El uso de los crampones

 Se trata de una “herramienta” de vital utilidad. Sus puntas, al penetrar la nieve de la superficie por la que subimos o bajamos, son todo lo que nos mantiene en contacto con este mundo. O con este planeta, para no parecer escatológicos.



Sin embargo su presencia y su modo de usarse es algo que no se discute con énfasis. En México, ya fuera por economía precarizada o por falta de información, se usaban,   hacia medidos del siglo veinte, entre crampones de marcas importadas, austriacos, franceses, alemanes, etc., crampones “hechizos”. En cualquier taller de herrería los confeccionaban. Era un buen esfuerzo artesanal pero sin emplear los materiales adecuados, para las bajas temperaturas, y la dureza del hielo mexicano (muy compacto), no era raro que las puntas se rompieran ocasionando accidentes mortales. O bien no se sabía cómo amarrarlos. O no se sabía cómo pisar la nieve con ellos.

He encontrado un valioso testimonio, cuyo autor es  Agustín Velázquez L. y rescatado por Agustín Tagle, de lo que puede suceder sino prestamos atención a los crampones. Agustín Velázquez fue un testigo presencial de los sucesos aquí relatados pues él participó en la ascensión al Popocatépetl donde se originaron los accidentes. En un momento se refiere a lo que ocasionaron los contratiempos: “amarrados con trapo”. Lo que sigue es un extracto de su interesante y ameno relato, que trascribo literalmente.


Los dibujos con los que acompaño esta nota se deben a la creación de Manuel Sánchez y fueron sacados del libro Técnica Alpina (páginas 110, 112, y 113), editado en 1978 por la Dirección General de Actividades Deportivas y Recretaivas de la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo al dirección de su titular Alejandro Cadaval Torres. Se consideran los modos de amarre con cinta y los de correa.



“Dos grupos del Club Alpinista Coyotes salieron de la ciudad de México, el 19 de noviembre de 1939,  con la idea de subir el Popocatépetl. Hacían ambos grupos un contingente cerca de 50 montañistas.

Nosotros, que íbamos a comenzar la nieve, nos estábamos poniendo los crampones, el sol ya estaba fuerte, Nos dimos cuenta que la nieve que cubría todo el volcán estaba bien lisa y congelada, era un bloque de hielo sólido. En esas condiciones la ascensión se hacía más que difícil, peligrosa. Ya no hacía frío, el cielo muy azul y completamente despejado, una mañana hermosísima.

El grupo retrasado había dado apenas unos cuantos pasos en el hielo duro, cuando de pronto se desprendieron de arriba tres individuos de los grupos del lado izquierdo, venían con mucha velocidad dando vueltas de reguilete de campana y tropezando unos con otros, gritaban terrible y dolorosamente; los de los demás grupos también les gritaban y en un momento cayeron a nuestros pies. Terrible nuestra confusión y miedo al ver que a uno de ellos le salía sangre por los ojos, por la boca y por la nariz, y era que en los encontronazos que se dio con sus compañeros de caída, le habían clavado los crampones en la cara, y le manaba sangre a borbotones.

De los otros dos, uno tenía una mano muy picoteada y otra que durante el descenso metía al hielo como queriendo frenar con ella, resultó carcomida casi toda la carne, pues casi se le veía el hueso. Todo sucedió a pesar de que llevaba guantes. El tercero, mejor librado, tenía una oreja destrozada y un lado de la cara carcomida, también por los golpes en el hielo.
Había podido apreciar que el accidente de estos hombres se debió a que llevaban amarrados los crampones con cintas hechas de trapos; bueno, habían pagado caro ese error. Después de pasados unos 20 minutos, cuatro más de los del grupo de la izquierda caían cual si fueran muñecos.. Contra los reflejos del sol tal parecía que volaban y esto era cierto, porque a veces se levantaban hasta metro y medio de la nieve, y cuando volvían a caer sobre su inesperada pista, levantaban polvo blanco, como si la nieve estuviera muy blanca o estuviera hecha de polvo. Estos también gritaban horriblemente y nosotros también les gritábamos cosas incoherentes como estas: "estate rígido", "cúbrete la cara", "no sueltes el piolet", etc. A estos cuatro ya no pudimos ir a atenderlos, porque cayeron algo retirados de nosotros.


Seguíamos subiendo, y a veces, cuando el cansancio nos vencía por la pesada mochila que todos llevábamos, nos queríamos sentar…
Durante uno de estos pequeños descansos oímos un griterío de arriba y nos levantamos cuando vimos venir sobre el hielo un hombre acostado con la cara hacia arriba y la cabeza hacia adelante, los brazos no los traía extendidos sino rígidos pegados al cuerpo.
Cuando pasó por la derecha, cerca de nosotros también le acompañamos con gritos: -¡NO TE MUEVAS! ¡SIGUE ASÍ!-, y siguió así su carrera y fue a parar a un lado de la cañadita de Las Cruces.

Casi todos los grupos ya iban llegando al borde del cráter, nosotros solamente le habíamos transpuesto más de la mitad y uno de los que ya iban llegando al cráter se vino abajo y todos gritaron: -"¡Allá va otro!"-.

Todos se abrían para dar paso al caído y éste gritaba mientras se deslizaba con velocidad increíble. Este pobre hombre terminó la nieve y siguió en la arena haciendo un surco. Yo no supe más de si lo encontraron o no. Llegamos al cráter y cuando estábamos sobre él cayeron dos más. A uno de ellos trataron de pararlo metiendo un piolet delante de él, resultado: le rompieron una pierna, sacó más heridas de las debidas porque de todos modos no lo pararon, el otro quedó también muy mal herido.

. En la bajada y ya para terminar, uno del grupo Sindicato Mexicano Electricistas quiso echarse un tobogán y se deslizó unos 15 metros, metió los crampones, cayó de boca y allí paró, cuando se levantó tenía la cara como si cien gatos le hubiesen arañado la cara”.


Como sea, hay más peligro en cruzar la calle de una ciudad que en escalar montañas (hacer click en video)



Escalada Peñón del Zorro



También conocida como La Rayada. Se debe a la característica de su pared oeste, que es por la cual se sube, y presenta varias canaletas o grietas verticales. Es un peñón o monolito de  unos 70 metros de alto. Su roca es firme. Hay varios clavos a lo largo de su ruta y en la cima clavos de barreno para el descenso por cuerda.

Se localiza en la cercanía de Pueblo Nuevo, en la carretera que va de Pachuca a Chico, en su sector este. Es decir el que se aproxima a Real del Monte hasta la desviación al llamado Corredor de Montaña. Aquí la carretera se enfila hacia el valle de Las Ventanas.  Pero antes de  la Forestal ( ver plano) se llega a Pueblo Nuevo.








PUEBLO NUEVO CON RELACIÓN A PACHUCA


Esta carretera, para los que llegan a Pachuca, se toma en la entrada de la ciudad en dirección este, hacia Real del Monte, sin necesidad de entrar a la población.
A partir del centro de la ciudad de Pachuca es necesario enfilar por la calle Vicente Guerrero-Viaducto Nuevo Hidalgo- La Españita, para ganar la carretera a Real del Monte. Se trata de la carretera original, también conocida como “La Antigua” o “La de Arriba”.

El camino corto, a partir del centro, es por la calle Matamoros y la Ocampo




Debo decir que esta ruta la subí unas diez veces pero fue hace mucho tiempo. Debido a eso el recuerdo que conservo de sus distancias son aproximadas.

1-    primer tramo de unos 20 metros.
2-    Corredor por el cual se avanza sin dificultad.
3-    4- Grieta o Canaleta que se supera como se ilustra por las figuras antropomorfas de Manuel Sánchez.
Pared oeste 
5-Es el lado norte.

El rappel, tal vez de unos 40 metros, se efectúa por el este a lo largo de un “volado” con tan solo unos cuantos metros de roca a partir de la salida.

Algunos prefieren evitar ese descenso largo por el extraplomo y bajan por cuerda a lo largo de la ruta de subida- corredor y primer tramo.








Este rappel no corresponde al lugar pero es semejante su salida de la cumbre.Foto de José Angel Rubio.

hay más peligro en cruzar una calle de la ciudad que en escalar montañas (hacer click en video) 
 

Escalando con Schopenhauer







Título:
Escalando con Schopenhauer
Autor: Armando Altamira Gallardo
Edición: Secretaría de Prensa del  Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacion al Autónoma de México.
Serie: Cuadernos de Comunicación Sindical número 97
Abril 2010
95 páginas

Uno de nosotros tiene que escribir, si es que esto va a ser contado..De repente me pregunto por qué tengo que contar esto...Ya sé que lo más difícil va a ser encontrar la manera de contarlo, y no tengo miedo de repetirme...Cuento una verdad que es solamente mi verdad...Quizá contar sea como una respuesta, por lo menos para alguno que lo lea...Me cansa insistir, pero acaban de pasar dos largas nubes deflecadas...
Julio Cortázar



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Presentación

El problema  del alpinismo no son las montañas, es el alpinista.
Escalando con Schopenhauer representa  la idealización y el realismo en el contexto de las montañas.  Este trabajo nos dice que ir por los bosques  es poner en práctica el anhelo de libertad a través de diedros, paredes de roca, nieve y hielo,  pero desde una condición social omnipresente.
 El escalador va cargando en su mochila mosquetones, tienda y cuerdas para la excursión pero también situaciones, cosas y modos que son parte de su vida. En derredor de la hoguera o superando un extraplomo, la sociedad del valle está en el alpinista.
Y ésta es la innovación de Escalando con Schopenhauer.  El alpinista no es una abstracción social. Lejos de ser un rosario de ego manías alpinas, vive una cadena de situaciones humanas, con lo  propio o impropio que todo esto significa.
En la prehistoria de la literatura alpina decíamos: “conquistar la montaña”. En el alpinismo moderno el único que se tiene que conquistar es el alpinista.

                                                                  
Popocatépetl visto desde el este, arrojando material  hasta dos kilómetros de
altura.
La cumbre adyacente de la derecha( norte) es la pared de el Abanico.
Foto tomada de (Excélsior) Internet, el 20 de enero de 2018. 
      

                                                                               







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Instalamos las tiendas en el límite del bosque. Diez metros por debajo de donde se levanta la pendiente  desnuda. En el fondo de un abismo increíblemente bello y lleno de nieve, la cabecera norte de Nexpayantla luce  magnífica. Y esta noche por fin las estrellas brillan con intensidad. Tenemos una semana escalando las aristas y mañana  emprenderemos la ascensión de la pared oeste de la Torre Negra.
En una ocasión ha caído tal cantidad de nieve que nos vimos obligados a permanecer treinta y seis horas metidos en nuestras bolsas de dormir. Nos reuníamos bajo la manta que amarramos de cuatro árboles y entre la niebla cerrada preparábamos la comida. Después, como no se veía más allá de cinco metros, y el frío era intenso, regresábamos a las tiendas.
Tiendas individuales que cada quien instalaba donde le pareciera o donde pudiera. Con pequeños y ligeros colchones neumáticos, dormíamos aislados del frió del piso nevado y a salvo de las irregularidades del terreno. Cercana una de la otra, las cuatro tiendas hacían un pequeño campamento trashumante. En la mañana siguiente, si se nos pegaba la gana, cambiábamos de pastos. Mientras el viento no se llevaran las nieblas, quinientos metros más arriba, no tendríamos esperanzas de volver a escalar entre aquella invisible e inmensa olla llena de brumas oscuras y pegajosas. Seguimos cada quien con sus pensamientos en nuestros magníficos refugios de tela de un metro por dos por uno.

 Plano de la vertiente norte del Popocatépetl.

La vida en las montañas se ha abandonado por la gente de la ciudad y ha pagado por ello un costo muy elevado. La ansiedad es una emoción normal y útil, pero que con la inactividad física aumenta hasta convertirse en una patología. La ansiedad mal manejada es la causa que alguna gente  viva problemas que todavía no existen y que probablemente nunca existen fuera de la imaginación. La complicada vida del valle, la propaganda de la industria farmacéutica,  la renuencia de visitar al psicólogo, la facilidad de comprar en la farmacia sin receta y la cercanía del mercado negro, nos ha convertido en el tercer país, después de Estados Unidos y de Brasil, más consumidor de sustancias anti depresivas.
-No se trata de incorporar el ejercicio físico a los viejos hábitos patológicos, sino sustituir estos- observa Yuma-. Hablando de remedios naturistas advierte el doctor Gordón Ewy, profesos y jefe de cardiología en la facultad de Medicina, de la Universidad de Arizona, que: “sería una tontería suponer que por tomar vitamina E se puede seguir fumando o sin hacer ejercicio…Ninguna píldora hace milagros por sí sola. De todas formas hay que comer bien, dejar de fumar y de beber en exceso, evitar el estrés y hacer ejercicio con regularidad”.
 Pueden caer todas las  tormentas de nieve y nada nos pasará en nuestras pequeñas tiendas. La tela es de un material moderno, tan ligero como resistente, a los fuertes vientos, y su forma  conservando el principio iglú, con dos arcos de ligeras varillas oponiendo resistencia hacia arriba, puede soportar el peso de la nieve que cae durante la jornada. A la hora del almuerzo limpiaremos otra vez  su techo y todo volverá a quedar en óptimas condiciones.
Schopenhauer comenta, sólo por decir algo:

Línea roja marca la ruta de ascenso

-Yo digo que caminar y trotar por los bosques de la media montaña es la solución para muchos problemas que hay allá bajo. Vivir bajo la lluvia, el calor, la sed, el frío, sudar la gota gorda, nos ayudaría a encontrar otra vez el equilibrio frente a las delicias de las viandas, el confort y lo maravilloso que es vivir en sociedad. La ciudad es el gran invento del hombre, no su maldición.
-El que tiene patologías en la conducta es reo de su destino, no dueño de nada- dijo Toci -. La obesidad aumenta. La maravillosa tecnología moderna nos ayuda a llevar una vida de calidad o nos vuelve blandengues, según el uso que le demos. En el mundo de allá abajo todo  escasea. Presupuesto para las universidades públicas, agua, aire, dinero, trabajo, gasolina, vivienda, transporte. Todo en la medida que el número de individuos crece. Si a esto le agregamos el no salir de la ciudad…
Por nuestra parte somos felices entre románticos atardeceres, tormentas de nieve, prolongados vivaques y sabrosos pescados y salchichas a las brasas. Así es nuestra vida. Podríamos remontar la pendiente, ganar el borde norte de la cañada, descender  caminando cuatro horas y ya estaríamos en  Cuautla. En traje de baño y lentes oscuros contra el sol, tirados al borde de la alberca, entre bellas turistas, con treinta y cinco grados sobre cero. Pero entonces estaríamos soñando con esta escalada…No seríamos congruentes con nuestros sueños. Y los sueños entonces se nos volverían una pesadilla.


La oeste de la Torre

Estamos conscientes de lo inconsciente, de lo inconsciente no obstante que vale más que un cofre lleno de diamantes: nuestros organismos funcionan bien. La diarrea en situación de montaña es una auténtica lata. Baja las defensas del organismo y complica los desplazamientos logísticos normales. En escalada eso se complica más. Parte de los preparativos para la salida, con la misma acuciosidad que preparamos la mochila, es necesario cuidar las comidas varios días antes de la salida. Las grasas pesadas de la barbacoa, los moles rojos y las verduras sin desinfectar, garantizan un desarreglo estomacal de pronóstico apocalíptico. Ahora estamos conscientes de ello y agradecemos a los dioses de basalto y cerámica.
Queremos hacer la conexión de las dos paredes y después seguir al Pico Mayor del Popocatépetl. Es una doble imprudencia. La escalada en sí y las condiciones eruptivas en las que se encuentra el volcán desde hace dieciséis años. Por fortuna en el diccionario del alpinismo no existe la palabra imprudencia. Sería una redundancia. El alpinismo en sí es una imprudencia. Para unos es un modus vivendi y para otros una diversión, pero la etiqueta sigue siendo la  imprudencia. Esta imprudencia, cuando se practica el alpinismo en grupo, así sea en una cordada de dos, tiene el gran atenuante que se trata de experiencias comunicables.
 Como sea, nos parece que vamos a intentar la escalada más bella. Al decir la más bella estamos conscientes de la naturaleza subjetiva del asunto. A otro le puede parecer la más horrible. Esas categorías no obligan a nadie. No son boletas del pago del predial o recibos mensuales de TELMEX. La belleza o  dificultad de una montaña nada tiene que ver con la montaña. Más bien tiene que ver con la química del escalador. Es asunto enteramente  del estado mental y físico del escalador
-    Yo le agregaría-dijo Schopenhauer- del estado cultural. Hay pueblos ricos y bien alimentados que no dan una.
Para que el  lector tenga una idea del contexto de esta expresión debe saber que Schopenhauer tiene en su casa una biblioteca, con tal cantidad de libros, que ninguno de los aristócratas del siglo diecinueve soñó jamás. Pero lo más importante de esa fabulosa biblioteca es un letrero en letras minúsculas,  casi perdido en un rincón, que reza: “Si al final de mi vida el balance es que no supe convivir positivamente con mis semejantes, favor de vender todos estos libros en el depósito de fierros viejos.”                                                                        


Popocatepetl desde el NW.La pared triangular abajo a la izquierda es la Oeste de la Torre Negra, la pared a media altura de la montaña es la norte del Abanico y arriba el borde cimero del volcán, que es lo que se conoce como Pico Mayor





                                                                              
vía de escalada Torre-Abanico-Pico Mayor


                                                                              2


Toci y Yuma subieron, a la izquierda,  por la vía Salazar – Méndez, apenas amaneció. Lleva este nombre en recuerdo de los dos escaladores que trazaron su primera: Heriberto Salazar y José Méndez (libro Alpinismo Mexicano, editorial ECLALSA, 1972). José Méndez  fue el que realizó la segunda solitaria a la pared norte de  Benito Ramírez, en el Circo del Crestón, macizo de Las Monjas, Chico, Hidalgo.
Desde el punto donde se inicia la escalada de la Torre, a la cumbre, hay cerca de doscientos metros de desnivel. La ascensión se hace en cuerda sencilla. Fueron por el primer tercio de este tramo que se gana con suma facilidad. Después la pared se hace  vertical pero sin que sea necesario colocar algún clavo. Se reunieron hacia el centro de la pared,  en sentido vertical,  en el lugar conocido como La Cáscara.
Subieron vertical durante otros ochenta metros. Sólo colocaron dos clavos. El terreno es poco consistente por la erosión. Después efectuaron una travesía horizontal hacia la derecha de todo un largo de cuerda. Colocaron otros dos clavos en este trayecto. Hacia el atardecer ganaron otros veinte metros sin obstáculo y llegaron a la cumbre. Aquí ambos tuvieron el mismo pensamiento: la pared se sube rápido o no se sube nunca. La dueña de la casa no está lejos. Tal es la característica de la roca constantemente castigada por las condiciones climáticas de la alta montaña.
Schopenhauer y yo empezamos a escalar de más abajo, trepando una cresta hacia la derecha, con la idea de seguir la ruta que trazáramos Salim Kalkach y yo en aquella misma ocasión de la conquista. La ascensión tiene doscientos cuarenta metros de desnivel. Se sube enteramente libre. Se gana el vértice de la arista mencionada y luego avanzamos hasta llegar un poco antes del final, donde encontramos un tramo delicado en el que tuvimos que ir con mucha precaución. Después de eso quedamos situados al pie de la pared vertical. Luego evolucionamos  unos metros hacia la derecha mientras subíamos. Volvimos a la izquierda hasta quedar situados al pie de una chimenea de unos quince metros de alto. Superado este lugar se llega al punto donde convergen las dos rutas y que es, cuando la pared se cubre de nieve, una franja que conduce directamente a la cumbre.


La cumbre de la Torre Negra, la pared del Abanico y el Popocatépetl.

La altitud de cuatro mil trescientos metros, en la que nos movemos las cordadas, se deja sentir por cierto agotamiento. Y debido a la dificultad que significa avanzar por un terreno inestable. Tenemos mucha hambre y en la cumbre sacamos de nuestras mochilas una pieza entera de pan pumpernickel que acompañamos con sendos tragos de vino tino de Baja California.
La tarde esta avanzada pero nos quedan algunas horas de luz. Ahora sentimos plenitud en nuestro estado de ánimo y las condiciones del tiempo y el impresionante panorama montañoso que tenemos en nuestros pies, nos parecen las cosas más bellas. Eran igualmente bellas cuando estábamos por la mañana al pie de la pared a punto de iniciar la ascensión. Pero un complicado mecanismo subjetivo del que no se puede librar tan fácilmente, marcaba nuestro estado de ánimo, con molestas aprensiones. Desde aquí la cañada Nexpayantla, bellísima e impresionante, corre durante varios kilómetros hacia el oeste llena de nieve. Como dice Schopenhauer que todo es cuestión de química, debemos aceptar que el vino tinto empieza a  hacer su  efecto. La etiqueta de la botella dice: “con efecto agradable”. En el estante de la tienda otras botellas decían: “Con efecto asesino”. Otras: “Con efecto sensual”.
El año pasado descendimos por la cañada Nexpayantla., a partir de Cruz de Coyotes. Después del último rappel las paredes elevadas se juntan mucho en la parte superior. Un venado quiso saltar de un lado hacia el otro, no lo logró y quedó muerto entre la nieve del piso. Cuando pasamos nos dimos a la tarea de destazarlo, cargamos cuánta carne pudimos en nuestras mochilas, y esa noche cenamos abundantemente carne de venado en una choza de San Pedro Nexapa, en la cual nos dieron abrigo.
                             
                                 

1-TORRE NEGRA
2-ADORATORIO NEXPAYANTLA
3-ABANICO
4-PICO MAYOR
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Al punto nos reponemos, volvemos a echarnos nuestras mochilas al hombro y nos despedimos. Yo descenderé a Amecameca a comprar víveres y remontar de nuevo la pendiente para alcanzarlos en el refugio El Queretano, al pie de la pared del Abanico.
 Pero la escalada me ha agotado y sólo logro descender algunos kilómetros. Cuando se hace de noche busco los pastos más altos y ahí instalo mi tienda “ratonera”. La mejor manera para acampar  es al abrigo de la maleza. Se está protegido contra los vientos que llegan y contra los depredadores que, en caballos, pueden subir desde los valles lejanos.
En los últimos años las montañas se han vuelto muy inseguras para los alpinistas. En algunos pueblos subyacentes, más altos pegados a la montaña, se han dado asaltos y hasta asesinatos. Esta situación perdura a través del tiempo. Hace algunos años dos jóvenes montañistas, que acampaban a la orilla de la Laguna del Sol, en el carácter del Nevado de Toluca, fueron asaltados y asesinados. Después un grupo de 25 montañistas, de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue asaltado en la cumbre del Telapón, arriba de Río Frío, resultando muerto por bala, en la cabeza, uno de ellos. En la cumbre más alta del Ajusco se encontró, ahorcado, un joven estudiante universitario, después de permanecer colgado de una cuerda,  dos días, de uno de los brazos de la gran cruz de cemento que hay en el lugar. En los bosques de la primera caja de agua, de San Rafael, lado suroeste de la Iztaccihuatl,  muchachas y muchachos fueron asaltados y violados mientras acampaban. En el lado sur de la carretera Amecameca-Tlamacazcalco, un poco antes de llegar al albergue, hay un lugar despejado donde cada año acampaban grupos  de alpinistas extranjeros, de hasta cincuenta. En una ocasión fueron asaltados y ese lugar jamás volvió a ser visitado.
Ahora ni  los alpinistas por deporte ni los geólogos por profesión, pueden ir libremente por las montañas como dos décadas atrás. Son asaltados para robarlos o son ahuyentamos a balazos para impedir que pasen por ciertos tipos de sembradíos… Las luchas contra el crimen  organizado hasta ahora son de gobiernos pero no del Estado. México es uno de los países en el planeta que menos invierte en educación pública. El resultado lógico son hospitales y cárceles saturadas. Sólo bastaría invertir el concepto: la educación pública no es gasto,  es inversión. Acabo leer en El Faro, suplemento publicado por la UNAM, número75 de junio de 2007, página 8, que “En México hay un científico por cada 8,660 habitantes, aproximadamente. En Estados Unidos hay un científico por cada 237 habitantes, en Francia uno por cada 184, y en Brasil un científico por cada 2237 habitantes….En Brasil  se gradúan, con doctorado,  cerca de 10,000 estudiantes al año, mientras que nosotros graduamos poco más o menos 1,500”.
El viento heladísimo barre con fuerza  aquella ladera de la montaña. Pero ya he dicho que mi pequeña tienda está construida a prueba de vendavales de alta montaña. Y la muralla de la maleza me protege de manera excelente. Antes de entrar veo las nieves del Abanico iluminadas con la luz roja de los últimos minutos. Hacia la derecha, en el sector oeste de la pared, está la más bella travesía de alta montaña de México. La trazamos Salvador Alonso Medina y yo hace tiempo. Los detalles están en el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos
Contra mi costumbre, esta vez he olvidado cortarme las uñas de los pies y empiezo a resentirlo en la prolongada bajada. Por fortuna traigo en mi mochila un cortaúñas.
En  este momento el volcán permanece libre de toda manifestación ígnea. La inmensa columna que sale de su carácter y que tanto alarma a la gente, ha desaparecido. Por su ubicación geográfica, tan cercana a la ciudad de México, Popocatépetl es ancestralmente la montaña más frecuentada. Existe desde épocas remotas en el universo mágico de los mexicanos y sus códices. Fue ascendido  al menos desde el año 1,287, año 3 caña, según relata Chimalpain (Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, Fondo de Cultura Económica, 1965, página 145). Este “al menos” quiere decir que está debidamente documentado y se puede consultar. Seguramente antes que eso hubo más ascensiones pero nada podemos asegurar al respecto sino tenemos algo en qué apoyarnos. Para la gente agrícola del presente aun es “Dios Popocatépetl”, como hemos constatado personalmente en los pueblos de su vertiente sur.  Popocatépetl ocupa la poesía, la leyenda, el mito, la geología y la referencia oral. Pero sorprendentemente es escasa su referencia bibliográfica, y aún la hemerográfica, en la literatura alpina. Este vacío  corresponde a la exigua práctica de escribir de la gente del alpinismo mexicano.
Relacionado con esto subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba  el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia  llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras,  hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador? Me pareció que deberían existir mejores maneras de pasar el tiempo.


Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas  a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista.  Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada  tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos de manera fraternal.
Felizmente encontré ahí a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré  al veterano y gran montañista  Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla

Se señalan las dos rutas de  la Torre Negra.

y  a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último,  presidente de la FMDME. Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido  unos 15 años atrás), autor, éste último, de Guía del escalador mexicano .Concluimos que es necesario escribir.
Después los perdí de vista a todos  y no sé hasta donde han caminado con el propósito de publicar. En aquella ocasión, al filo de la medianoche, llegamos a una conclusión: los escaladores  dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. La segunda conclusión fue  que nos gusta escribir lo exitoso  y callamos deliberadamente  lo humano. Sobre todo lo demasiado humano. Ningún montañista tiene acidez estomacal, nadie tiene miedo de morir, a nadie le dio diarrea por las carnitas que comió en el mercado, nadie dijo que el grupo le era molesto… Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros  no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me  pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

                                                                    Amecameca

En Amecameca, como en los pueblos subyacentes de las montañas frecuentadas por los alpinistas, efectivamente, se nota la escasez de alpinistas extranjeros. Dos o tres mal vivientes del rumbo perjudican al comercio, restaurantes, hoteles, artesanías y trasporte. Sino por seguridad social, ética o moral, las cámaras de comercio de esas localidades están presionadas a sanear su contexto social por la pura defensa de sus intereses económicos.
En el país no se ha mostrado interés por invertir en ciencia, tecnología y cultura y ese es el resultado. El porcentaje del Producto Interno Bruto  destinado a este rubro, cuando escribimos el presente trabajo, oscila entre 0.3 y 0.4, mientras que  Suecia le destina el 4.5, Finlandia el 3.5 y Estados Unidos el 3.
Schopenhauer, como muchos filósofos, evita las cifras y dice las cosas en metáforas. Con relación a este tema tiene una: “Si caminas como pato, tienes plumas de pato y graznas como pato, eres pato.”
                                  
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A las once de la noche  empujo la puerta del refugio El Queretano,  en los 4,700 metros de la vertiente norte del Popocatepetl, y me libero   del aire huracanado y la nieve  que azota a la Sierra Nevada. Es el primer día del invierno de 2009-2010. Nadie puede acercarse a esta montaña pues se encuentra en plena actividad volcánica desde hace años. He tenido que esperar a que anochezca para burlar la vigilancia de Paso de Cortés. Remonté desde un kilómetro antes hasta alcanzar el borde norte de la cañada de Nexpayantla y, sin encender mi linterna,  emprendí el penoso ascenso de casi mil metros de desnivel en una ladera envuelta entre la noche,  el viento y la nieve. Abajo eran pequeñas bolas de hielo pero en esta altura son   plumas de nieve. La pesada mochila parece empeñada en desbaratar mis clavículas. También tengo la impresión que ahora la montaña es más alta que la primera vez que la subí. Subíamos corriendo. Ahora se que llegará el día que Popocatépetl esté tan alto que ya no podré subirlo… Me consuela saber que esta intuición no la tiene los perros, sólo los humanos. Eso dice Schopenhauer, que es un apasionado del antropocentrismo.

Todavía hay nieve en el corto sendero que me lleva al refugio de dos aguas, estilo tienda india. Casi ha desaparecido el lugar conocido como “La Cueva” que era una gran oquedad de hielo en este rincón de ladera norte del volcán. Más arriba, hacia los 5,300, existían grandes grietas de hielo  que ahora ya son historia. Las corrientes de viento cada vez menos frías las fue desapareciendo. Pero mi intuición me dice que un día los hielos volverán. En realidad es una trampa mi famosa intuición: acabó de leer algo de geología.
Resiento el cambio violento de altitud y debo hacer alto para recuperar la respiración y el ritmo cardiaco. Las tablas de aclimatación dicen que  mil quinientos metros de desnivel  se deben subir,  de manera gradual, en una semana.  A partir de Amecameca yo acabo de ascender dos mil doscientos en tres horas, incluidos los tramos de carretera que hice en taxi. No es ninguna marca, así es el estilo del alpinismo mexicano.

Tradicionalmente las consecuencias han sido desastrosas con la presencia del mal de montaña que abate a los alpinistas además de  complicaciones pulmonares mortales en menos de doce horas. Algún día aprenderemos a consultar las indicaciones de la ciencia médica. Creo que eso del ritmo cardiaco es un asunto que sólo preocupa a los montañistas que han cumplido los cincuentas.

Por ahora todo se ha ido de esta montaña. Las  laderas que llevan al Popocatépetl están solas. La actividad volcánica ha ahuyentado a los hielos y a los hombres. Un día todo se restablecerá y los alpinistas volverán a trazar libremente sus caminos en la nieve. Y la Convención de Ginebra se habrá anotado un triunfo reduciendo grados calientes del cielo global. Hay esperanzas pues los de Ginebra son grandes amigos de los que establecieron el Día Mundial del no Fumador. Dejan de fumar un día y fuman 364 días. Schopenhauer dice que mejor deberían instaurar el Día Internacional del sí Fumador. Fumarían un día y dejarían de fumar 364 días…

Mientras subo, pujando como el Pipila bajo el peso de mi mochila, empapando de sudor mi gorra estilo La isla de Giligan, pienso que venir a las montañas es regresar a la realidad. En el valle pueden incubarse fantasías y el desarrollo del niño estar defectuosamente socializado. Históricamente, al menos los últimos seis mil años, la práctica ha sido de guerras entre los habitantes del planeta. Recientemente el cine y la televisión y los video juegos sólo proyectan imágenes de violencia.¿Por qué sorprenderse del pensamiento asesino que hay en nuestras ciudades si eso es lo que se ve desde niños? fantasía negativa que desemboca en una realidad negativa. La psicología social de las universidades hace su mejor esfuerzo por revertir ese pensamiento patológico tan generalizado. Un golpe de viento frío entre la noche, y la soledad de las cumbres, pueden hacernos volver a aquella realidad que edificó civilizaciones y culturas. El pueblo mexicano es un pueblo ancestral y moderno, sano, laico, mágico, religioso, emprendedor, estudioso, pero alguien lo ha encochinado. Las adicciones y su contexto de violencia  son el mejor ariete del neoliberalismo para desbaratara la familia que, según sostienen diversas disciplinas académicas, es la base de la sociedad progresista.

En el lugar hay completa oscuridad. Pero yo sé que  está habitado.  Una voz femenina se escucha desde la litera superior de la derecha. Es Toci, la muchacha más audaz para escalar que conozco. Acaba de pasar tres meses viviendo entre las altas montañas del sector central de los Andes y bajaba a Cuevas, en el lado argentino, donde tenía rentada una habitación.  Ahí le entregaban su correspondencia de las expediciones que, por computadora,  solicitaban  sus servicios de guía para todo ese sector de los Andes y aun hasta el lejano Mercedario cuya cumbre   sobresalía más allá de un mar de montañas nevadas  hacia el norte. Juntos habíamos explorado durante dos temporadas la sur del monte Ameghino. Una pared  arriaba de los cuatro mil, con roca, nieve y hielo, que podría ser terreno de escuela para escaladores mexicanos de altos vuelos.


Al terminar su compromiso con alguna de las expediciones que la contrataba, Toci bajaba a Santiago, Chile  o a Mendoza, Argentina. O en un plan intermedio,  descendía junto con el grupo  nada más  a Uspallata, bebían  una cerveza y regresaban para subir el Tupungato. En la despedida de otro  grupo expedicionario cenaban y bebían vino en Mendoza. Con frecuencia esas cenas se volvían veladas literarias y se la pasaban comentando  a Faulkner, Horacio, Jünger, Jaeger, Tolstoi, Bukowski, Rafael Pérez Gay, Enrique Jardiel Poncela…Dependía del origen del grupo.




La Transversal del Abanico. En la foto Salvador Alonso Medina, al final del primer recorrido a esa ruta.

Toci llevaba expediciones a través de las laderas de las montañas pero lo suyo era la escalada. Los panoramas verticales le atraían sobre manera.


Mendoza le fascinaba a Toci. Empero, cuando en Mexico le preguntaban por la ciudad sólo acertaba a decir: "Mejor vino que en Medoza, imposible". 

¿Cómo una muchacha tan hermosa  anda por el mundo escalando montañas? La cultura para Toci era determinante en la vida de la mujer. En la Universidad Nacional hay mujeres de alto nivel académico. La escuela en general, y de manera especial la cultura, tiene que ver con las madres prematuras. Para que no pensáramos que estaba  externando ideas personales, citaba resultados de investigaciones universitarias. En México nacen cuatro niños cada minuto y uno de ellos es de madre adolescente:”El porcentaje de mujeres que no fueron a la escuela o no completaron la primaria, y que a los 15 años ya han tenido sus primera experiencia, es 10 veces superior al de quienes llegaron al menos al bachillerato”(Gaceta UNAM, 28 de febrero 2008). En torno a esta realidad,  Rosa Beltrán, directora de Literatura de esta casa de estudios, dijo que “La lectura es una actividad que proporciona una auténtica liberación mental y cultural (Gaceta UNAM, 3 marzo 2008).

- Al margen de las corrientes psicoanalíticas que empezaron el siglo diecinueve en Europa- agrega Yuma-, en el que la mujer no salía bien librada del todo, los mexicanos tenemos desde hace milenios la convicción que sin la mujer lo mejor sería largarse de este planeta. La bisabuela, la abuela, la madre, la esposa, la pareja, la hija, la nieta. ¿Que bicho  patológico puede imaginar un mundo sin ellas?…Tres millones de madres solteras mexicanas están más allá que cualquier psicología y economía sana pueden soportar…El pueblo mexicano, como todos los pueblos de origen asiático, somos muy respetuosos con los abuelos. Pero tres millones de hijos sin padre pueden instalar  entre nosotros, y con toda razón, el sentimiento del parricidio, tan común entre los países del individualismo. Allá, en nombre de la formación auto independiente, los abandonan a los dieciocho años de edad (con su respectiva beca para estudiar), aquí los estamos abandonando antes de que nazcan sin siquiera proporcionar a la madre pensión alimenticia.

 Toci descendía ocasionalmente hacia la bella Uspallata


Otra voz escucho desde el compartimiento de la pequeña cocina del refugio. Era Schopenhauer. Escalador especializado  en rocas erosionadas arriba  de los cuatro mil quinientos. Donde los cuatro apoyos, que podían  quebrarse al mismo tiempo, ahí gustaba    dirigirse él. No por inclinación masoquista sino porque, decía, más arriba de los cuatro mil la roca empieza a erosionarse. El que no practica bajo esas condiciones tendrá que seguir escalando en los tres mil o en los dos mil o en los mil... No es cosa de modas o de ego alpinos, es algo matemático, mejor dicho, algo geológico…  
La temporada pasada Schopenhauer había desarrollado un curso de escalada en paredes y agujas de la sierra de Pachuca en su sector de los Frailes, con jóvenes de la Ciudad de México.

-¿Qué les enseñaste?- preguntó Toci.

-Manejo de cuerdas, nudos, cosas así.

-¿Propiamente de escalar?

-Nada. Todo eso ya lo sabían. Desde que el humano era recolector todos los días subían y bajaban por árboles, laderas y peñascos. Esos principios están grabados en nuestro pensamiento y genes. Cuando en las escuelas de montaña les dicen a los jóvenes que les van a enseñar a escalar, equivale a decirles a los castores que les van a enseñar a construir su casa.

Mañana  subiremos los cuatro  la pared norte del Abanico.

Hubo años en que esta pared estuvo desierta después que Ubaldo Martínez, Jorge Hernández y otros escaladores del Club Quetzales, fueron explorando cada parte de la pared. Trabajos que habían culminado en 1956.  Al final buscaban la salida hacia la izquierda y alcanzaban la Flecha del Aire. Fue una empresa extraordinaria para su tiempo y que, diez siglos más tarde, seguirá ocupando un lugar muy especial en los anales del alpinismo mexicano. O lo que tarde  el viento,  el volcán y el hielo, en desaparecer  su pared…

-Después de eso la pared del Abanico quedó sola-comenta Schopenhauer-. Su historia es inversa a la historia de otras montañas. Cuando se consigue la primera ascensión y el velo  subjetivo de lo inabordable ha  caído, esa montaña empieza a ser muy frecuentada por todos. Aquí ese proceso no pasa de ser una fantasía.

-La pared del Abanico es parte de uno de los aparatos volcánicos más altos de México- dice Yuma-En realidad gran parte del territorio mexicano es un aparato volcánico. Para donde volteemos hay un cráter. Eso debería de motivar a la gente a conocer más de vulcanología. ¡Vive sobre volcanes! Pero volcanes que pueden volverse activos otra vez. Viven sobre laderas que se desgajan en temporadas de lluvia, cerca de ríos que se desbordan, junto a las playas que alcanza el tsunami, de volcancitos y volcanzotes que pueden volver explotar (sólo es cuestión de tiempo),  en suelos de cuencas a las que recientemente se les vació de agua y en las que los edificios se van de lado  con tan sólo un sismo de tres grados. Y los edificios algo pesados se hunden cinco centímetros cada año. Hace poco asistí a una conferencia sobre vulcanología sustentada por varios académicos, en el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional. Se refirieron a la importancia de los volcanes en la vida del humano. Muchos de los recursos naturales de la vida están íntimamente ligados a la disolución de las rocas volcánicas. Todo lo que esto significa para la alimentación, para la industria en general y la farmacéutica en particular. Pero que también las cenizas derivadas de una erupción volcánica afectan significativamente las vías respiratorias de los humanos, además de impactar de manera importante la vegetación del entorno. Se refirieron al Popocatépetl, volcán de Colima  y al Chichonal. El Chichón once veces ha desaparecido a la humanidad cercana  y once veces la humanidad ha vuelto a construir sobre el Chichonal.

Esos  escaladores del Club Quetzales fueron los que subieron por primera vez las agujas cimeras del Glaciar de Ayoloco, en la vertiente oeste de la Iztaccihuatl. Pocos lugares tan alpinos para escalar como estas agujas rocosas. A Raúl Revilla, de Pachuca, Hidalgo, con su escalada temprana de la norte Las Goteras, en cuanto a la utilización de técnica artificial se refiere, y a Ubaldo Martínez, con la conquista de la norte del Abanico, se deben que el alpinismo mexicano haya salido de la prehistoria. Sólo les faltó escribir.

-Escribir es semejante a alguien que tiene una cuenta bancaria. Entre más dinero meta más situaciones podrá resolver, sino él, la generación que le suceda.

- Hay de alpinismos y alpinismos- me atrevía opinar.
Schopenhauer respingó:

-No se puede hablar de un alpinismo mexicano de 1950 y otro de 1970 y otro de 2025. Como si cada uno de ellos empezara de cero. La regla invariable es que un cambio produce otro cambio. Hay una secuencia ininterrumpida de sucesos que se van encadenando, degradándose o superándose, pero siempre con la referencia del anterior.

A partir de aquí tendremos problemas con el agua para beber. La cañada quedó muy abajo y las nieves están muy arriba. Nuestra esperanza son las nieves de las repisas superiores de la pared.

 Son escaladores que gustan de la alta montaña, con sus rocas podridas, sus  diedros barnizados y hielo y corredores llenos de nieve. Sin embargo cada uno se desempeña mejor en un terreno en particular. Hacerlos cambiar de preferencia era como querer que cambiara la forma de sus orejas o el color natural de sus cabellos.  Si la propaganda no miente, Van Gog no pudo pintar como Rafael, o viceversa. Cada quien su rollo de tela…

-Los universales nacen universales- dice Yuma, el cuarto componente del grupo- Los aciertos y los errores en montaña son parte de nuestra naturaleza. Aunque nos gusta creer que los errores nada tienen que ver con nosotros mismos.

--¿Es decir que somos pura  determinación?

-Schopenhauer otra vez respingó:

-El recurso pedagógico es un buen intento de alejarse  del Neandertal. Pero, lo he dicho mil veces, el hombre malo nace con su maldad como la serpiente nace con sus colmillos ponzoñosos y su bolsa de veneno y no puede cambiar su naturaleza.

Con Yuma hice el año pasado, durante una semana, las nortes del Circo del Crestón. Dormimos una noche en la repisa superior de la Rosendo de la Peña. Metidos en nuestras bolsas de dormir, apoyados en la pared, luego de la cena,  tomamos una taza de café y veíamos en la lejanía las grandes manchas de luces de Chico, Atotonilco el Grande y San Nicolás Xate, más allá de Amajac.

 De Pachuca subíamos hacia la sierra caminando hasta el Circo del Crestón.

Yuma dijo que junto a un chimpancé seríamos más lentos en subir. No tanto por diferencias geonómicas sino debido al síndrome de la inmovilidad en el que hemos caído en la vida civilizada.

-Y el abuso de carnes rojas que componen nuestra dieta. El sedentarismo en México es de entre sesenta y ochenta por ciento, publicó recientemente la Federación Mexicana de Diabetes. Agrega que hoy día, los niños realizan setenta por ciento menos actividad física que hace treinta años.

-Con todo, la técnica para escalar, sus tenis ni sus polvos, son los que van a revolucionar al país alpino de los mexicanos sino su escritura.

-Coincido contigo. Un buen logro sería una literatura para ser leída-dije.

-Pero lo mejor será cuando seamos capaces de una literatura para ser discutida
Queremos hacer la conexión de las tres paredes del Abanico. Sería la segunda escalada integral por el centro de la norte. Hace años seis escaladores de la ciudad de México la subimos.   En aquella ocasión yo iba al frente de la  cordada. Ahora el primer día Schopenhauer  irá adelante, Yuma, yo y Toci cerrará la marcha. Al final de la escalada la muchacha irá al frente del grupo.

Las estufas ronronean a todo lo que dan y un olor a tocino llena el lugar. Schopenhauer es un buen cocinero y ha pedido que lo dejemos  solo en la preparación de la cena. En el fondo, sobre su  litera de madera helada, Toci destapa   una botella de  Johannisberg, el viejo vino del Rhin, cosecha 1865. Un verdadero tesoro. Opina que  en ambientes tan fríos se necesitan las calorías. Es del año que Whymper conquistó el Matterhorn. Y nos reparte un buen trozo de pan pumpernickel acompañado con queso de Oaxaca.

-¿Un vino alemán cosecha 1865,  dónde conseguiste semejante tesoro?

- En Tepito.

- Conozco al menos una razón por la que la gente no viene a las montañas de manera masiva, como sería para conservar la salud- dijo Schopnhauer-.  Durante mucho tiempo se cuidó que el laicismo no fuera desplazado de los centros de educación media y superior. Cuando se dieron cuenta los estupefacientes habían penetrado esos planteles que arrojó al rincón  cualquier tipo de filosofía educacional. ¿Para qué sirve un muchacho religioso pero drogado?, ¿lo mismo que un joven laico drogado? Ahora en casi todos los planteles de la Escuela Nacional Preparatoria han emprendido una cruzada contra las adicciones en las que interviene  directivos, académicos y trabajadores universitarios. Se valora el costo institucional, social e individual, por el consumo de esas sustancias y sus crueles consecuencias. El adicto gasta dinero en su compra, el Estado  en el tratamiento médico y en el mantenimiento de los hospitales para esta clase de enfermos…

Empieza el invierno y estamos al pie de una bella  pared de roca, nieve y hielo. Su altura es de trescientos cincuenta metros y su caída, hasta Cruz de Coyotes, en el fondo de la cañada Nexpayantla, de mil quinientos metros. El Abanico  es una montaña que se desintegra, que cambia su elegante forma  por un pobre hacinamiento de guijarros a la entrada de Nexpayantla. El viento, la denudación y los violentos cambios de temperatura la desintegran día tras día. Por las noches, las caravanas que pernoctan en el refugio El Queretano, suelen escuchar, espantados, las

Llegada al refugio El Queretano (4,700m.s.n.m.) vertiente norte del Popocatépetl

explosiones que hacen los grandes bloques de roca que el hielo desprende de la pared y van rodando a grandes saltos  hasta perderse en el fondo del abismo invisible. El agua del deshielo durante el día se mete entre las grietas de la pared y, al bajar la temperatura por las noches, se congela, hace presión en las paredes internas de la grieta y, como dinamita, estallan los grandes bloques.

Hay que intentar esa escalada con el mayor entusiasmo y la mejor logística. Lo demás depende de un golpe de suerte. Los golpes de suerte no son raros ni en la ciencia. Por ejemplo, en la paleontología.  Las pisadas de tres homínidos, antepasados del hombre, con una antigüedad de cuatro millones de años fueron encontrados debido a un golpe de suerte, cerca de la garganta de Olduvai, en Tanzania, África. Gracias a esas pisadas, los paleontólogos pudieron saber que desde entonces nuestros antepasados ya caminaban erguidos y libremente iban por todas partes. Con las manos libres para subirse a los árboles. Son los antecesores de los actuales escaladores.

- Todo escalador está familiarizado con estos golpes de suerte-dijo Toci-. Por ejemplo el postrer manotazo que en plena caída encontró un asidero, la pequeña roca que procedentes de la cumbre pasó con la velocidad de una bala a diez centímetros de nuestra cabeza, el hielo que saltó de la montaña  por donde franqueamos el paso…

Sector Torre Negra-Abanico
Con la pared del Abanico, prácticamente sobre nuestras cabezas, y que se trasforma día tras día,  Toci se acuerda de Heráclito de Efeso, quinientos años antes de Cristo, que aventuró la idea que todo cambia. Todo es un continuo cambio.  Para devenir.
La línea que siguió la escalada empieza en el fondo del lado derecho,alcanza la cumbre de la Torre Negra, que se ve en el primer término,al pie de la foto.Sigue hacia la arista,alcanzando el refugio El Queretano( 4,700m),se interna en el centro de la pared del Abanico y, de la cumbre de éste, continúa hasta la cumbre más alta del Popocatépetl,que es la del fondo superior ( 5,452m.s.n.m)





 








Entonces nos obligó a imaginar un gran cráter, ya destruido, pero cuyos restos eran precisamente el Abanico, cuya pared tiene orientación norte, más abajo la Torre Negra, que da al  oeste, y en el borde  norte de la cañada, el Peñón. ¡Como los restos de un gran cráter! Es decir que el Popocatépetl  Uno pasó para dar origen al Popocatépetl Dos, que es el que conocemos y hemos subido.

-Parece razonable- dijo Schopenhauer, pero es asunto de vulcanólogos. Nosotros somos montañistas.
Afuera  la temperatura exterior ha bajado todavía más. Por efecto del viento, hay cinco grados menos que en el interior del recinto. ¡El viento de las alturas superiores  pegará con fuerza en la pared!
 El viento sopla tan fuerte que se ha llevado a las nubes y ahora se ven de nuevo las estrellas. Allá abajo los valles hace tiempo  han desaparecido y en su lugar mil luces se han encendido invadiendo hasta las cañadas de las primeras estribaciones. 

Les he traído de Amecameca dos pollos y un conejo rostizados a las brasas. Con las bajas temperaturas, y el apetito voraz de mis compañeros, no daremos tiempo a que la carne se descomponga.
                         
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A las cinco de la mañana nos levantamos a arreglar lo que vamos a subir. La boca me sabe a cobre. Somos de la generación que no usa cepillo de dientes durante toda la excursión ni jabón ni cremas antisolares. Casi neandertales. El frío es tan intenso que los mosquetones se pegan a las manos. Narices y orejas están tan frías que parece que al menor roce se quebrarán. No es  fácil hacer que alguien se ponga de pie a esas horas y bajo esas temperaturas  y hay que hacer un esfuerzo de voluntad nietzscheana.  Después de desayunar nos damos a la tarea de preparar el té endulzado con miel  que llevaremos.

La pared  del Abanico


El problema más grande del alpinismo  es él alpinista. Tal vez egomaníaco, soñador, social, estepario, disciplinado, desnutrido, sobreproteinizado, informado, empírico…. La montaña sólo es una secuencia de desniveles, redondeces y aristas. Todas se pueden abordar. Pero se necesita la disposición, la técnica y la habilidad necesarias. El alpinismo no es asunto de geografía sino de humanidad. ¿Qué  licuado de las posibilidades mencionadas arriba dan la fórmula para afrontar esta escalada?

Estas caminatas al amanecer son formidables. Se comienza a caminar todavía un poco dormido y a los pocos minutos se está sumergido en pleno ejercicio ascendente. El corazón golpea fuerte, el estómago hace circo y los pulmones se extienden al máximo, en tanto el sudor corre ya  por la espalda. Nos paramos un minuto, damos un trago al te,   todavía caliente, y no tardamos en pegarnos al granito o como  se llame esta roca podrida, espuma vomitada de las entrañas del volcán. Aunque avance por tezontle, el escalador gusta decir “granito.”

El alpinista es un ser finito y limitado que se rebasa continuamente. En cada salida a la montaña se acerca a sus límites. Y en ocasiones se ve obligado, por las circunstancias, a trascenderse o perecer. Cada  ascensión  es el nacimiento de un Quetzalcoatl. Un renacer que deja atrás la  vieja envoltura. ¿Para qué? ¡Sólo para empezar a soñar con otra nueva envoltura!

Hemos rodeado El Castillo y bajamos por la pendiente de piedras sueltas.  Amanecía cuando llegamos a Nido de Palomas. Es una pequeña pared que está a la izquierda en el principio de los corredores.  Sin calzarnos los  crampones  remontamos la pendiente de nieve, sucia y llena de pequeñas  piedras  del primer corredor de la base, a fuerza de tallar escalones con el piolet o de un golpe con la punta de la bota. Desde ahí podemos distinguir algunos cables  abandonados. En la última década se  han lanzado varios ataques a la pared que, obviamente, han resultado inútiles.

Ithualco, el gran puerto que hacen el Popocatépetl y la Iztaccihuatl,  presenta ya  a estas horas tempranas  un deterioro ambiental en los sistemas biológicos y geoquímicos. No obstante que el “paso” histórico se encuentra casi en la altura de los cuatro mil metros sobre el mar. Por ese elevado puerto  pasaron, durante milenios,  los pueblos nahuatlacas hacia las tierras   calientes  del
Popol Vuh. Y viceversa. 

Schopenhauer, que en ese momento se ajusta  los guantes sin dedos, dice:

-Los vientos procedentes de la región poblana traen consigo las emanaciones industriales  y  van a sumarse a las no menos nocivas contaminaciones del Valle de México. ¡Respiramos plomo y cadmio  cuatro mil porquerías más!
Cuando empezábamos a escalar nos absorbía el pensamiento al considerar los detalles  de la ascensión en su totalidad.  Ahora sabemos que es mejor concentrarse en lo más inmediato.  El método  es  resolver lo que tenemos frente a nuestras narices, después el otro y así sucesivamente. 

 - Esto, dice Yuma, más que un desarrollo lógico, de las dificultades reales de la montaña, es una herramienta de tipo psicológico. ¡Más útil que la cuerda o que la clavija! Muchas escaladas se abandonan  en los tramos sencillos por estar pensando en las dificultades de más arriba. Todavía los escaladores podían seguir pero abandonaron por estar imaginando dificultades a las que aun no llegaban.  De haber llegado es probable  que pudieran haberlo superado perfectamente. Créanme, esto es como con los angustiosos temores nocturnos que nos hacen sudar frío. Al amanecer se desvanecen como pompas de jabón cuando los  pinchamos con un alfiler.

Toci dice que  hay una manera de medir cuando el miedo en el alpinista, excelente síntoma de precaución, se convierte en peligroso terror. Mientras sea capaz de contemplar la belleza, y los detalles reales de la montaña, podrá seguir. Cuando se ha pasado la línea, cierta medida de contemplación queda cerrada y el individuo ya sólo piensa en su salvación.

Esta Toci es la sucesora, en el tiempo, de María García, aquella muchacha escaladora de los años setenta que escalaba durante días integrada a alguna cordada o bien de primera de cuerda.  O siendo parte de alguna expedición alpina al extranjero. ¡Una autentica pionera femenina del alpinismo mexicano! Conoció la tragedia alpina de cerca pero también el triunfo en muchas ocasiones.

La nieve de los corredores de la base  está dura y las puntas de las botas  muerden bien. Desde abajo estas dos franjas   parecen verdaderas placas colgantes, sin embargo, su pendiente es suave y se  puede avanzar  sin dificultad. Mientras tallamos una plataforma  en la nieve para estar de pie con cierta comodidad, sin castigar a los tobillos, Schopenhauer  vuelve a elevarse  decidido.  Antes amarra su bota derecha cuya cinta se ha aflojado. Tiene el equilibrio necesario para flexionarse en un pie sobre el abismo. Le oímos decir:

-Ojala pudiera pedir a Tezcatlipoca que este día se haga en mi su voluntad. Lo que estoy pidiendo en realidad que se haga mi voluntad…En realidad depende mucho del entrenamiento.  Lo que un alpinista quiere hacer es lo que debe ser. Si quiere hacer, caminando, la travesía Pachuca- Frailes, no se preparará nadando en la alberca. Pero si trotando o corriendo en el parque de la colonia donde vive o en la media montaña más cercana.

Esta primera pared tiene como tres rayas.  ¡Estratos!, diría Toci  molesta al escuchar la palabra de “rayas”.
Subimos como hacían los primates hacen millones de años! Dedos prensiles, visión binocular proporcionada por los ojos frontales que nos permiten avanzar a través de la pared. Nos reunimos en el primer descanso. Aquí abunda el tezontle. Toci se tapa los oídos  al escuchar esa palabra: “¿Tezontle, acaso estás en tu pueblo?  ¿No tienes la menor noticia de geología?”

En toda la ruta encontraremos algunos clavos dejados cuando su conquista que tuvo lugar por el “Ventisquero”,  también llamado “Helero” y “Canaleta”.En rigor el conquistador de la pared, por haber trazado la primera, fue Javier Morales, en 1955. Son verdaderas espadas que se meten en la piedra hasta cincuenta centímetros y sobresale otro tanto. Entonces había la idea que sólo en esas grandes clavijas se encontraba cierta seguridad. Lo cierto es que no carecían de razón.  En una pared tan erosionada  da lo mismo utilizar estas largas clavijas que “dados”, que estacas de madera o cualquier otro implemento. De cualquier  manera los bloques de roca  que suelen venirse abajo en ocasiones son tan grandes que se traerán todo consigo. Esas clavijas están  en mal estado debido a que, a medio siglo de su conquista, la roca se ha movido por la acción telúrica, la denudación  y ahora son  inseguras. 

Colocamos en las mismas fisuras nuestros cortos clavos de ángulo  muy abierto. Y en otras los “dados”. Precisamente fue en esta ruta, cuando su conquista, que Ubaldo Martínez  y los escaladores del Quetzales, utilizaron nudos al extremo de las cordeletas de algodón que introducían en las grandes fisuras con la idea de obtener algún tipo de seguro, como si fueran clavos. La maleabilidad de la cuerda se ajustaba bien en algunas grietas y el escalador podía seguir evolucionando. Así fue como a Ubaldo Martínez se le ocurrió la idea del “dado”, que después otros fabricarían de metal y en serie.

Schopenhauer, al ponerse  sus guantes, sin dedos, para mejor palpar la roca, se volvió  juguetón hacia Toci:

-Este día tal vez averiguaremos por fin si hay vida después de la muerte.¡O seguiremos con la incógnita! ¿Qué prefieres?

-Lo último- se apresuró a decir la muchacha.

Schopenhauer ya se elevaba los primeros metros por la erosionada roca quitando de un solo manotazo la nieve que cubría los asideros. Hacia  el medio día  nos encontramos en pleno movimiento. Cada uno resolviendo su tramo que tiene enfrente y felices de poder desplazarnos. Aquí las esperas  son  penosas pues de inmediato empieza uno a enfriarse. Hace más frío por el viento que hasta las ideas  también parecen enfriarse…. ¡Y eso que las ideas están fuera de la fenomenología!, según dice Schopenhauer. El viento nos ha tratado bien y casi no pasa, pero sabemos que al atardecer esto será un verdadero abanico. Y llegará tan fuerte que podrá desprender rocas sobre nuestras cabezas. Eso y el estruendo espantoso del estallido, antes de venirse abajo, calan en el ánimo de los individuos. Por ahora tenemos el miedo necesario para cuidarnos y salir adelante.

Más tarde hacemos la travesía hacia la izquierda, brincamos unos bloquees que están listos para desprenderse y desembocamos en la primera rampa. Es una pendiente de unos veinte metros que al aproximarse a la base de la segunda pared forma una especie de grieta terminal apropiada para pasar en ella la noche. Grieta terminal le llaman a la rampa de nieve cuando se aproxima a la pared rocosa y forma una especie de oquedad. La experiencia de mis compañeros de cordada, y el ritmo que llevamos, nos haría posible  intentar salir este mismo día del Abanico. Sin embargo, para no caer en esa tentación,  de antemano hemos decidido permanecer dos noches en la pared y nos la llevamos con calma.

Schopenhauer desemboca sobre el vértice y no tardamos en reunirnos con él. Dos horas después se hace de noche. Dentro de las características verticales de la pared, el lugar ofrece un buen sitio. Estamos al abrigo de la caída de rocas. Extendemos los sacos de dormir y encendemos las estufas. El lado oriental está un tanto desprotegido contra el viento. Amontonamos  las mochilas a manera de muro. Yuma con su eterna bolsa de carne seca de res (o de caballo) podría sobrevivir semanas. Para los habitantes de las llanuras del norte es lo  natural. Pero ahora le falta el agua para beber. Se apresura a fundir nieve para todos.
                             
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 En la helada oscuridad de la noche brotan grupos de luces multicolores en el fondo de los valles. Son los pueblos de origen mesoamericano. Se trata de uno de los centros, tal vez el número uno, más cargados de historia y de prehistoria de México. Yuma saca algo de su mochila y lo echa al fuego de nuestra pequeña estufa. Es un chile verde. En un minuto la pared se llena del olor penetrante. Estamos a punto de arrojarle nieve en la cara por semejante ocurrencia. Nos damos cuenta que, bastaron las primeras aspiraciones, para conectarnos instantáneamente con tres mil años de historia mexicana. Cada olor de cocina le dice mucho al individuo. Lo mismo al chino que al ruso que al alemán que al italiano que al argentino. Pero además ese olor de cocina humaniza a la pared más inhóspita. La vuelve familiar. El efecto psicológico es impresionantemente terapéutico.

-En Mexico ya quedan poco mexicanos- dice Yuma-.Desde hace cinco siglos  México experimenta, en lo social, el efecto tinaco.

-¿Qué es eso?- pregunta Toci

-Por una causa o por otra la gente  original  busca la manera de emigrar hacia el norte. En el principio ponía distancia de por medio alejándose del proceso de la conquista y preservar su libertad. Posteriormente procurando mejorar su situación económica. O  estudiantes que ya no regresan.

¿Y por qué el efecto tinaco?

-Debido a las guerras en Europa, las dictaduras en el sur de América, y el conflicto en Medio Oriente, llegan refugiados políticos sin cesar al país. Estos por lo general tienen recursos económicos,  alguna relación de grupo familiar, político, académico, económico o de amigos. Con el tiempo logran quedarse de manera definitiva, echan raíces y a la segunda generación los hijos ya son mexicanos. Es un proceso positivo pues traen cultura y otros modos de ver la vida. Varias generaciones después ya están jugando en las ligas  mayores de la política. Por eso en nuestro mapa geográfico hay regiones con nombres tales como “Nueva Italia”, “Ario de Rosales”, “Sebastopol”, etc. Un ex presidente de México se llama Vicente Fox y un jefe de gobierno de la ciudad de México  Marcelo Ebrard, el jardín botánico de ciudad universitaria lleva el nombre de Faustino Miranda, en recuerdo de un español, prominente hombre de ciencias que llegó al país a raíz del triunfo de Francisco Franco. Muchas figuras del espectáculo artístico, de los medios de información masiva y de la política,  los conocemos por sus nombres comunes pero sus nombres originales corresponden a otras latitudes. Numerosos académicos llegaron de Argentina, Uruguay y Chile. Con el tiempo regresaron a sus países y otros se quedaron para siempre. Y por eso le llamo el efecto tinaco. En la medida en que unos llegan, los de origen étnico y mestizo  se van.

- Si el proceso sigue habrá que aceptar que, sin los pueblos indígenas, México no tiene fundamento como nación. Puede ser una nación entre un cúmulo de naciones, pero no mexicana. Será el soñado país multicultural de los refugiados, en el que todos podemos opinar, escribir y vivir en libertad,  pero ya sin mexicanos. Natalio Hernández, poeta náhuatl, dijo hace poco: “Estaremos desmembrados como nación y seremos una aldea global sin raíz, memoria e identidad”.

- Para qué ir tan lejos, este  se llama Schopenhauer, yo Armando y tú eres Yuma. Dos nombres de origen europeo y uno de indio norteamericano. Sólo  Toci tiene nombre  auténticamente mexicano…El proceso es interesante. Los aztecas ya se fueron para el Sol pero nos dejaron su idioma.

Yuma protestó:

-El desierto de Yuma, y sus habitantes originales, eran de México. El tratado del siglo diecinueve lo dejó de aquel lado.

- Ya no hablamos nahuatl. Y pueblo que no habla en su idioma original  está hablando como piensa el extranjero.

-Lo hablamos más de lo que se imaginan. Al menos en la región del Altiplano y en especial en la capital. Les voy a improvisar una situación a ver si la entienden, pongan atención: “El chilpayate estaba chamagoso porque quiso alcanzar un chicle y todo se encochinó y además daba lata porque tenía chincual y también hambre. Empezó a llorar y se calmó hasta que María le dio la chiche. Mientras tanto el tocayo, trepado en el tapanco, preparaba un curado de jitomate. Y como tomaba su pulque comió tanta botana de cacahuates que se  aguajolotó. Se puso torpe y por querer acabarse hasta las bachichas de la jarra se vino para abajo, se pegó en la chiluca y quedó con el cuerpo todo chipotudo. Nadie se apresuró a levantarlo porque era un tanto tracalero. Su compañero Juan se rió y le dijo que eso le pasa porque a más de ser naco era tracalero. Mientras esto sucedía su mamá, abajo, en el fogón, estaba quemando un elote. Pero como  el tocayo seguía   tomando y quería ir al mitote, a escuchar el tololoche, le dijo a su mujer que  la llevaba sólo si se peinaba bien pues no le gustaba su molote. María se enojó y fue hasta que estuvo otra vez contenta que el tocayo le hizo un papacho. Le dio una palma para que usara como abanico pues afuera hacía mucho calor. Después le dijo: vamos a la pepena del baile pero, antes de llegar al tianguis, nos revolcamos un rato en el zacate del parque”.
¿Lo entendieron?

- Perfectamente.

Esto es entendido por cualquier mexicano del Valle de México, aún hablando en la estructura del idioma español y, no obstante, contiene nada menos que 28 aztequismos. Pueden consultarlo en el Diccionario de Aztequismos cuyo autor es Luis Cabrera (Editorial Colofón, S. A. mayo del 2000).Los aztequismos que les dije  son: tocayo, tololoche, jitomate, tapanco, tracalero, acochinarse,aguajolotarse,bachichas,cacahuate,chamagozo,chicle,chiche,chilpayate,chiluca,chincual, chipotudo,elote,mitote, molote,naco,nana,palma,torpe,pulque, papacho,pepena, tianguis,zacate.

El texto resulta incomprensible, creo, para mexicanos que  habitan  lejos del Valle y también para mexicanos cuyos padres son de origen extranjero. Y como  es sabido que la lengua materna expresa todo el simbolismo original del pensamiento de ese grupo, así sucede también con las ideas del pueblo nahuatl. La magia, las costumbres calendáricas, la cocina, la literatura. Por cuestiones históricas, todo eso está (felizmente) mezclado con la cultura occidental. Se trata de dos grandes culturas que tenemos los mexicanos. Sólo que para apreciarlas hay que conocerlas. Comemos chilaquiles (mexicanos) acompañados con pan (español, francés o alemán), vino tinto con botana de cacahuates,  espagueti con salsa dulce de jitomate, tamales acompañados con un vaso de leche (aquí no había vacas)..¿Se puede imaginar un panorama culinario más delicioso? Pues así es en el terreno de las ideas. Y estas ideas se siguen expresando en el nahuatl revuelto con el español. Vemos hacia el conjunto de siete estrellitas que se conocen como “Pléyades” y de inmediato pensamos en el paraíso final de los mexicanos.

Schopenhauer levantó la mano y la agitó en el aire, en dirección al Sol. Estaba saludando a los aztecas.

En el noroeste, tres mil metros más abajo de nuestras botas, una inmensa sima negra es desbordada por la mancha luminosa más grande del país y la cuarta más grande del planeta. Rodeada de montañas, es la parte sur de una cuenca  hidrológica de ciento cincuenta kilómetros norte-sur y ochenta este-oeste. Un verdadero embudo para las endémicas lluvias que azotan con frecuencia a la ciudad de México, por otra parte siempre llena de sol. Una extraña dualidad, es el Atlachinolli.

Popocatépetl visto desde la cumbre de la piramide de Cholula (lado este).El resalte del lado derecho de la foto es la cumbre del Abanico.


-¿A quién se le ocurrió fundar una ciudad en ese embudo? Cada semestre se inunda al punto de brotar el agua las coladeras metálicas, el nivel sube un metro, los muebles andan flotando y en la calle la gente anda en canoas inflables, como en el México prehispánico y en tiempos de la colonia y el porfiriato. Seguimos igual.

- A los aztecas.

-Lo que salva a sus veinte millones de habitantes de morir ahogados es que consumen más agua que la que cae. Ésa es la otra gran dualidad. Cada medio año viven en la disyuntiva de morir ahogados o morir deshidratados.¿No pensaron eso los aztecas?

-Ellos eran trashumantes, no sedentarios. Estaban de paso pero hicieron un alto y fundaron su bella ciudad.
-¿A dónde se dirigían?

-¡Al Sol!

Yuma protestó por lo de sedentario pero enseguida tuvo que aceptar que ya no tenemos la movilidad de cazador- recolector. Para recorrer cinco kilómetros hasta la oficina, el laboratorio o comercio, viajamos en combi, metrobus, metro o automóvil. Ni pensar   recorrer a pie  esa distancia. Nos evitaría muchas molestias de transporte,   calles atestadas como embudos  por dónde va el vehículo en el que viajamos y, sobre todo, que esa caminata nos proporcionaría salud física y tranquilidad de ánimo.
Schopenhauer, que no deja escapar oportunidad para la escéptica observación, comenta:

-La gente te etiquetaría en un peldaño social más bajo que el estándar. En la ciudad de México se da el extraño fenómenos que hay más automóviles que habitantes. Se debe que muchos tienen varios.

-Me etiquetaría de precarista pero llegaría veinte años después que esa gente al hospital.

-Estas lejos de tus aulas filosóficas- digo para darle un giro a la conversación, de tus alumnos, tus colegas, tus libros, tu Internet, tus panegiristas, tus premios de emérito…

La respuesta de Schopenhauer no se hizo esperar:

-La filosofía, como la poesía, la albañilería, la geología, el periodismo, la arquitectura, se hace en la calle. En las aulas sólo se enseña…Puedo vivir  en el tercer mundo precarista, social y económico, pero al mismo tiempo procurar una vida de calidad que se identificaría con ese “mundo mejor”… Conozco a algunos del primer mundo económico que  vive en  el tercer mundo cultural. Y entre estos hay algunos que, cuando más, son antropomorfos… Siempre se está viviendo no en los sueños de un mundo mejor sino en la tesis de un mundo mejor.  Busca transformar positivamente el mundo pero sin haber cambiado el que lo dice .¿Pero, qué significa “transformarse”?. No es otra cosa que liberarse de  sí mismo.

-Trascenderse- dijo Toci-. Creo que le has dado muchas vueltas al asunto.

-Trascenderse, es cierto, aceptó.

- No es tan fácil-agregó la muchacha-.Nuestro modo de ser es tal que nos encontramos a gusto  en el lugar que vivimos.¿Qué haría Fulano en un “mundo mejor” si no tiene cualidades suficientes para ello? Tiene que quetzalcoatlizarse, dejar la envoltura. Espero que no sigan pensando que Quetzalcoatl era la viborita que se elevaba por los aires sin contar con alas. Antes que el Sócrates de los griegos, la metáfora Quetzalcoatl ya dejaba su vieja envoltura…

Por la mañana, al empezar a escalar, Yuma hace una broma a Schopenhauer:

-    Si caes muere tu cuerpo pero no tu esencia metafísica, la cual, recordarás, está fuera del tiempo.

-    Gracias- le contesta el otro-. Ahora  voy más tranquilo

Fue porque en el vivaque, Schopenhauer le había dicho:

-Conmigo o sin mi el planeta seguirá girando y mañana volverá a salir el Sol- luego de un trago  a su café negro, agregó-: -Creemos temer a la muerte porque nos roba el presente. Para ser más exactos, tememos a la muerte porque nos roba el  mañana. Los escaladores que mueren jóvenes no pudieron conocer a sus hijos, terminar su carrera universitaria, comprarse un departamento, tomar un café en Coyoacán. Por lo demás no hay por qué preocuparse. En este país nacerán otros cien egos, o conciencias individuales, en el espacio de tiempo que abarca desde el momento que me desprenda  al momento que expire en la base de la pared. O tal vez doscientos. Como no creo en la metempsicosis, no esperen mi regreso. Si los salientes de esta podrida roca se llegaran a romper estén seguros que antes que se haga de noche estaré formando parte de la cauda Solar… En mi testamento metafísico dejé asentado que, con todo respeto por las grandes religiones de la India, no pertenezco a los Upanishads. Al nacer mi ombligo lo arrojaron a la hoguera teotihuacana. Quiero mucho  a mi yo, me niego a su disolución y, dado el caso, me lo llevo conmigo. Como ya no es fenoménico, no hay peligro que mi yo se incinere con las elevadas temperaturas del Sol.

En el inicio habíamos visto, fuera del refugio, algo de basura dejada  por gente muy sucia. Es un fenómeno propio de los refugios y alberges de alta montaña en México. Abundan los envases abandonados, bolsas de plástico llevadas por el viento y papeles por todas partes. Casi en todos los refugios hay ratas, ratones y ratoncitos. Consecuentemente, pulgas portadoras de fiebre bubónica. Desde el fondo de su bolsa de dormir Toci comentó:

-Sino hubiera gente sucia, que va por ahí arrojando basura, créanme, los  paleontólogos del futuro no tendrían trabajo ni los museos piezas raras para su exhibición. Aunque parezca absurdo, la basura de hace tres mil años puede proporcionarnos información de la conducta y las creencias religiosas de aquella gente.  Los aviones que en nuestros días se estrellan en las montañas serán piezas de la arqueología del futuro... Los cacharros en sí poco importan. Lo valioso de ellos es que nos dan información de la manera en que vivían los individuos y como se ayudaban, pensaban, se destruían y cómo llegamos a ser lo que somos o como no pudimos ser de otra manera, en el marco de la evolución humana.

-Esos objetos son lo que nos han quedado de sus acciones-dijo Schopenhauer-. Son sus acciones objetivadas. Lo que dijeron y prometieron desapareció, como desaparecieron sus huesos. Pero su pensamiento quedó plasmado en las cosas que hicieron. Por si nos faltara algo  ahora tenemos la basura electrónica. Ninguno de nosotros, los aquí presentes, traemos teléfono celular. Lo rechazamos no por excentricidad generacional  sino porque nos horroriza pensar que el país carece  de una política de cómo reciclar la basura electrónica- cita datos del Instituto Nacional de Ecología publicados en 2007-: Más de 50 millones de celulares son arrojados cada año a la basura común, ocasionando una contaminación tóxica de consecuencias que ni siquiera nos imaginamos: cadmio, mercurio, plomo…Estamos atrapados en la tecnología de la vida moderna, porque si bien no usamos celulares si trabajamos con computadoras. Más de once millones se van a la basura cada año y varios millones de discos duros, chips y memorias…Es una carrera perdida. Aparte que en México se desechan anualmente, sin control,  ciento ochenta mil toneladas de basura electrónica (Gaceta UNAM, 12 de enero 2009), la tecnología avanza sin detenerse y lo que hoy es una novedad mañana ya es obsoleto. 

-Mi ego sufre- dijo Toci-. Aquí la psicología tiene mucho que decir. En 1990 había sesenta y cuatro personas que tenían un teléfono celular en México. Para junio de 2007 traían celular sesenta y cuatro millones de mexicanos. ¿Por qué de pronto tuvimos tanta  necesidad de hablar?  ¿Para comunicarnos? Si es cierto lo que dicen los antropólogos, que el ochenta por ciento del contenido de una conversación, cara a cara, se expresa en gestos de la cara y  ademanes  del cuerpo, en realidad hay una gran incomunicación no obstante que la gente se la pasa hablando por celular.

Tenemos dos semanas sin bañarnos y ya olemos a chivo viejo. Las regiones genitales apestan más que las axilas. Dos minutos después de haber hecho tan brillante panegírico de la gente sucia, respecto de la basura en los refugios, Toci dormía como si estuviera en su hamaca a la sombra de un manglar en la orilla del río de Cuautla.

Cenamos metidos en nuestras bolsas de dormir para retener todo el calor posible. Un rato después Toci se despierta y prepara una buena taza de chocolate para cada uno y nos da otro buen trozo de pan pumpernickel.

Mientras comemos Schopenhauer cita algo que leyó por ahí y puede echar por tierra las mejores teorías de la evolución humana: “Por muy sociables que sean en otros aspectos, ni los chimpancés y los papiones, comparten su comida como lo hacen los hombres”.
-Conozco a algunos humanos que tampoco comparten ni el saludo- dijo la muchacha.

-Menos comparten su vino, cosecha 1865- agrega Yuma.

Se me ocurrió decir que compartir la comida no es poca cosa  en la evolución humana. Su esencia, que es la cooperación, está estrechamente ligada con el alpinismo en general. Aún para la escalada en una acordada de dos, lo mismo que para un grupo expedicionario de cinco o de cien, lo importante  es la cooperación. Les puse el ejemplo de los perros salvajes. Nadie hizo caso a mi gran revelación y seguimos comiendo. Mi filosofía de almanaque no levantaba conversaciones. Felizmente escuché a Schopenhauer venir en mi auxilio:
-Cada hombre una filosofía. La vida le enseñará  a ese yo egoísta que no comparte su comida la manera y conveniencia de integrarse al grupo… Si no tiene sentimientos de calidad puede ser de poca o nula ayuda para la comunidad. Por más filosofía neoliberal que elabore en su defensa no pasará de ser un chipote social. Que no me vengan con cuentos chinos.

Luego de la cena por turnos avanzamos siete metros, asegurados por la cuerda desde el fondo de la grieta terminal por los otros, para evitar caer en el abismo, y  hacer nuestras inevitables  necesidades. ¿Cómo pueden nuestros “sistemas” fisiológicos funcionar dentro semejantes  condiciones de altitud,  frío y tensión frente al peligro?  ¡Una  maravilla de evolución biológica! Estamos conscientes de ello. Como el niño en la cuna que empieza a mover las manos en alto: ¡! Está descubriendo que tiene manos! Cuando se escala todo el día no hay mucho tiempo ni lugar para beber agua. El cuerpo echa mano de la humedad que encuentre, incluidos los intestinos, y el estreñimiento  no tarda en manifestarse. Es cuando empieza una carrera entre el filosofar de la vida y las bajas temperaturas bajo cero.  Al regreso tenemos el trasero casi a punto de congelamiento.  Nos apresuramos  a regresar al vivaque y meternos al sleeping. Cubrimos el campamento con una amplia tela  plateada “para tormentas”,  que Armando Altamira Areyán trajo de Houston, cuando en el invierno de 2003 hicimos la vuelta al Pico de Orizaba  y que nos protegerá de la eventual brisa nevada que el aire pueda arrojarnos.

Procuramos dormir. Las estrellas iluminan tenuemente las repisas llenas de nieve.

En el lado oeste del Ventisquero, más o menos a la altura en la que nos encontramos,  en el otro extremo de  la gran pared central, está  la Travesía Occidental Su primera la   trazamos hace tiempo Salvador Alonso Medina y yo, saliendo también del refugio El Queretano. Corredores de la base, un tramo vertical de roca barnizada de hielo, de unos treinta metros, en la base del Ventisquero, travesía hacia la derecha y llegada a la gran repisa occidental. Para mí que es la más bella de las ascensiones de las montañas nevadas del país. Las últimas diez veces que hemos venido al Popocatépetl (cuando las condiciones eruptivas del volcán lo permitían), hemos hecho esta travesía y nos olvidamos por completo de ir al cráter. Una ascensión al cráter es una ascensión andina y un recorrido  hacia la pared oeste es una ascensión alpina. Al cráter van los “rudos” y a la Transversal los “técnicos”, gusta de decir Yuma que, entre otras virtudes, es aficionado al box.
Mucho, mucho tiempo después, cuando estamos seguros que   va a amanecer, consultamos el reloj y vemos que  son ¡las nueve de la noche…! Faltan unas nueve horas para que amanezca. Es un fenómeno muy conocido por los montañistas y no nos sorprende. No nos queda sino recordar hasta cuando teníamos cinco años de edad. Y soñar cosas angustiantes.

-Una de tantas patologías del humano –asegura  Toci-. Nos espantamos de lo que soñamos pero nos  superencanta lo que vivimos.
Schopenhauer aprovechó la ocasión:

-Eso que acaba de decir es todo el meollo de la filosofía nietzscheana: no arrepentirse de lo que se vive. Claro, si esto sucediera, los psiquiatras se quedarían sin chamba. Ese Nietzsche era muy ingenioso. ¿Sabían que Nietzsche es mi ahijado cultural?

Sólo para pasar el rato les cuento que la escalada  directa a la  pared oeste del Centinela, en la cañada de Milpulco, suroeste de la Iztaccihuatl, fue el terreno donde el alpinismo mexicano experimentó un avance significativo. Antes las cordadas sólo  escalaban lo que alcanzaba un día. Al anochecer instalaban las cuerdas y descendían. Al día siguiente remontaban lo conocido y al atardecer de nuevo efectuaban el rappel. ¿Cómo hacer para una empresa que requería más tiempo que un solo día?

 La ruta de conquista del Centinela  la abrieron Ubaldo Martínez y demás “quetzales”, buscando la salida por “Las Terrazas”. En una ocasión se les hizo tarde, no pudieron salir por arriba ni regresar a la base y se vieron obligados a vivaquear en la pared. Pasado el susto, por la mañana tuvieron todo el día para continuar hasta la cumbre. A partir de ahí la idea de pasar la noche colgado de la pared fue penetrando en el ánimo de los escaladores  mexicanos y acabó siendo familiar. Para el año siguiente, mediante dos vivaques en esa pared, logramos José Guerrero  y yo trazar la directa a la Oeste de esa pared.

 Ahora tenemos la costumbre de pasar “vacaciones” en algún sitio vertical, tanto para  familiarizarse con los vivaques, tan necesarios cuando se traza una escalada durante días, como hemos dicho, pero también por razones  terapéuticas tan necesarias para el habitante de la ciudad. Y por cultura. La montaña es hermosa y no hay que  volver al valle tan apresuradamente. Son proyectos de escalada largamente considerados, a veces durante años, y ahora no hay que darse prisa en salir de la pared o de la montaña  el mismo día. En las escaladas de Hidalgo disponíamos de pequeñas tiendas - vivac, o bien tiendas “ratoneras”, para vivir en ellas al borde del abismo y a la vez aislados de la visión del vacío.

Aquí en el Abanico  hemos traído, aparte de la bolsa individual  de dormir  de plumas, una enorme y ligera bolsa-vivaque,  de material con el  que confeccionan las tiendas de campaña, y en la que cabemos todos para mayor protección contra el viento y el frío. Toci dice que es una sola funda para cuatro almohadas. Por higiene cada quien va por las montañas  viviendo en su tienda individual. Pero nadie es tan delicadito cuando la dueña de la casa está  cerca de nosotros y además juega con  dados cargados...

Este es el año número diecisiete que el Popocatépetl está en actividad obvia. En el tercer año un grupo de montañistas ascendió el volcán  por el norte y, ya cerca de alcanzar lo que en alpinismo se llama “Labio Inferior”, del cráter, fueron envueltos por una fuerza súbita que salía del fondo y probablemente a una temperatura humanamente desconocida. No se les volvió a ver. Tal vez fueron lanzados a varios kilómetros entre las nubes o calcinados en ese lugar hasta la instantánea desaparición de  sus  huesos.
 Raúl Revilla en el cráter del Popocatepetl (tercero de izquierda a derecha, en 1948)

Comento  el suceso que tuvo lugar la semana pasada (el 11 de diciembre del 2009). Raúl Revilla pasó  a ser parte del Salón de la Fama de la Confederación Deportiva Mexicana . Todos los del grupo lo conocemos.

-    Ese reconocimiento institucional se estaba tardando- dice Toci-.  Revilla ya había alcanzado el nivel de los inmortales desde que en los años cincuentas trazó las “primeras” nortes de la Benito Ramírez y de Las Goteras, en la Sierra de Pachuca, su tierra.

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 Les comento que el Abanico, considerado como montaña aparte del Popocatépetl, tiene una historia que no pertenece al alpinismo ni a la vulcanología, sino a la antropología. Por más de un siglo se le confundió con la montaña Teocuicani.

Teocuicani es una montaña que, por alguna razón, es azotada con alguna frecuencia por el rayo. De ahí viene su nombre nahuatl: “Cantor Divino”. En su cumbre había una escultura antropomorfa  de aproximadamente un metro de alto. Se le describe como una obra de arte bellamente labrada. Era en realidad la gran fórmula del Atlachinolli. Cada año los ejércitos del valle de Puebla venían a querer llevarse la escultura para su tierra. Los ejércitos del valle de México lo defendían. Chocaban y al retirarse el campo quedaba sembrado de cadáveres.  Pero era pocos en relación de los prisioneros  que ambos bandos se llevaban para ser sacrificados. Nunca nadie lograba llevárselo, sólo lo intentaban. Eso sucedía cada año. Consumada la conquista española, Fray Diego de Durán registró esta actividad humana en su importante historia. Al dar la ubicación geográfica  dijo que era una montaña, pegada al Popocatépetl, tan elevada que con frecuencia caían tormentas de nieve. Todos pensamos lo mismo: es el Abanico. Durán fue exacto al decir: se encuentra en el lado sur del Popocatépetl. Nadie hizo caso de ese detalle. En parte porque en el lado sur no hay ningún pico que corresponda a esas características de elevación como para que sea azotada por tormentas de nieve.
El primero que cometió el equívoco fue José Deseado Charnay, en el siglo diecinueve. Viajero francés muy documentado en las cosas del México antiguo. Tan documentado que en un viaje relámpago localizó una serie de adoratorios de la Iztaccihuatl y del Popocatépetl. Pero no encontró el Teocuicani. A mediados del siglo veinte José Luis Lorenzo, arqueólogo y geólogo,  lo buscó por mucho tiempo sin resultado.
 Nosotros, Salvador Alonso Medina, Felipe Sosa y yo, agarramos la estafeta y, a lo largo de una década, también lo buscamos. Finalmente lo localicé, con  Jorge Rivera, en él lado sur, como lo había dicho Durán. Está mil metros arriba, sobre el pueblo de Tetela del Volcán, en el lado norte. Se localiza en los 3, 150 metros de altitud, tiene dos cumbres y el adoratorio se encuentra en la del lado oeste. Fue doble descubrimiento. Para nuestra sorpresa, y fortuna, el día que dimos con ella se desarrollaba en su cumbre, dentro de los restos del adoratorio prehispánico, una ceremonia bajo el rito cristiano católico apostólico romano, pero conservando fielmente, exactamente, muchos aspectos de la ceremonia prehispánica, según relata Durán.

Esta noticia está publicada en la revista Jueves de Excelsior, 10 de agosto de 1972, Págs. 14 y15. También, en ocasión de una segunda ascensión nuestra, en la revista  Los Universitarios, de la Universidad Nacional Autónoma de México, agosto de  1979, Págs. 30 y 31.

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Luego del desayuno seguimos ascendiendo. Ahora atacamos la segunda pared. Es en rigor la de menos altura pero  donde se decide el resultado de la escalada.  Subimos  en dirección al extremo derecho de la repisa llena de nieve. La roca aquí es particularmente erosionada. No obstante lo anterior llega un momento  que solamente es posible  seguir adelante si se puede colocar una clavija en una fisura cerrada. ¡Es la llave de la ascensión! Es el tramo de la pared donde el individuo siente que escala con teología  y no tanto con clavos y mosquetones.

En este lugar  se desprendió Santos Castro hace algún tiempo. Y murió ahí mismo. Escalador muy diestro de  Hidalgo. Ahora descansa por fin en el cementerio de su amada aldea minera de Real del Monte.
La tragedia alpina, muy dolorosa en sí, se ubica limitada en el presente y como tal es pasajera y soportable. Es un recuerdo indeleble porque radica en la memoria pero en cuanto enigma inexplicable va perdiendo actualidad y dolor. Cada vez que un montañista cercano muere en la montaña varios escaladores abandonan para siempre. Tiene lugar un proceso de intensa reflexión que acaba lastimando. Para librarse de él mejor se abandona.

 Toci marcha adelante y logra colocar la clavija.  Sigue y tiempo después nos llama desde un lugar seguro. Nos reunimos y evolucionamos  a lo largo de unos rebordes cubiertos por la nieve. Tallamos escalones y de todas maneras procuramos colocar una clavija para evitar alguna sorpresa. Con la montaña hay que andarse con cuidado.  

No obstante la ropa especial de plumas la figura atractiva de la muchacha se recorta contra el cielo azul.
Schopenhauer solo comenta fríamente desde su misoginismo:

-La exagerada exhibición del sensualismo en la mujer despierta el apetito en el hombre. En parte esto convierte la relación en el tratamiento de un objeto. Con la consecuencia que inhibe toda contemplación estética de la mujer y sobre todo la comprensión de su potencial cognoscitivo. Por eso al hombre le cuesta mucho trabajo tener un conocimiento cabal de la mujer. Se pierde en el laberinto sin  poder llegar a la biblioteca.

Yuma   viene al último de la cuerda. Se ha cortado con el muelle del mosquetón y sangra un poco de la mano derecha. Asegura mi cuerda resignado, parado con el pie derecho, en un saliente de roca negra que también  se sostiene pegada a la montaña sólo por efecto del hielo. Observa las maniobras de Toci y vuelva a su impasibilidad hopi, esperando el turno de entrar en acción. Dice que puede tener ese equilibrio sin riesgo de calambres en las piernas porque ha quitado el salero de su mesa. “La sal rebaja el potasio”. No hay que olvidar que los pueblos hopi eran tan sabios que comían la carne sin sal.

Ahora la muchacha sube trazando una travesía hacia la derecha. Llega por fin a la base de la Flecha del Aire.-¡No miren!- grita.

 Era la señal que necesitaba orinar. Para un hombre no hay tanto problema. Para una mujer en esas condiciones tan precarias de terreno, y rodeado su cuerpo de mosquetones, martillo, clavijas, cuerdas y ropa contra el frío, es más complicado. 

La alcanzo. Y en tanto ella avanza  hacia el centro en un terreno casi horizontal pero en mucho declive, yo aseguro a Yuma que no tarda en llegar al lugar donde me encuentro. Un poco más allá del  centro de la pared Toci localiza  el lugar para el vivaque que le he indicado y desde ahí nos asegura. No tardamos en alcanzarla por turnos.

Nuestra guía está feliz y dice que volverá a la norte del Abanico  para la temporada próxima.

-    Cumple tu propósito porque llegando a los cincuenta años de edad es cuando la vida nos  practica la más rigurosa auditoria biológica- le dice Schopenhauer-. Es la etapa en la que se hacen presentes los males de la poca actividad. Los académicos de la Universidad Nacional tienen casi medio siglo alertando respecto de la falta de cultura física, los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo. De manera reiterada dicen (Gaceta UNAM, del 24 de septiembre 2007) que esta inactividad ha colocado a México en el segundo lugar del panorama internacional de obesidad entre los adultos y el primero en obesidad infantil. Dan cifras. Estados Unidos ocupa el primer sitio con 65.7 por ciento de adultos con sobrepeso y 30.6 de obesos. El tercer lugar se ubica en el Reino Unido con 62 y 23 por ciento respectivamente…  Estas patologías tienen relación cercana con lo que el país invierte en la formación de  científicos en investigación y desarrollo. Según Desarrollo Humano, 2004, del PNDU, Finlandia forma 7,110 por cada millón de habitantes, Suecia 5, 136, Estados Unidos 4,099, Rusia 3,494, Alemania 3,153, Reino Unido 2,666, Japón 2, 321 y México 225 (sí señores, como lo oyen: doscientos veinticinco científicos en investigación por cada millón de habitantes).
-Nos falta poco para volver a los árboles- dice Yuma.
-Con la novedad que ya no hay árboles.

Tenemos dos horas más de luz y por un momento sentimos otra vez la tentación de seguir avanzando y salir esa misma tarde de la pared e ir a dormir al refugio de Teopixcalco, apenas cincuenta metro, en el sur,  debajo del lugar donde saldríamos de la pared. Pero persistimos en la idea de otro vivaque. Un vivaque en los 5 mil, que es la altura en la que nos encontramos, y en una pared que se escala cada cincuenta años, nos hace considerar que estamos viviendo un momento privilegiado que ni a nosotros mismos nos será dado repetir con facilidad. Muchos sueñan con esta ascensión  y ahora nosotros estamos cabalgando sobre ese sueño dorado. No nos apresuráremos a dejarlo.
                    
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 Organizamos el segundo vivaque. Ahora el  viento sopla fuerte. Por algo el segundo nombre de esta pared es Ventorrillo. Pero aquí poco significa para nosotros pues el muro de hielo de la rimaya nos protege y evita que nos enfriemos más de la cuenta.

Uno o dos mixiotes de conejo, y un buen tarro de cerveza, prometió Schopenhauer a los de la cordada para cuando estuviéramos fuera de la pared. Siempre era así cuando pasaba por Amecameca tanto como de subida o de regreso de las montañas nevadas. Los meseros de “Los Bigotes de Verxigentorix” lo trataban con familiaridad. Algunos de ellos también practicaban el alpinismo y, luego de llevar las viandas a su mesa, se sentaban con la mayor familiaridad y charlaban de rutas de escalada o travesías por los elevados puertos. Algunos de ellos forman parte de las patrullas de rescate de la localidad cuando se da la alarma para ir por algún montañista accidentado.

Antes de dormir nos asomamos hacia el valle. Durante el día el estado del tiempo fue magnífico y parece sostenerse.  Contemplar la cordillera de inmensas y lejanas montañas o el cielo con la impresionante Vía Láctea  puede hacer sentirnos como una gota de agua muy pequeña e influir  en nuestro estado de ánimo de manera desfavorable. ¡El antropocentrismo no puede salir incólume siempre! El cosmos sobre nuestras cabezas es de verdad impresionante. Estamos a acostumbrados a ver las luces de los semáforos y no de las estrellas.

Por un rato el viento pega tan fuerte contra el Abanico  que nos tapamos la cara con la tela tormenta. El viento se encarga de enfriar más el ambiente. Dormitamos. Las nubes pasan frente de nosotros. Son blancas y luego de un rato se vuelven perezosas y no nos inquietan. Volvemos a platicar algo y otra vez vuelve  el silencio. Cada quien con sus pensamientos. ¡Son las ocho de la noche!  La noche cubre las vertientes que nos permiten ver que por un lado siguen brillando los hacinamientos de luces amarillas  de México, Tlalmanalco y  Chalco. Hacia el este Cholula, Huexotzinco y Puebla. Mucho calor nocturno que funde las lejanas nieves. Calles, fábricas, estufas de cocina, cigarros, autos, calorías humanas…Todo eso golpea al glaciar.

Las condiciones   que hemos encontrado esta vez  en la pared del Abanico, llena de nieve y hielo, son únicas para escalarla. ¡Pero no durarán! El calentamiento global, y local, de la atmósfera, volverán a dejar una  roca desnuda apenas hayan transcurrido unas cuantas semanas. Lo que será una trampa para todo escalador que se acerque a ella Para que los glaciares se reconstruyan es necesario que arriba haya acumulación de nieve. Pero también que la temperatura global sea tal que el agua de lluvia se vaya congelando hasta convertirse en hielo. Esto sucedería si cambiara el clima hacia una inesperada Mini-Era de Hielo…

Yuma arroja dos dientes de ajo en la flama de la estufilla y la pared vuelve a humanizarse. A Schopenhauer le sobran cinco centímetros de cintura y le pide a Toci le revele el secreto de su esbeltez. El se divertía llamando a la muchacha como: “Accihuatl” que pudiera traducirse algo así como “Mujer de agua”.

-Casi todos lograríamos una cintura de avispa con tan sólo beber agua natural. Desde luego mantener a raya el pan  y no bajar la guardia frente a las grasas. Pero si seguimos tomando agua con calorías, refrescos, agua de sabor, jugos, jamás lo lograremos. El agua es mucho más que acabar con la sed. Tiene que ver con la respiración, la digestión, transporta nutrientes y sales minerales en la sangre, previene contra la exageración de la acidez estomacal y en fin ayuda a regular las funciones del cuerpo. Pero si exageras bebiendo agua también tendrás crueles experiencias...Consulta a tu médico.

Por la mañana preparo el chocolate que nos ayudará contra el frío.
Los otros duermen aun. Enciendo mi  estufa plegable de alcohol, tan pequeña  que cabe en la bolsa de la camisa.   Una clavija ha perforado uno de los recipientes de alcohol líquido y ahora sólo podremos fundir poca nieve. Otra vez tendremos que lidiar con la sed. Los que escalamos montañas y cruzamos desiertos secos llevamos muy cerca de nuestro corazón el nombre de Tlaloc.

Schopenhauer  se empeña de nuevo  en mostrarnos sus aptitudes culinarias. Calienta dos trozos de pollo y una pata de conejo que he traído de Amecameca. Es todo lo que  sobra de nuestra reserva de carne. Dudamos mucho que el hopi se desprenda de su carne seca que guarda celosamente. En adelante tenderemos que empezara a comer de  lateria. Schopenhauer está feliz por el segundo vivaque que hemos hecho. Con esto quería dejar  establecido que  en toda ascensión siempre hay dos cosas. En su raro lenguaje de filósofo dice que una era la realidad física  de la pared del Abanico, con sus rocas ígneas. Y la otra  la voluntad nuestra de querer escalar la pared.  La cosa y la coseidad de Heidegger. Yo lo dije primero pero... En fin, como sea, en la coseidad de Heidegger hay que agregar los ajos y los chiles de Yuma.

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Esa fracción de tiempo que todos tenemos al despertar, entre  lo dormido y la conciencia de haber  despertado, es impresionante cuando se está en un vivaque colgando sobre el abismo. Casi traumático. El despertar nos ha vuelto brutalmente  a la realidad. Soñábamos cosas. Algunas sensuales, como corresponde a organismos en plenas facultades físicas. De pronto, casi asustados por el abrupto cambio de escenarios,  vemos que frente a nosotros pasan las nubes y nuestro lecho es de rocas, hielo y las bolsas de dormir están llenos de escarcha. ¡No es la cama de nuestra cálida y  segura habitación!   ¡Y cuando estamos en nuestra cálida y segura habitación soñamos con la helada pared del Abanico!

Estamos tan absolutamente sucios y despeinados que más parecemos hologramas antropomorfos.
De la bruma de la mañana emerge, hacia el norte,  el hacinamiento de cumbres de la Sierra Nevada. Iztaccihuatl, Telapón y Tlaloc. Son las sacratísimas montañas del México precolombino. En especial la última, solo el Olimpo y algunas himalayicas, de los grandes monasterios, se le pueden comparar en importancia  religiosa. Por ahora su gran centro ceremonial permanece destruido, como quedó en el siglo dieciséis. Cuando este país sea moderno la arqueología lo reconstruirá y el pueblo volverá a visitarlo de forma masiva, como antaño. Con un teleférico a partir de Llano Grande…

  Sentimos sed pero es nuestra última jornada y no nos preocupamos mucho. Al final tenemos que recurrir al  extremo de llenarnos la boca de nieve (como la primera vez que subimos una pendiente nevada), esperar que se funda y de esa manera paliar un poco la sed y su consecuente deshidratación y quemadura de labios. Con un frío intenso,  en una pared vertical, el viento helado pasando como cuchillo, con apenas tres metros para moverse y atados con  las cuerdas para prevenir algún accidente, es sumamente complejo organizar las mochilas, las cuerdas  y el equipo de escalar.  El montañista debe reunir las contradictorias condiciones de flemático y sanguíneo. Ordenado para planear la salida y decidido para llevarla a cabo.

Recogido el campo y cerradas las mochilas, Toci  se desplaza hacia la izquierda un poco más de  medio largo de cuerda buscando la menor altura de la pared de la Flecha del Aire o Cajón. En ese sitio, le he indicado, la pared presenta   su menor verticalidad.  No puedo evitar fijarme que las cintas de los crampones de la muchacha son de color rosa. Y sus medias de lana están bordadas con figuras de florecillas de colores amarillo,  verde y azul. ¡Lo que hacen las hormonas!

 Yuma, que va de segundo, la alcanza para asegurarla mediante una clavija cuando emprende la ascensión vertical. Le advierto a mi   compañero que Toci evoluciona en ese momento sobre grandes rocas sueltas a punto de venirse abajo y que permanecen pegadas a la montaña solamente por acción del hielo. La muchacha coloca otra clavija no tanto para superar algún obstáculo sino para asegurar la marcha y evitar una sorpresa, y la perdemos de vista. Luego de un breve estancamiento, la cuerda empieza a elevarse con fluidez. Es señal que la escaladora avanza ya por la superficie cimera, plana como flecha y con una cómoda elevación hacia el oeste.

Más tarde la cuerda experimenta tres tirones breves. Quiere decir  que  suba el que sigue. Como gato,  Yuma sube tocando  la roca y desalojando con un  vigoroso movimiento de la mano  la nieve sobre los asideros  volcánicos. Sigue Schopenhauer, otros tres tirones de cuerda y entiendo que debo empezar a subir.
Me digo que si alguna vez regreso a la norte del Abanico haré, no dos, sino tres vivaques, o tal vez cuatro. No importará, será la señal que el tren sigue...Siento nostalgia al abandonar el inhóspito lugar. Hace tiempo estuve aquí con otros escaladores. Hago un ejercicio de memoria: Felipe Sosa, José Guerrero, Jorge Saavedra, Salvador Alonso Medina y Bernardo Piña. La pregunta que se hizo  Peer Gynt fue: “¿A dónde se ha ido la nieve del año pasado?” A todos los he perdido de vista. Uno de ellos, creo que era Raúl Sánchez, el fundador de la primera escuela de montaña oficial que hubo en el país,   gustaba de recitar un verso de Arnold Lunn, el esquiador y elegante  escritor inglés de los Alpes europeos del siglo diecinueve: “Sólo le pido vida a mi Dios para seguir recorriendo, año tras año, los viejos caminos de la nieve”. Mis amigos siguen con vida pero no cumplieron su promesa. No he visto sus rastros en los viejos caminos de la nieve… Le fallaron a su Dios. Siento que me estoy poniendo sentimental y ataco la pared.   Un poco a la derecha para no tocar  los mismos salientes por donde  los otros han pasado, con la idea de no presionarlos otra vez. Entre la montaña y la eternidad media una delgada capa de vidrio helado a punto de licuarse…  Es necesario seguir escalando, pues escalar es lo nuestro.
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 Nos reunimos en la blanca  y anhelada cima. En lugar del tradicional abrazo, la escaladora saca su  viejo vino del Rhin. Bebemos unos sorbos generosos en silencio.

Ahora seguiremos hasta el Pico Mayor del carácter. Por fin, después de varios días, podemos ver el cono volcánico. Y lo que vemos es una ladera verde azulosa. Es el  hielo mexicano de montaña, más compacto que el vidrio. No permite florituras, como el hielo de otras montañas del planeta que, dada su posición geográfica, conserva burbujas de aire. Este se rompe como vidrio al impacto del piolet. Requerirá un trabajo arduo. Normalmente esa ladera cimera a partir de Teopixcalco es una ascensión agradable. Ahora nos va a exigir un trabajo arduo. Por fortuna traemos clavos para trabajar en hielo y, como el estado del tiempo es excelente, nada podrá detenernos.

   ¿Nada? Una emanación de tres mil grados saliendo del carácter puede desaparecernos en un segundo. A tal punto que ni siquiera la huella de nuestros huesos calcinados quedaría. Pero también pudieron haberse quebrado los podridos salientes de los que colgaban nuestras vidas en la Torre Negra y no se quebraron. Pudo haberse desprendido un bloque, de tantos que se desprenden del Abanico, y aplastarnos, y no se desprendido. O desgajarse esa parte de la pared  en la que permanecíamos aferrados y llevarnos hacia el abismo (como dicen que la morbosa ballena blanca se llevó al capitán Ahab), y no se desgajó. En la vida pueden suceder muchas cosas terribles que nunca suceden. No tiene caso vivir entre miedos. Se pierde la capacidad de ver hacia las estrellas,  contemplar una puesta de Sol o tomar una taza de café con una muchacha.

 Como digo, en el diccionario de alpinismo no existe la palabra imprudencia. No existe porque en realidad la palabra imprudencia es una trampa subjetiva.  Hay más peligro jugando un partido de fútbol, o cruzando una calle de la ciudad, que subiendo por una pared de roca, nieve y hielo.

-Un trago más de Johannisberg, cosecha 1865, y seguimos- dijo Toci.


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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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