Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses




Jean Wahl (nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974) es, hasta donde conocemos, acaso el único pensador que ha levantado la bandera del ecumenismo en filosofía. En su obra Introducción a  la filosofía, dice: “No  hay razón para abstraer el conocimiento de las otras relaciones primarias del hombre con el mundo…No hay términos más peligrosos para el pensar filosófico que “realismo”, “idealismo”, ”racionalismo”, ”empirismo”, etc.

Marco Tulio Cicerón opina en esta  su obra Sobre la naturaleza de los dioses ( UNAM;México, 1976, versión de Julio Pimentel Alvarez) que “cada quien debe descubrir lo verdadero empleando su propio juicio en la confrontación de los diversos puntos de vista”.

Henry Miller, en su correspondía  con Anais, dice que en su viaje por Grecia, ya para llegar a Delfos,  alcanza  la conclusión que, sin el equilibrio de los contrarios, esto duraría menos de un minuto: “Tengo ante los ojos la más civilizada y también la más salvaje y dinámica tierra que se puede imaginar. Es la quintaesencia de las contradicciones. Esto es dionisiaco. Y de aquí ha surgido lo apolíneo: de lo contrario, todo se hubiera precipitado hacia el caos y la imbecilidad.”

Cada uno de esos términos, racionalismo, idealismo, etc., lejos de significar un paso  hacia el conocimiento universal del humano es, como en el futbol, una declaración de guerra y al final del partido nada puede estar más dividido que los cien mil aficionados que asistieron al encuentro deportivo.Botellas al aire, llenas de líquido  color amarillo, simbolizan ese antagonismo. En el terreno de la filosofía  Wahl menciona  nombres antagónicos como ejemplo: “Vemos a Nietzsche, James, Bergson, Kierkegaard y Heidegger, criticar a Platón, a Kierkegaard, Heidegger, Jasper y Whitehead criticar a Descartes, a James criticar a Spinoza, Max Scheler la trae contra Kant, etc.”.


Esto con pensadores del tiempo moderno.Pero Cicerón consigna algo que la cortesana Leoncio dijo que  está inclinación la  tiene el intelectual, desde la antiguedad, de querellas más allá de una actitud de confrontación dialéctica.De manera particular pone a muchos filósofos (hombres que han hecho de su vida una vocación por la sabiduría) como simples peleoneros de taberna: " Tambien Zenon querellaba.¿Para qué menciono a Albucio? En efecto nadie más elegante, nadie más humano, que Fedro,pero el anciano se encolerizaba  si decía yo algo un tanto áspero, siendo que Epicuro  maltrató a Aristóteles de manera muy injuriosa, maldijo de manera muy torpe  a Fedón el  socrático, a Timocrátes hermano de su amigo Metrodoro, porque no sé en qué cuestión filosófica disentía, lo hirió en todos sus volúmenes.Con Demócrito mismo, a quien siguió, fue ingrato, a su maestro Nausifanes, de quien algo había aprendido, trató tan mal....Zenón, por su parte, no sólo a aquellos que vivían entonces, a Apolodoro, a Silo, y a los otros, los abruma de injurias,sino que decía que Sócrates mismo, el padre de la filosofía, había sido el scurra (bufón) atico. A Crisipo nunca lo llamaba sino Crisipa".  (libro I ,Pág. 37)


  Como vemos, igual que sucede en el tan confrontado mundo de las religiones, o en el mundo laico versus religión,  es en filosofía.

Los atletas son los que han dado un paso adelante. Sobre la reñida, y patológica  competencia por el primer lugar en el maratón, algunos han decidido mejor correr por la salud. La salud psicofísica arroja   salud al individuo y da coherencia social. Es el  modo como  allá y acá surgen los movimientos ecuménicos.

Pero con Cicerón estamos lejos todavía de Wahl. Es el año 77 a C en que tiene   lugar una reunión en la casa de un amigo del   pensador, y senador,  romano, a la que asisten varios filósofos, y discuten Sobre la naturaleza de los dioses y, más aun, indagan  si en realidad los dioses existen. Los modos epicúreos y estoicos están presentes.

Varios pensadores romanos se reúnen en la casa de Cota, hacia el año 77 a C. Cayo Valeyo, epicureista (algo así como materialista), Lucilo Balbo, estoico (idealista) y el anfitrión es Cayo Aurelio Cota. Cicerón asiste como espectador.

Valeyo cree en los dioses, y que estos son los autores del universo, pero sólo los acepta en la medida que facilitan un marcado antropocentrismo: “El mundo fue hecho para los hombres”. Eso de para “las mujeres y para los hombres” empezó hasta el siglo veinte. Antes era solamente para los “hombres”.

Valeyo, que en realidad  no cree en los dioses,  hace la reflexión tan usada hasta nuestros días de “todo el mundo” ,dice que es una expresión por demás inexacta. El número tan reducido de nuestros conocidos no es “todo el mundo”. Además a esos supuestos “todo el mundo” les falta información. ¿Qué opinión pueden tener de asuntos de importancia? ”Asuntos tan importantes no pueden ser juzgados por los necios”.

De la creencia que la naturaleza está llena de divinidades dice que todas estas cosas se deben a la naturaleza, sin que sea necesaria la intervención divina. Todos son puros átomos. Porque si los dioses dieron la facultad de razonar a los hombres cometieron un grave error. La razón es más un instrumento para el mal que para otra cosa: “Sería mejor que los dioses no hubieran concedido  la facultad de la razón a los hombres, pues muy pocos la usan para cosas honestas. Cuántos delitos se cometen a diario, asesinatos, envenenamientos, falsificaciones de testamentos, nada de lo cual se hace sin ayuda de la razón”.

Valeyo, como buen epicureista, se hace una pregunta que tiene repercusiones hasta nuestros días, sobre todo en el ámbito científico. Aristóteles la había abordado  mucho antes  y se conoce  como “la segunda intención”. La primera intención es la ciencia por el afán de conocer (y aprovechar ese conocimiento para el mejoramiento de la sociedad). La segunda es el uso que se le da a ese descubrimiento. Los geólogos localizan el yacimiento de petróleo y este será extraído. Después un piro maniático lo utiliza para provocar un incendio. ¿De esto último son responsables los geólogos?

Los estoicos sí creen en los dioses. Piensan que la conciencia no deja de ser una cuestión limitada. El mismo Cicerón dice que podemos pensar como se nos pegue la gana pero, previene, si quitamos un tabique, el edificio se viene abajo. En el primer tercio del siglo veintiuno en México no hay revoluciones ni guerras y, sin embargo, es sabido que en este país,ahora en paz,  hay más muertos por violencia que en los países árabes que en este mismo tiempo  están en guerra. ¡Alguien quitó un tabique y todo se salió de la armonía!

Y como un dato, del que se pueden servir los zoólogos, es que pronto lo extraordinarios se hace común. Ayer aparecieron veinte decapitados en el lado sur de la ciudad y hoy otros cuarenta y cinco. El 16 de mayo de 2009 se fugaron 53 reos del centro de adaptación de Cieneguillas,Zacatecas.En julio de 2011 se fugaron 59 del penal de Nuevo Laredo,Tamaulipas. El 17 de septiembre de 2012 se fugaron 132 del penal de Piedras negras,Coahuila etc (Diario Ultimas Noticias del 19 de septiembre de 2012). Volteamos la página del periódico y vemos con suprema alegría  que México ganó 3-1 a Argentina, en la bombonera, y esto porque ahí mismo Argentina había goleado 5-0 a México…Lo extraordinario se volvió común.


 O al principio de nuestro aprendizaje quedamos maravillados de lo que  sucede en la pantalla de la computadora con sólo apretar una tecla (¿diablos, dónde quedaron mis sesenta cuartillas de la novela  que llevada escritas?).Más tarde, ya con experiencia, nos dará risa tan ingenua exclamación. Lo  extraordinario se  volvió común.

Así somos los humanos, dicen los estoicos, al ver día tras día las maravillas de la naturaleza. Lo bello y excepcionalmente complejo llega a parecernos común.  Aristóteles, se comenta en este libro, observa que si existieran humanos que vivieran en un mundo subterráneo y un día salieran y vieran las estrellas, las flores, las montañas, los colores, no dudarían en llamarlos dioses. ¿Mundo subterráneo?  En la ciudad sabemos que hay semáforos, pero no  estrellas.

Al contemplar  la coherencia de la naturaleza, los que saldrían del  hipotético mundo subterráneo, se preguntarían  ¿quién hizo  esto? Los átomos, dirían los de Epicuro. Y los de la Stoa  opinan  que son de tan distinta condición los átomos  que andan  por aquí y por allá. En cambio lo natural  observa una inmensurable coherencia.

¡ Y los átomos no hacen juicios  morales!

 Es cuando se pone el símil de arrojar al aire las letras que recortamos de un periódico y esperar que de ese caos, lanzado al azar, salga El Quijote de la Mancha: ”El orden y la belleza del mundo no podrían ser el resultado del concurso casual de los átomos. Si esto fuera posible, podría suceder también que, si arrojásemos una cantidad muy grande  de los 21 caracteres  del alfabeto al caer a tierra, con ello se formaran los Anales  de Enio.”





Esto, que viene de muy lejos, golpea fuertemente las puertas de nuestra actualidad.  Y lo que parece una situación etérea, de pensadores que ocupan su tiempo en cosas más allá de las nubes, impactan a los jóvenes  hijos de obreros que quieren estudiar y no pueden entrar a las universidades.

 Un poco de historia. Las universidades en Europa empezaron a fundarse en la Edad Media. De manera genérica se llamaban “Universidad Real y Pontificia de…” El presupuesto de la misma manera era solventado por el rey y por el papa. El modelo se trasladó a las colonias. El sólo nombre hablaba de un ecumenismo académico  en las disciplinas que se impartían. Era todavía algo  del oikoumenë romano que entendía el mundo como un todo.

Cuando las universidades se hicieron laicas se quedaron con la mitad del presupuesto. Aparecieron las universidades particulares. Estas ven desde entonces a la educación como una inversión. Procuran mantenerse vigentes, sino adelantados, en cuanto a  los programas académicos y las instalaciones inmuebles.
 En tanto los gobiernos  ven a la educación de la universidad pública  como un gasto. Sus trabajadores, tanto administrativos como académicos, en considerable número,  están en lo que se llama outsourcing. El que se dé la oportunidad de investigar qué es esto encontrará  que es la mayor ofensa que se le puede hacer a la dignidad laboral y humana.

Como ejemplo diremos que en el primer tercio, de pleno siglo veintiuno,  algunas universidades públicas de México, mencionamos  la de Oaxaca, sus trabajadores manuales y los académicos suelen no percibir sus salarios regulares y en ocasiones se quedan sin despensa y sin  el aguinaldo de fin de año.  

 Y aun en la universidad más grande, e importante del país (importante por la cantidad de investigación científica que ahí se realiza), cada año  miles y más miles de estudiantes, procedentes de las colonias precaristas,  no tienen  la oportunidad de entrar a estudiar en sus  aulas. El presupuesto no alcanza.

Y aquí mismo,en una de  las universidades más grande y prestigiada del mundo,hay cientos de profesores que toda su vida  trabajan por horas (outsourcing)y jamás podrán obtener un empleo de base.

Casi la totalidad de sus investigadores de base no se jubilan porque al hacerlo pierden de manera drastica en sus percepciones económicas.El resultado obvio es que por los pasillos del instituto deambulan prestigiosos investigadores científicos no de las tercera edad sino ancianitos que se ven obligados a trabajar hasta un día antes de su muerte. No se jubilan,salen con los pies por delante.El presupuesto no alcanza.

Todo esto empezó en el remoto día en que, epicureistas y estoicos, comenzaron  a marchar   cada quien por su lado. Fue cuando pareció que la física y la metafísica entraban  en conflicto. Y andando el tiempo darían pie para que Wahl dijera que:”No hay términos más peligrosos para el pensar filosófico que “realismo”, “idealismo”, ”racionalismo”, ”empirismo”, etc.

"Y así sigue la controversia y podría seguir sin fin...entre los partidarios de lo mediato y los partidarios de lo inmediato...Siempre nos encontramos, pues,frente a la misma cuestión: ¿quién tiene razón  en esta controversia: Platón o Protágoras,Descartes o Hobbes, y Gassendi, Locke o Leibniz, Hume o los sucesores de los platónicos de Cambridge?(Pág. 180)




Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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