Pitágoras siempre regresa del infierno



Vidas de los filosofos más ilustres

DiógenesLaercio








Pitágoras de Samos (en griego antiguo Πυθαγόρας) (ca. 580 a. C.ca. 495 a. C.) fue un filósofo y matemático griego considerado el primer matemático puro. Contribuyó de manera significativa en el avance de la matemática helénica, la geometría y la aritmética, derivadas particularmente de las relaciones numéricas, y aplicadas por ejemplo a la teoría de pesos y medidas, a la teoría de la música o a la astronomía. Es el fundador de la Hermandad Pitagórica, una sociedad que, si bien era de naturaleza predominantemente religiosa, se interesaba también en medicina, cosmología, filosofía, ética y política, entre otras disciplinas. El pitagorismo formuló principios que influyeron tanto en Platón como en Aristóteles y, de manera más general, en el posterior desarrollo de la matemática y en la filosofía racional en Occidente.










A  Pitágoras se le recuerda como un matemático y porque fundó una escuela de filosofía hacia el siglo IV antes de Cristo, en el sur de Italia.  Varios pensadores de la antigüedad, como Platón, Heráclito y Parménides, se refieren a él porque enseñaba una forma de vida. ¡Una sabía forma de vida! Diógenes Laercio escribió sobre su vida.

La manera en que este pensador vivía contribuyó a que se le  enfoque como una leyenda más que como historia. Decía que había estado en el infierno. Anticipándose a Ovidio y a Dante  muchos siglos, relata que se metió a una gruta, la cueva del monte Ida, en Creta, y descubrió toda una forma en que los muertos viven. Plasmando así su idea de la vida del humano más allá de la muerte.

El nombre de Pitágoras nos trae a la memoria ideas y costumbres por demás contradictorias atribuidas a un solo individuo. Se debe a que existieron varios filósofos que llevaban ese nombre: “Que Pitágoras fue diversas personas en diversos tiempos lo testifica Xenófanes.”

Pitágoras es el fabulador por excelencia. Los escritores más imaginativos de nuestros modernos tiempos deben haberlo leído. Para describir hechos históricos, lugares, personas y modos de pensar, en las diferentes épocas que le tocó vivir, ideo que su alma habitó en los cuerpos de diferentes personajes. Se moría Menelao  y se pasó al cuerpo de otro y luego al de otro…Conoció muchos lugares como Egipto, Roma  y trató, convivió y estudio con numerosos hombres de saber de esos lugares que él iba recorriendo: “Tiempo después de muerto, pasó al cuerpo de Euforbo, dijo había sido en otro tiempo Etalides, y que había recibido de Mercurio en don la trasmigración del alma…”

Contaba una y otra vez que había estado en el infierno y de las cosas y personas que en él vio:”Jerónimo escribe que habiendo descendido  al infierno, vio el alma de Hesíodo atada a una columna de bronce, y rechinaba; y a la de Homero colgada de un árbol y cercada de culebras por lo que había dicho de los dioses.”

Estimaba que nadie orara por sí mismo(o para sí mismo):”Puesto que nadie sabe lo que le conviene”. Por lo general en estas oraciones va el solipsismo por delante y los resultados  suelen ser desconcertantes. De ahí que con el tiempo se exclame: “Nadie escapa a un golpe de suerte”. Adelantándose muchos siglos a nuestros psicólogos y dietistas advertía: “Nadie debe excederse de la justa medida en bebida y comida…con nadie seas imprudente… en comida mandó abstenerse de las cosas animadas ejercitando y acostumbrando los hombres  a la simplicidad de manjares, cosas que no necesitaban  lumbre y bebiendo agua, porque de ellos dimana la salud corporal y la agudeza del ingenio…Que se ha de huir  la demasiada gordura del cuerpo.” Y de manera no sólo especial, sino reiterativamente, recomienda precaución de comer  de las habas  “porque producen mucho aire.”

En cosas del sexo que se practicara en invierno y en otras temporadas del año, “no mucho, salvo que quieras morir de debilidad.”

Y con ser un hombre destacado en ciencias de su tiempo, y particularmente en matemáticas, no hacía gala  de laicismo, como alguna sectas culturales quieren hacerlo pasar: “El hado es la causa de la administración de las cosas en común y en particular:”

Para explicar la metempsicosis, trasmigración de las almas,  Pitágoras aseguraba que después de muerto regresaba en el cuerpo de otro. Así lo hizo él muchas veces:” Aun él mismo escribe diciendo que después de 207 años había vuelto a los hombres.”

Se cuenta que “Hallándose presente
Cierta vez que a un perro castigaban, se refiere que dijo:
“Cesa de apalearlo, que es el alma
de un amigo; en el eco lo conozco”


Más tarde Schopenhauer va a escribir ampliamente respecto del acto de jurar. Se jura porque se cree en horizontes metafísicos, que son puestos como garantía que se dice la verdad. Al que no jura hay que desconfiarle. O demostrar, en el caso del laicismo, que verdaderamente es de confiar. Cosa que no cualquiera pasa la hoguera  sin tiznarse. Pitágoras se refería así al acto de jurar:” No aceptaba que se jurase por Dios, pues cada uno debe por sus obras  hacerse digo de crédito:”

 Ideó un sistema ingenioso para impresionar a la gente diciendo cosas que habían pasado mientras él estaba muerto. Se encerraba por algún tiempo donde nadie supiera de su existencia. Encargaba a su madre que le relatara lo que pasaba  en las calles. Cuando reencarnaba contaba lo que había ocurrido en tanto  él era difunto.

Sin embargo se le recuerda no por charlatán o ingenioso para provecharse  sino por ser positivo. Que sus enseñanzas sirvieran para el bien vivir de la gente. Diógenes Laercio (existieron también  varios Diogenes) deja asentado que Parménides dijo de Pitágoras: “Fue tan admirado de cuantos lo conocían, que a sus sentencias las llamaron Palabras de Dios.”

Se le atribuyen conocimientos que, para su tiempo, pasaban por cosas increíbles, como que la Tierra era redonda o que si no somos sobrios en comer la vamos a  pasar mal, pero muy mal.
Pitágoras de Samos

La muerte de Pitágoras tiene varias interpretaciones. Unos dice que lo asesinaron sus enemigos intelectuales, o que murió en el trascurso de un banquete, otros que queriendo ya no vivir se privó de todo alimento hasta morir… Una versión más es que, pasando cerca de un campo de habas, los  dueños del terreno le dieron muerte a él y a sus discípulos…

La verdad es que nadie sabe si en verdad murió o, una vez más, está en el infierno, del que él sabe muy bien cómo salir. Diógenes Laercio dice de una de tantas veces, cuando ya  definitivamente lo creían muerto:” Que pasando tiempo salió Pitágoras flaco y macilento, y congregando gente, dijo que volvía del infierno.”







Fichte y su forcejeo con la libertad





El destino del hombre
J. G. Fichte Editorial Porrúa, México, Serie Sepan Cuantos…Núm.641, año 2012
Libro Primero: DUDA


“Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762Berlín, 27 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del pensamiento occidental. Como continuador de la filosofía crítica de Kant y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán.”

Fichte anuncia, se adelanta, quiere ser, el antropocéntrico Zaratustra nietzscheano. Dominar a la naturaleza. Ser el centro de la naturaleza. El conquistador de la montaña:” Quiero ser el señor de la naturaleza, y que ella sea mi esclava: quiero tener sobre ella un influjo adecuado a mis fuerzas, pero que ella no tenga ninguno sobre mí.”

Pero con toda claridad y dolor se da cuenta que es hijo, un producto, de la naturaleza.
Algo así como una computadora queriendo ser libre y además domadora del inventor de la computadora. Un Zeus que quiere destruir a su padre Cronos. Sólo un  diestro jugador de pelota del inframundo que quiere destruir a los sabios dioses creadores del Popol Vuh.

El tema de la libertad en el individuo es de  lo que se ocupa la obra El destino del hombre, de J. G. Fichte. La escribió en el año 1800.En él diseña una imagen general de la vida humana. Se le acusó en un tiempo de ateísmo, en un lugar en el que predominaba el sentimiento místico.

 ¿Es libre el humano o es un robot de la causalidad? ¿No será que es él el que necesita conquistarse, en lugar de pensar conquistar a la montaña? Cuando descubre esto le llena de angustia y está al borde la neurosis: “ Que yo esté destinado a ser sabio y bueno o un necio y un malvado sin poder cambiar nada de mí destino, y sin merecer premio por lo primero ni castigo por lo segundo, es lo que en mí produce tal horror  y espanto.”

Se rebela:
J.G.Fichte

 “Esa fatalidad de mi ser  y ese destino mío que reside fuera de mí, y cuyas manifestaciones están determinadas, es lo que me repugna de tal modo….Yo quiero ser algo independiente, no algo en otra cosa  y por otra cosa, sino por mí mismo…Todo lo que soy, lo soy y seré  necesariamente, y es imposible que  pueda ser de otro modo.”

Más adelante veremos si Fichte  se refiere al Hado que reparte los caracteres de los humanos, para explicar estos determinismos, o se queda en un puro juego de fuerzas mecánicas de causa y efecto, efecto que se convierte en otra causa para ser otro efecto…

Por lo pronto se refiere a las leyes de la causalidad. El Matterhorn está ahí. Y es como es en la actualidad, por una serie de  acontecimientos geológicos que por ahora  no son  de otra manera que los que conocemos. Por algo (o por mucho) no es el Aconcagua ni en forma ni en lugar. Así en el humano. Una serie de acontecimientos biológicos hicieron que naciera así y no de otra especie, forma y manera. Ni siquiera en otro lugar.

La ingeniería genética, como las leyes de Mendelson, que admite los injertos para cubrir las exigencias del mercado, encauzará de manera abstracta la generación de humanos. Pero siempre la naturaleza seguirá su curso:”Las fuerzas en cuyas manifestaciones consiste mi personalidad, las fuerzas de crecimiento, de movimiento y de pensamiento, no son las fuerzas de la naturaleza en general, sino una determinada parte de las mismas. Y que son sólo una parte determinada lo prueba que fuera de mí hay otros seres.”

Una planta o un árbol crecerán en toda su libertad dentro del determinismo que le señala su diseño. Pero esta libertad se alterará  si se le modifica de manera artificial ya sea genéticamente o por algún medio mecánico. De ahí que los sistemas pedagógicos ayudarán a desarrollar positivamente al humano ese modelo natural en libertad, y no que lo modificaran según las necesidades del mercado.

Pero, puesto que las necesidades del mercado llevan y traen, y todo lo revuelven según sus intereses, no tendríamos por qué sorprendernos del caos que vemos por todas partes. Más  siendo el equilibrio tan insospechadamente precario como nos relata Fichte con su ejemplo del grano de arena:

 “ y no puedes mover de su sitio un solo grano de arena, sin que todas las demás partes de este inmenso todo, aunque tú no lo aprecies, se muevan a su vez…qué sabes tú si en aquella conmoción del universo, producida por el movimiento de un pequeño grano de arena, no habría perecido alguno de tus abuelos de hambre, de frío o de calor antes de haber engendrado el hijo del que tú procedes. Según esto, tú no existirías, y todo lo que en la actualidad haces o has hecho o harás en lo porvenir, no existiría sólo porque un grano de arena cambió de lugar.”

Si quiere ser filósofo no lo pueden enviar  (¡y lo hacen!) a topografía nada más porque se acaba de abrir la sección de topografía en la Facultad tal. O si quiere ser matemático no lo pueden mandar (¡y lo hacen!) que estudie actuación teatral.

Por eso Fichte recurre al más extraño contrasentido: Para poder ser, será necesario que lo dejen ser. Es decir, un determinismo en cuya realización, ad hoc, encuentra su plenitud. Siempre y cuando dejen de meter la  mano en ese destino pedagogos conductistas, “orientadores vocacionales” y necesidades del mercado:

“Yo quiero ser libre en la manera expuesta, a saber: yo quiero hacerme a mí mismo aquello que haya de ser. Para ello, debo en cierto modo, ser  ya, ser de ante mano lo que seré en lo futuro, serlo antes de serlo para poderlo ser.”

Como sea,  en eso de la libertad, lo que Fichte  quiere es ser positivo en la perspectiva del amor: “Quiero practicar siempre el bien: alegrarme cuando procedo justamente: entristecerme  si obro injustamente, y esta misma tristeza  debe serme dulce, pues es simpatía hacia mí mismo y prenda de un futuro perfeccionamiento. Sólo en el amor está la vida: sin él todo es muerte y destrucción.”

Por eso, sea  la causalidad, o la oferta del   mercado, lo llevan por otro lado diferente al que él quiere ir, se rebela una y otra vez y exclama: “¡yo quiero ser algo independiente, no algo en otra cosa y por otra cosa, sino por mí mismo!”






  










Schopenhauer y la patología llamada lujo




En torno a la filosofía
Arturo Schopenhauer
Editorial Porrúa, México, Serie Sepan Cuantos…Núm.455, 2009



"Arthur Schopenhauer (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta. En su obra tardía, a partir de 1836, presenta su filosofía en abierta polémica contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos, y especialmente contra Hegel, lo que contribuyó en no escasa medida a la consideración de su pensamiento como una filosofía «antihegeliana."





El medio más eficaz, para aliviar la humana miseria sería ir disminuyendo el lujo, hasta llegar a su supresión.” 

Las revolucione sociales enseñan cómo, desde la miseria, apoderarse  del lujo y hacer a un lado a los lujosos. Pero también enseñan que, los otrora revolucionarios, se quedan en el lugar de los lujosos.

En este mundo tan argumentador, ¿cuál  sería la señal que se ha suprimido el lujo?  Cuando ya no haya esclavos ni proletarios. Las revoluciones campesinas y proletarias no tiene otro fin que apoderarse de ese lujo y quedar instalados en el lugar de los ahora ex lujosos. Pero los esclavos y los proletarios siguen pululando por las calles. Schopenhauer no se refiere a ese juego histórico. El espíritu de este trabajo de Schopenhauer, sobre el lujo, es una revolución ética, moral y cultural, no de pólvora. De pólvora el planeta ya ha tenido demasiado.

 Se trata de comprar libros, no pistolas. Es probable que esto no sea la panacea pero, escribió Frederick. C. Copleston: “Tal vez esto no logre la paz y la armonía en el mundo pero puede contribuir  al entendimiento mutuo.” (Filosofías y culturas, Fondo de Cultura Económica, México,1984)

El lujo de unos pocos es una patología que enferma a la sociedad, que sería mejor decir, en estos tiempos de la mundialización, a la humanidad. Ya hay suficiente historia por todos lados, para saber y demostrar que frente a la demagogia hay que andarse con cuidado.

 Mandatarios de una nación sin nombre, secretarios de estado, diputados, senadores  y hasta  presidentes municipales,  de un apartado  pueblito, o  titular  de una delegación política de una ciudad, cuando se van dejan una deuda institucional tan escandalosa como inexplicable e impagable  y que el pueblo, quiera que no, tendrá que pagar.

 O al menos abonar durante toda su vida y heredar la deuda a las generaciones que le sigan.

Esclavos  que después se volvieron esclavistas, ex proletarios que luego fueron implacables contra los obreros o convencidos democráticos que más adelante, después de una terrible y devastadora lucha, se eternizaron en el poder  hasta que otros democráticos los echaron a su vez  por la fuerza del poder.

No es este el enfoque que Schopenhauer le da al origen de la pobreza de los pueblos. Por eso alerta contra la demagogia, que él llama astucia. El origen del mal, de la enfermedad, del pecado o  la etiqueta que se le quiera poner, es el lujo.

 Más allá de la sobriedad, que no es otra cosa que la satisfacción de las necesidades naturales, de alimentación, vivienda, vestido y esparcimiento, empieza el lujo.

Tal vez la palabra pobreza ya no nos diga nada, de tanto que se ha pronunciado. La ciencia médica lo explica de otra manera: el cerebro de un niño mal alimentado, que no logra desarrollarse del todo, y que, más grande, necesitará   que se le repita treinta veces algo para poder memorizarlo. ¡Qué futro espera a un pueblo así?

Asimismo, la ciencia médica siempre ha considerado a la tuberculosis  como la enfermedad del hambre.

Veremos enseguida cómo Schopenhauer explica la esclavitud que, tiene un sinónimo muy conocido, con la palabra de proletariado. Pero mientras que al esclavo se le somete por la fuerza, al proletario se le explota por la astucia:

“Para que un corto número de personas  puedan gozar de lo inútil, lo superfluo, y satisfacer artificiales urgencias, debe gastarse a tal fin una formidable parte de las energías humanas, hurtadas  a la producción de lo que  es necesario, indispensable.
"En vez  de construir cabañas para ellos, esos millares de gentes edifican para unos pocos. En lugar de tejer burdas telas  con que cubrir sus cuerpos, laboran finísimos lienzos, sedas y encajes  para los ricos y confeccionan  innumerables objetos  de lujo para el placer de estos…
"La producción de estas superfluidades redunda, pues, en daño de esos millones  de esclavos negros arrancados violentamente de su patria  para laborar con su sudor  y su martirio esos frutos de deleite. Asimismo una gran parte de las energías de la raza humana desviase de la producción de lo que es necesario al conjunto, para procurar a una minoría  aquello que es en absoluto superfluo e inútil.
" Mientras el lujo exista, habrá por consiguiente  exceso de trabajo y de infortunio, ya se denomine a esta vida miserable pobreza o esclavitud. Se trate de proletarios  o de siervos. La diferencia fundamental entre ambos es que cabe imputar  a la violencia el origen  de los esclavos, mientras que el inicio de los pobres  debe derivarse de la astucia…
"El medio más eficaz para eliminar la humana miseria sería, pues, ir disminuyendo el lujo, hasta llegar a su supresión.”( En torno a la filosofía, capítulo: Derecho)









Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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