Julián Marías y la super conciencia política

Este filósofo, “una de las cabezas pensantes españolas de mayor prestigio y universalidad”, nació en Valladolid en 1914. Vivió en Madrid gran parte de su existencia, en donde se doctoró en filosofía en 1951. Esto quiere decir que vivió muy de cerca el drama que protagonizaron entre sí las izquierdas de la Segunda República Española: socialistas, anarquistas y comunistas.

Julian Marías
Y se ve que le ha dado vueltas al asunto durante muchos años. ¿Cómo desarrollar un trabajo político sin que el partido dirija las acciones políticas del individuo?“Los partidos me parecen una condición esencial para la legitimidad, la concordia y la vida civilizada. ¿Cómo, entonces, siento repugnancia a pertenecer a cualquiera de ellos?” (  La justicia social y otras justicias Ed. Espasa- Calpe, S. A. Colección Austral, Madrid, 1979).

Sus cuestionamientos son de calidad. Julián Marías es una filósofo de verdad.  Pertenece a ese gran aporte cultural que España ha dado al mundo a través de los siglos.Trae el paquete de los filósofos de todos los tiempos. Pero su visión fresca hace que se aparte del terreno árido especulativo, y aborde cuestiones de los tiempos recientes y con enfoques para el estándar.

Cree dar con la solución que, en realidad, otros ya habían pensado. Es el mismo anhelo de los filósofos que quieren que el individuo sea tan suficientemente filósofo que nadie pueda decirle nada y que él, en cambio, pueda decirle a la sociedad. Como si la humanidad naciera magistral y no existiera el aprendizaje a base de prueba y error. ¡Porque aun la reminiscencia necesita de un período de recordación!

A estas alturas de los tiempos Julián Marías no puede rechazar, ni quiere, la presencia y la acción de los partidos. Sin embargo, considera que la mayoría de los votantes deberían no pertenecer a ningún partido político. Aunque sí ir a votar.

Es decir, actuarían como una super conciencia política que le daría el triunfo a alguno de ellos, pero sin pertenecer al mismo. De esta manera el individuo seguiría libre de todo programa, o control estatutario, y de toda obligación (tal vez algo de esto sucedió en México el 4 de julio del 2000). Los afiliados harían la obra negra respecto de la organización y la propaganda, poner urnas y vigilarlas, contarlos votos y, en último caso, poner el pecho para defender el voto.

Los no afiliados nada más votarían: “Los afiliados deben ser los que organizan el mecanismo electoral en todas sus fases, los que velen por los derechos del partido, los que asumen las funciones políticas, optan a los cargos electivos, ejercen el Poder en caso de triunfo electoral, trazan las líneas de la oposición cuando no alcanzado la victoria. Un partido nacional bien organizado reclama muchos esfuerzos, y no puede funcionar más que con un considerable número de miembros repartidos por el país”.

En ocasiones parece que estamos leyendo a George Orwell con su metáfora de la granja. Hay un determinismo de la historia, el eterno retorno, al que el autor se opone en la escala macro, pero en lo inmediato hay dificultades para descifrar la libertad del individuo en el panorama de un sistema parlamentario.

La democracia no quiere decir libertad,  se hace lo que dice la mayoría.Es la dictadura de la mayoría.Una mayoría decidida por una microminoría desde la Cámara Legislativa.Se la acepta y tolera porque ahí tienen voz las minorías representadas.

El individuo debería ser libre por sobre todas las reglas y a la vez dictar las reglas por medio de su voto individual, universal y secreto. ¿Esto es la esclavitud o sólo la mitad de la democracia? ¿La libertad o el panorama de la casi dictadura? Esta superconciencia política no quiere aprender, no quiere escuchar. Quiere dictar, quiere enseñar. Y a la vez ve a la sociedad actual como una granja en el que las gallinas pueden ir y venir por todos lados pepenando y copulando. Empero, la granja tiene un dueño, o dueños (la Cámara de Legisladores que legislan lo que otros legisladores, cercanos o lejanos, les permiten que legislen), que dice cómo tienen que ser las cosas.

Y el autor, por más que le busca lleno de la mejor intención y armado con las mejores luces de la esperanza y la academia, parece desencantado cuando escribe al final, respecto de este tema y refiriéndose a los dueños de la granja: Son esos mismos señores los que, libremente, por un acto de decisión, imponen el determinismo”.

En suma, el trabajo citado de Julián Marías, en este capítulo concreto, nos vuelve a enfrentar con un enigma. El que a las izquierdas de la Segunda República Española no les fue dado resolver, cuando se encontraban bajo los fuegos cruzados entre la Montseny, la Pasionaria, Franco, Stalin y Mussolini.
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"Filósofo católico español discípulo de José Ortega y Gasset.
Nació en Valladolid el 17 de junio de 1914. En 1919 se traslada con su familia a Madrid y estudia en el Colegio Hispano. Obtiene el título de Bachiller, en Ciencias y en Letras, en 1931 en el Instituto Cardenal Cisneros.
Con gran esmero cursó entre los años 1931 a 1936 (periodo de la República) la licenciatura en Filosofía en la Universidad de Madrid, fue discípulo de Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, José Gaos, Manuel García Morente, etc. También empezó la carrera de Química, pero la dejó al comprobar que su verdadera vocación era la Filosofía. En los cinco años de carrera se va a cimentar su formación y lo que luego será su vida profesional y personal. Compañera suya de estudios fue Dolores Franco, que desde 1941 sería su mujer.
Lector insaciable, va formando una biblioteca que le permitiría, con apenas 26 años escribir una "Historia de la Filosofía" citando textos originales que tomaba de entre sus libros. Aprende griego por indicación de Zubiri, y leyendo la primera edición de "Sein und Zeit" de Heidegger en 1934 perfecciona el alemán que había aprendido en las clases de bachiller con Manuel Manzanares. Sus primera publicación de cierta entidad es su participación en el libro "Juventud en el mundo antiguo", editado en 1934 (recogía textos de Marías, Carlos Alonso del Real y Manuel Granell) narrando el crucero universitario que en 1933 realizaron estos estudiantes por el mar Mediterráneo, y en el que también participaron Salvador Espriu, Enrique Lafuente Ferrari, Luis Díez del Corral, Antonio Rodríguez Huéscar, etc.). Asimismo, en 1934 publica una traducción de Auguste Comte, por encargo de Ortega y Gasset" Wikipedia.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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