ZENON EN EL SIGLO VEINTIUNO




Vida de los filósofos más ilustres
Diógenes Laercio
Editorial Porrúa, Serie Sepan Cuantos…México Núm.427, año de edición 2003
Primera edición en español: Basilea 1533 

Zenón de Citio (Cicio o Citio, Chipre, hacia 334 a.C. - 260 a.C.) Filósofo griego, fundador de la secta del estoicismo. Poco satisfecho de los sistemas que Crates, Estilpón, Jenócrates y Polemón enseñaban en Atenas, inventó a su vez uno, y fundó, en el año 300, aproximadamente, la célebre Escuela estoica o del pórtico, llamada así por enseñar bajo el Pórtico Pintado (Stoà Poikile).  Entre sus escritos figuraban La república, Los signos, El discurso, La naturaleza, La vida según la naturaleza y Las pasiones. Todas estas obras se han perdido.”


Enseñaba la filosofía del hambre

Idea absurda  cuando  siete mil millones  de individuos poblando este planeta  padecemos, en el siglo veintiuno, hambre y no porque falte la comida  sino por la riqueza mal distribuida. Como sea, Los partidos políticos y los sindicatos, de todo el hemisferio, invaden las calles  pidiendo comida. Protestan contra las políticas de austeridad impuestas por los gobiernos, protestan contra  la dictadura de la austeridad o, como  en abril del 2013 le llaman los portugueses, españoles y franceses: “austericidio”.

A la vez que salta a la vista la contradicción, por demás documentada, que por millones, la gente de todos los estratos sociales muere por comer mucho. Es una extraña revoltura de hambruna real con glotonería inconsciente.   Los mismos oradores de los mítines proletarios callejeros tienen la panza muy abultada. Los hombres tenemos el abdomen saltado y las mujeres se desparraman por los lados.

El pensamiento de Zenón es la filosofía de la austeridad, hecha suya con libertad propia, no por imposiciones económicas neoliberales. Una austeridad integral. Es una especie de panteísmo en el que Dios y la naturaleza son una misma cosa. De esta manera se aparta del solipsismo donde todo se hace desde el yo y para el yo, que se aproxima mucho al narcisismo. El estoicismo de Zenón, en cambio, está en la perspectiva de valores vitales.

Su fatalismo místico es lógico en la medida que en teología toda está hecho. Todo se repite para aprender  y el fin es remediar, como en el axioma de Tucídides. En contratesis del epicureísmo que va caminando por la vida trazando caminos en el mar e ignorando  las básculas del peso muscular.

Zenón de Citio, discípulo de Crates,  enseña que la salud psicofísica es una inversión, no un gasto.  Pasamos horas sentados en las reuniones ejecutivas o en las asambleas político –sindicales y hace años que nos olvidamos de dedicarle tiempo diario al ejercicio corporal por la salud. No por el trofeo sino por la salud.


Hace tiempo  la ciencia médica busca  un fármaco para inhibir el apetito.Por lo pronto experimenta con animales en el laboratorio. En la Universidad Nacional Autónoma de México,Oscar Próspero García,especialista en neurociencias de la Facultad de Medicina: "junto con sus colaboradores se centra en la búsqueda de un medicamento que inhiba los endocanabinoides  (moléculas que el cerebro  sintetiza y libera en los momentos de placer) y, en consecuencia, el apetito para estar en posibilidad de controlar el peso en pacientes con obesidad endógena y mórbida."( Gaceta UNAM 25 abril  de 2013,Pág. 12).


Dedicar tiempo para el ejercicio aeróbico, ir a caminar a la media montaña y comer alimentos de calidad, da la impresión que es un derroche de tiempo- dinero. Es lo contrario. Se gana salud.  Y, si se está sano, se puede seguir ganando dinero. Si  la salud se comprara, en el estante de la farmacia, los ricos no morirían.

Nos morimos antes de tiempo promedio porque en el afán de adquirir poder político, e incrementar las cuentas bancarias o en el afán de sobrevivir con el siempre miserable sueldo mínimo,  apenas sí nos dimos cuenta que subimos de peso corporal, llegaron los triglicéridos y la presión arterial se fue hasta las nubes. En ese sentido el que barre las calles  está haciendo más por su salud, con el ejercicio que ello requiere, que los magnates del petróleo por la suya.

Perdimos de vista que para estar sanos sólo se necesita consumir agua natural, comer frutas y verduras y hacer ejercicio. Zenón  llamaba a esto “comida simple”. Es eso tan inaccesible, aun para el más pobre de los mortales?
 
Zenón de Citio
Al ver los resultados del laboratorio clínico, y encontrar que todo está en los niveles buenos, los médicos están entregando a la persona una noticia de valor inmensurable. Digamos, para ponerlo en términos pecuniarios, que están poniendo en sus manos cien millones de euros. Y aun quedaría la pregunta si  esa cantidad, o una  mayor, podría salvarnos, en el caso de estar enfermos. En estos días Hugo Chávez no pudo hacer nada para revertir la enfermedad que lo llevó a la tumba, cuando acababa de ser reelecto presidente de Venezuela, sólo para mencionar un caso conocido.

La vida moderna nos enseña la idea de la comida en abundancia. Los pensadores griegos de la antigüedad, seguidores de Zenón,  enseñaban la filosofía del hambre. 

Esta actitud va en sentido contrario a la sobrevalorada inclinación de satisfacer los sentidos.  Mas cuando la mercadotecnia ha dejado su empirismo para convertirse en ciencia. Hasta la tercera parte del siglo veinte los “refrescos” embotellados eran de medio litro. Era para un individuo. En la actualidad son “familiares”, de tres litro y medio. Fue cuando la diabetes se disparó de manera exponencial en todo el orbe.

 Zenón no se anda con medias tintas y se aleja del término medio aristotélico. La moralidad de un acto de los estoicos no sabe de justos medios. Una media moralidad es una media corrupción. La virtud para el filósofo estoico no es un medio para irla pasando este día  sino un fin en sí. El fin de la naturaleza es la conservación de la vida y ésta no se logra si se vive y se come como si todos los días del año astronómico  fueran su cumpleaños… Si la naturaleza es racional, es por lo tanto, buena, en el sentido que apunta a la superación, no a la destrucción.

Diógenes Laercio dice  que Zenón: “No comía más que un panecillo con miel, y bebía un poco de vino generoso.”  Y el poeta Filemón escribió de él lo siguiente: “

Pan e higos secos come, y agua bebe

Una filosofía nueva enseña

Enseña a tener hambre.













SUBHUMANOS LOS POETAS: BYRON




El gusto literario
Levin L. Schúcking
Fondo de Cultura Económica, México-Buenos Aires,1960
Primera edición en alemán 1931

“Levin Ludwig Schücking (29 May 1878, Steinfurt, Westphalia – 12 October 1964, Farchant) was a German scholar of the English language and English literature.”


En realidad  son peores   adjetivos    los que Byron utilizó para referirse a los que escriben, no solamente a los poetas.

Byron, uno de los grandes de la poesía del mundo, y de  la historia de las letras,  recurrió a este término porque así era el zeitgeist  o espíritu de la época que le tocó vivir. Con el tiempo irá en sentido contrario hasta casi mitificar al escritor.

Goethe y Byron jugaron un papel importante para que la sociedad del siglo diecinueve en Europa empezara a aceptar, o tolerar, a los escritores y poetas, considerados hasta entonces como bichos raros e improductivos. En siglos anteriores  se les permitían sentarse a la mesa del señor feudal pero sólo “más allá del salero”, o sea con los criados y demás servidumbre del palacio.

Una afrenta que se le podía hacer a una familia es que el poeta, novelista o pintor, fuera a solicitar la mano de la muchacha para matrimonio: “En la maravillosa descripción del cuarto decenio del siglo XIX  que hace Thackeray en The Newcomes tenemos un caso ejemplar: a la nobilísima lady Kew, enraizada en las ideas del siglo XVIII, le participan que un pintor  ha pedido la mano de su nieta. Ella exclama:” ¿Qué, un artista? ¡Mañana la pedirá uno de sus criados! Y al padre del pintor que vino a hablar  en nombre de su hijo ¿no lo echaron de casa?”

 Con esa secuencia cultural fue cuando Byron dijo: “toda esa importancia  que los escritores mismos  y el público dan al hecho de escribir, es señal de afeminamiento, degeneración y debilidad.”


Los personajes de las novelas eran aristócratas  que  s e movían en los salones del palacio, al estilo de los de Dumas donde hay reinas, reyes príncipes, obispos y militares de alto rango. O como los de Balzac en los  que menudean las duquesas y los caballeros.

Con el tiempo la situación empezó a cambiar y el número ocupó los relatos y mucho se volvió proletario y menudearon los autores que, como anota Shakespeare, escribían “caviar para la plebe”. Fue cuando algunos escritores s e tomaron la revancha de haber estado  su gremio alguna vez “del otro lado del salero”.

Sobre todo estaba el pensamiento pecuniario. Ya los aristócratas no eran los mecenas que costeaban la edición sino las editoriales particulares y los   que podían comprar los libros eran los del número mayor. Fue cuando aparecieron personajes como galanes plebeyos que seducían a mujeres aristócratas y, después de haber destrozado sus valores religiosos y de cultura, las abandonaban, casi riéndose. O los pilletes del mercado que burlaban al rico dueño del almacén. Aparecieron los malandrines que, al estilo de Robín Hood, robaban a los ricos y decían repartir el botín entre los pobres.

Luego  los “escritores populares”, y los poetas sociales,  se fueron haciendo algo aristócratas en sus planteamientos. Sucedió porque la burguesía, que le había hecho la guerra a muerte a la aristocracia, a partir de la Revolución-Imperio Francesa, seguida por  la Restauración, a su vez s e fue haciendo gradualmente de gustos y costumbres aristocráticos: “Porque esa burguesía, que originalmente fundó su dominio  en la idea de la prudencia y la naturalidad, se había hecho, en muchos sentidos, afectada y aristocrática. Y un sinfín de convenciones fueron estrechando su espíritu.”

Lo anterior corresponde, también, a que en algún momento debieron de caer, los autores,  en la cuenta que el escritor es por excelencia un ser individualista y solitario que busca la (su) libertad, sin restricciones, al estilo de los personajes de Ibsen: “En una época que tiende a nivelar todas las diferencias exteriores, el artista se distingue visiblemente hasta en su vestido del burgués común y corriente. La chaqueta de terciopelo, la melena flotante, y, si es posible, un sombrero especial sirven a muchos artistas, sobre todo a escultores y pintores, para subrayar su exclusivismo.”
Goethe y su sombrero de poeta

La idea del escritor paradigmático de las multitudes tiene libertad de escribir hasta donde se lo permite la declaración de principios del estatuto del partido político o del sindicato. No más.

Si quiere ir más allá tiene que ser “el hombre autónomo, por el artista que personifica la deseada libertad que muy pocos se atreven a reconocer  y mucho menos a vivir.”

Por fin llegó el tiempo en el que los que escribían dejaron de dar la impresión de ser lo peorcito de cada familia. No porque ya se hubieran ganado un puesto en las nóminas oficiales o controlar presupuestos de programas de educación pública de los gobiernos estatales y federales, de las universidades e institutos, o porque fueran diestros en organizar su “Sociedad de bombos mutuos”.

Lo hicieron por su posición ante la vida. Friedrich Schlegel lo dijo de esta manera: “lo que los ennoblece es una acción  libre de sí mismos.”











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MÁS SUSTANCIA, POR FAVOR: J.WAHL




Introducción a la filosofía
Jean Wahl
Fondo de Cultura Económica, México, 1975
Primera edición en inglés 1948

“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”

Una comida no tiene sustancia y entendemos con ello que carece de  nutrientes. A la vez estamos diciendo la dicotomía de cuestiones una pobre y otra rica en calidad nutricia. Hay esencia pero no hay sustancia. ¿Será que  por la costumbre o el desconocimiento no vemos la sustancia?


 Después de escuchar  diez minutos al que monologa que tenemos enfrente nos damos cuenta que aquí también  se puede calibrar la ausencia  de la sustancia. ¿Pero es   verdad que  le prestamos atención al contenido de sus palabras o sólo me oigo a mí mismo?

La mercadotecnia nos prometía una lectura sustanciosa y sólo encontramos el escorbuto de un libro carente, no sólo de síntesis sino ya, de la menor dialéctica. La confrontación de tesis y la contratesis. ¿De verdad lo leí o sólo  vi todas las palabras de su texto?

Una de las circunstancias que ha llevado a la idea de la sustancia es observar a las cosas reales. Debe haber algo diferente a los objetos: “Tengo que distinguir las mesas, las sillas y los árboles, si quiero orientarme  en este mundo. El niño imagina que las cosas encierran una especie  de núcleo espiritual. Pero ¿cómo puede pensar esto? Si reflexionamos sobre la materia, veremos que esta idea  presupone otra. Nos proyectamos a nosotros mismos en las cosas.”


Wahl quiere llegar a una sustancia  más rica mediante la dualidad cuerpo-alma. Dice de  Sócrates, bajo la influencia de los pitagóricos y de sus propias especulaciones morales: “La sustancia se volvió la Idea. Y en el Fedón unió apretadamente Platón esta teoría  de la Idea con la teoría del alma. Aquí vemos por primera vez  la clara afirmación de una sustancia espiritual.” No solamente la cosa.

Tratar de la sustancia tal vez lleve a la creencia  de una entelequia perfecta que se desplaza allá entre las nubes y nada tiene que ver con el mundo real de los humanos. Por lo contrario, tiene que ver hasta con sus mismas tripas: “El hombre no sabe cómo obra el espíritu sobre el cuerpo. Pero hay una relación directa entre el espíritu y el cuerpo, que no es menos real porque no se la comprenda ni pueda traducirlas  en proposiciones  objetivas.”

Con Descartes muchos pensadores han jugado el juego sucio de la abstracción. Lo han llevado como paradigma al antropocentrismo al citar su “pienso, luego existo”. Y ahí, tramposamente, se detienen. La cita completa comprende tres cuestiones filosóficas: “Pienso, luego existo, ¿quién soy? Y se responde: “Un ser prudente, un alma.” Con lo que cambia  todo el panorama de su sistema filosófico.
Jean Wahl

Por eso Wahl anota: “Otro problema de la filosofía cartesiana surge del hecho de que tanto la sustancia pensante cuanto la sustancia  extensa son creadas por Dios. El mismo término se aplica a dos sustancias finitas y a una sustancia infinita... El termino sustancia no tiene la misma significación cuando se aplica a Dios  que cuando se aplica a sus criaturas.”

De ahí su afirmación en las sustancias que él llama “mónadas”. Varios pensadores de la filosofía occidental se refieren a la sustancia vital  pero no saben cómo definirla. Aceptan que existe pero no saben qué es. Uno de los que confiesan lo anterior es Locke: “Creía que existe y que por detrás de las propiedades hay algo, algo de  lo cual no podemos decir nada.”

Finalmente dice  Wahl que nos hemos quedado en la superficie del término, como en el caso de la comida sin condimentos o la charla banal: “Tenemos que abandonar la idea corriente de sustancia, si queremos comulgar sustancialmente con lo que hay de sustancial en las cosas.”





















Santa Teresa, la más perfecta de las imperfectas





Las Moradas
Editorial Porrúa, Serie Sepan Cuantos… Núm.50, 2005
Primera edición: Salamanca, España, 1588

"Teresa de Cepeda y Ahumada, más conocida por el nombre de Santa Teresa de Jesús o simplemente Teresa de Ávila (Ávila, 28 de marzo de 1515Alba de Tormes, 4 de octubre de 1582), fue una religiosa, doctora de la Iglesia Católica, mística y escritora española, fundadora de las carmelitas descalzas, rama de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (o carmelitas)"


Esta mujer, de la que se dice: “encarna todas las perfecciones humanas y divinas” gime, dice ella, bajo los mandatos de la naturaleza. Quiere empezar así, desde la posición más vulnerable, y rechaza la actitud de quien parece tener teléfono rojo para comunicarse  con Dios. No va  a recitar de memoria versículos y capítulos de la Biblia, va a empezar hablando  de sus debilidades como humana.
 
Santa Teresa de Jesús

 Las primeras palabras, de su primera página (de Las Moradas), son una muestra de ello: “Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración. No me parece me da el Señor  espíritu para hacerlo, ni deseo.”  Empieza a  escribir por obediencia a sus superiores, no porque tenga intención de hacerlo. Ni siquiera sabe, dice, cómo empezar.


Teresa  Ahumada de Cepeda, que nació en 1515, y que la historia conocería como Santa Teresa de Jesús, considera al alma como un Castillo donde hay muchos aposentos. A semejanza de San Agustín, Teresa va a buscar llegar a Dios a través de someter a  riguroso examen su antropocentrismo.  Su fe en Jesús es a prueba de todo pero no deja de reconocer  que ella es un cuerpo con fuertes requerimientos que la pegan a la tierra. Y a su razón práctica.


Más de una vez, como Sócrates anhelaba, consideró que este cuerpo tenía exigencias que la distraían en su persecución de la razón vital. Igual como sucede hoy día en el campo de la filosofía, de la literatura,  de la ciencia o de las humanidades. Individuos, hombres y mujeres, entregados por completo a su labor, vocación, casi pasión, y todo lo demás se sale de foco.


Los superiores ya se han dado cuenta que Teresa tiene un gran potencial, tanto cognitivo como especulativo, y le ordenan que escriba. Que escriba y de esa manera instruyan a las monjas y novicias de la orden de las Carmelitas. En su tiempo había  aquí muchas irregularidades que relajaban la disciplina conventual y alejaban  de Dios.


Escribir es  a la sazón una empresa sumamente ardua y arriesgada. Estamos en el siglo dieciséis. Por un lado la celosa Inquisición  vive muy al pendiente de lo que se publique. Procedente de Alemania y Francia, el protestantismo  y el laicismo jacobino, agarrados de la mano, pugnan por cruzar los Pirineos  y amenazan la unidad de España.

Estatua de Santa Teresa, al lado de la Puerta del Alcazar de la muralla de Ávila

Por otro lado el laicismo todavía es predominantemente cosa de hombres. Aquellas mujeres que destaquen en las letras, en la guerra,  en la especulación intelectual o en las ciencias, son fácilmente clasificadas en los cuadros patológicos con fuertes desarreglos hormonales y acusadas señales de histeria. La vagina se hizo para tener niños, no para otra cosa. Así sucedería con Sor Juana Inés de la Cruz, la Décima Musa mexicana, con la francesa Juana de Arco (Santa Juana de Arco), más diestra en la guerra que algunos guerreros de profesión de su tiempo. Así con esta española,  Teresa de Ávila.


Por eso Teresa de Ávila   se apresura a escribir, desde la primera cuartilla, de su monumental obra Las Moradas: “ Y así comienzo a  cumplir hoy día de la Santísima Trinidad, año de MDLXXVII, en este monasterio de San José del Carmen en Toledo, adonde al parecer estoy sujetándome en todo lo que dijere al parecer de quien  me lo manda  escribir. Si alguna cosa dijere, que no vaya conforme a lo que tiene la Santa Iglesia Católica Romana, será por ignorancia y no por malicia.”


No dice a las monjas del convento: “hagan esto” o “Se hace así, como si fuera un libro de autoayuda o estuviera dictando desde el estrado de la cátedra o el atril del orador. En una especie de catarsis Teresa sabe que no se vale decir cosas bonitas o en tercera persona. Cuando en realidad la cosa anda mal.  


Mucha de la feligresía católica adolecía  de concentración y entrega en el momento de hacer oración. Es la Iglesia universal no por su extensión que abarca geográficamente en el planeta sino porque en ella tiene entrada y acogida todo lo que toque a sus puertas. Y entre más podrido, mejor.


 La entrega del pecador, sinceramente  arrepentido,  funciona como el aire del desierto, entre más caliente más subirá hacia el cielo, buscando las corrientes frías. ¿Sino, a dónde podrían ir a tocar la puerta los malvados? En especial  el que a sí mismo se considera perdido.  “¡Vine por los malos, no por los buenos!” Se trata de una Iglesia que busca la santidad pero de ninguna manera el puritanismo, tan desacreditado. ¿Quién busca  al psiquiatra? El enfermo. Así  a la Iglesia.


 Pero entre los que ya han encontrado el camino, y los que acaban de llegar en busca de  paz espiritual, y en tanto  remontan la cuesta,  hay multitudes que dan la impresión  religiosa que  deja mucho que desear. Esa es la idea  que la religiosa consigna cuando observa los templos repletos de feligreses: “  están muy metidos en el mundo, tienen buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a nuestro Señor, y consideran quién son, aunque no muy de espacio, alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario en esto, porque están tan asidos a ellos, que, como a donde está su tesoro se va allá el corazón…En fin entran en las primeras piezas de las bajas (del hipotético Castillo),más entran con ellas  tantas sabandijas que no le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar.: harto hace en haber entrado.”

Pero, como dirá más adelante: “lo importante  es que ya llegaron.”







Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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