montaña. Con un buen plano topográfico de la región, una brújula y un altímetro, llegamos con toda precisión como si se tratara del cerro de Iztapalapa.

Termómetro


Meridianos y paralelos
Latitudes y longitudes
De todas maneras ofrecemos una serie de dibujos que muestran los principios rudimentarios de la práctica de la orientación geográfica. Casi todos pertenecen al libro Técnica Alpina, publicado en noviembre de 1978 por la Dirección de Actividades Deportivas y Recreativas de la UNAM, bajo la dirección del Ingeniero Alejandro Cadaval.

Estos dibujos son creación de  Manuel Sánchez.
Por mi parte creo ser el redescubridor de un método de orientación muy general que debió ser utilizado en tiempos prehistóricos. Es mediante la figura del conejo. Sistema de orientación usado por nosotros, de manera adyacente (o de confirmación), al cruzar el desierto de Altar, en Sonora, México, y el desierto de Samalayuca, en Chihuahua, del mismo país.


La brújula de los chamanes
La Luna que  observamos en el amanecer-mañana nos dice que  estamos en el este con respecto de la Luna  y en consecuencia el “filo” de la derecha   es el norte.
La que observamos en la tarde-noche nos dice que estamos en el oeste con relación a la Luna y el “filo” de la izquierda es el norte.


Lo real de la cartografía y lo subjetivo del humano no siempre se ponen de acuerdo...En todo caso el plano topográfico también sirve para encender la fogata...
Lo anterior es más fácil de averiguar con las “lunas llenas”.
Esta manera de orientación se puede comprobar desde la ciudad sin necesidad de esperar a estar en el desierto, en alta mar o en la montaña.


La figura del conejo nos dice que es en la tarde, estamos en el oeste y el “filo” de la izquierda es el norte.





Con brújula y plano topográfico a través del bosque












 Una palabra sobre la luna en el mito mexicano.
En la leyenda teotihuacana del Quinto Sol la luna es masculino. Es Meztli-Tecuciztecatl (conejo-dios, animal y divinidad) La vanidad y el temor del dios  Tecuciztecatl no le permitieron lanzarse en primer lugar a la hoguera mítica. Por eso ocupa el segundo lugar en el cielo visto desde la Tierra. Es el Sol Nocturno. El dios Nanahuatzin se arrojó primero y de ahí salió el Sol de Día. Merced a la trasformación dejó de ser invocado como Nanahuatzin y ahora se le invoca como Tezcatlipoca “el más grande de los dioses”. Entonces había ya  dos soles que iluminaban igual de día que de noche. Los dioses teotihuacanos arrojaron un conejo a la luna y esta perdió brillo. Por eso la luna tiene la forma de un conejo visto desde el hemisferio occidental.

Para efectos prácticos de orientación, según hemos mencionado, los viajeros del desierto que están familiarizados con la luna encuentran en ella un buen referente de orientación geográfica. En el mercado se pueden encontrar “calendarios lunares” que ilustran las diferentes fases por las que pasa este satélite natural de la Tierra  en el transcurso del año.

Ahora bien, todo viajero del desierto descubre que  la luna del desierto no es la misma que la luna de la ciudad.  En la ciudad la luna apenas significa una luz más en el cielo. Es pálida, insignificante y esporádica.

En el desierto es una presencia deslumbrante de orientación geográfica pero, sobretodo, de profundo significado mítico y cultural para los pueblos de origen mesoamericano. En el desierto la luna no es parte del cielo, es parte del desierto.
El Sol de Día visto de frente quema la retina de los ojos. El Sol Nocturno se mete en la mochila del viajero y se viene con él a la ciudad. Para siempre.

Salambó, la heroína cartaginesa de la novela de Flaubert,  invoca a la luna  como diosa Tanit. Una parte de su oración dice: “¿A dónde vas? ¿Por qué cambias de forma perpetuamente? Tan pronto delgada y curva te deslizas  en el espacio como una galera sin mástiles, o bien en medio de las estrellas te pareces aun pastor  que guarda su rebaño. Luciente y redonda, rozas las cimas de los montes como la rueda de un carro.”







Orientación mediante el  "GPS"

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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