J.WAHL, “LIBERTAD” DE NACER

Yo no decidí nacer, pero nací. ¿O sí decidí?

¿Fue mi voluntad preexistente o alguien decidió por mí?

Para la gente de fe no hay duda.

El temas corresponde a la libertad y también a la responsabilidad individual.

Pero en los terrenos de la filosofía es meterse en vericuetos y quedar frente a una aporía. Como quien dice en un callejón sin salida. El asunto vale como ejercicio intelectual. Ejercicio muy útil en estos tiempos del Alzheimer.

El síndrome del éxodo ilustra que somos, por la genética y por la cultura, como somos. En cincuenta países del globo, y en  este siglo, alguien está viviendo el síndrome del éxodo. Sabe, de primera mano, de lo que estamos hablando.

Hegel observó que somos lo que conocemos, pensamos y sentimos, que estamos vinculados a nuestra cultura y a nuestra historia.

Los  españoles que se exiliaron  en México, tanto los nacionalistas, primeros que llegaron al país huyendo de la vesánica dictadura de la República, como los internacionalistas, que después llegaron huyendo de la vesánica  dictadura de Franco,  se identifican con el Quijote, no con el Popol Vuh.

Aun en lo que rechazamos estamos reafirmando nuestra personalidad. Esto lo había dicho Ortega y Gasset desde 1912.

Si nos dan a escoger un platillo de comida de nuestra tierra, y otro de otro país, podemos comer este por disposición ecléctica, pero lo nuestro es lo nuestro.  Un mexicano encuentra sabrosos los hot dogs pero prefiere los tamales. Ni siquiera se pone en cursivas ni comillas la palabra tamales, es  endémico, es lo suyo.

Con negar los valores de otros, reafirmamos nuestros valores.  

 “Nos volvemos conscientes de valores a través de nuestra actitud de repulsa en presencia de ciertas cosas que son opuestas a los valores que aún no hemos afirmado claramente.” ( J. Wahl. Introducción a la filosofía).

Siempre estamos decidiendo desde nuestra voluntad. Siempre estamos decidiendo desde nuestra tradición inconsciente genética y también de la tradición cultural aprendida.

El pasado nuestro no es un fósil congelado en el tiempo. Sigue actuando en nuestro presente. Es una manera de decir porque, en rigor, la misma amonita sigue enseñándonos desde su pétreo congelamiento.

Si fuera cierto el “volví a nacer”, como se cree en algunos programas de reeducación de la conducta, al estilo de Alcohólicos Anónimos, o al cambiar de religión, sería otro, no el mismo. Partir de cero sólo se da en las patologías de la mente. O en el futbol, al principio del partido.

Como creer que  obtendremos un  automóvil del año con el sólo hecho de poner un volante nuevo al mismo automóvil de antes.

¿Qué paso con esos “nacimientos” de reeducación de la conducta? Efectivamente se reeducó la conducta, es decir, se regresó a como era originalmente, antes de la distorsión. Ahora es, efectivamente, un hombre nuevo, pero con respecto a la patología, no al modo original.

Max Scheler escribe en su Ética que  “las vivencias pasadas no han cesado de existir ni operar: existen en el yo y, “con el” yo; la eliminación de una de nuestras vivencias cambiaría, en principio, de algún modo la vivencia total del presente.”

¿Dónde quedó, pues, la libertad de elección? Sí elijo, dice Wahl,” pero esta elección está determinada por el dato que soy yo. Yo estoy en cierto sentido dado a mí mismo.” ¿Pero desde cuándo soy yo mismo? ¿Desde cuándo decido? Ese es el punto.

Es en este punto donde Henry Bergson se hace un cuestionamiento interesante. Si estoy convencido que yo puedo dirigir mi vida, o, como se dice, mi destino, ¿por qué no pensar en una voluntad preexistente? Y haber dicho que no.

Espermatozoidicamente mis padres decidieron que yo naciera pero la  voluntad es mía. ¿Nací porque así lo decidí pero también pude haber decidido no nacer?

El ejercicio mental consiste en: 1) tratar de responderme: si nací sin que se tomara en cuenta mi opinión, ¿quién decidió por mí? 2) si es cierto que yo decidí mi destino pude haber decidido no nacer.

Como sea “El hombre se halla sumergido en una circunstancia que no elige.” Frase de Ortega y Gasset, en su Estética.

Así es como quedamos parados, inermes, ante la aporía. ¿Atrapados  en el callejón sin salida? Todo lo contrario.

 Jean Wahl nos recuerda que Platón dice, en la República: "que todo ser humano elige su carácter en un acto que no podemos localizar en ningún momento de nuestra vida, puesto que es anterior al nacimiento, y que en este acto manifiesta cada quien su valor, su carácter bueno o malo." (El camino del filosofo, Fondo de Cultura Económica, México, 1988).

Lo anterior está lejos de ser un determinismo y, por el contrario, se nos presenta como un caso de libertad, de decisión, propia del individuo aun antes de nacer. Que se traduce como la voluntad de ser.

Aun cuando fuera la más locas de las fabulas, es tan bella que vale la pena conservarla y fomentarla.

 Como contra tesis en la vida practica los hábitos patógenos tales como el sedentarismo, afición desmedida a la ingesta de sal, azúcar, fumar, alcoholismo y demás tipos de drogadicción, sería el camino del no ser.

Como se presenta el asunto parece que está fuera del tiempo atómico el decidir ser o no ser. Las cuestiones del materialismo e idealismo se encuadrarían en el mismo contexto.

 Con la libertad de decidir desde los  tiempos ignotos, no natos, llega la responsabilidad propia. Si decidí  nacer, decidí ser responsable. Si digo que otros decidieron por mí entonces la responsabilidad es de otros. Schopenhauer lo expresa a su manera nada diplomática. Las cursivas son de él:

 "...el racionalista sigue tranquilamente a su luz de la naturaleza creyendo de veras y seriamente que efectivamente no ha sido nada hace cuarenta o cincuenta años cuando su papá le engendró con el gorro de dormir, y su gansa mamá le había dado felizmente al mundo y que entonces había sido creado de la nada, porque solamente así no es responsable de nada."(En torno a la filosofía)

Muchísima información en el siglo veintiuno pero poco conocimiento porque no hay tiempo para leer tanto con el debido detenimiento. Ni siquiera me acuerdo ya  del número telefónico de casa. Mi teléfono móvil tiene ese dato y cien más. Dependo del móvil. Ya no necesito ejercitar la memoria. Y Alzheimer sigue avanzando.

En Los Intocables Nelson Ned marcaba, en el teléfono de la bocinita en pared, recordando los números.

Por eso enfrentarse con las aporías filosóficas no es un asunto ocioso para la mente. Es un ejercicio tan vigoroso como agarrar la mochila y empezar a subir la montaña.

Quizá no lleguemos esta vez a la cumbre, tal vez no resolvamos en esta ocasión la aporía pero, como dice Thoreau, el intrínseco beneficio del ejercicio ya quedó patente en mí. Y en todo caso eso es lo que importa.
WAHL

Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PETRONIO, ENCANTADORA PROPIEDAD PRIVADA


 

Es útil y buena la propiedad privada porque alguien se siente responsable de ella, dice Santo Tomás de Aquino.

Y se es responsable sólo si tiene propiedad privada.

El que no tiene propiedad privada  es susceptible que vaya por la   calle tirando basura y pintarrajeando casas, templos, edificios de la autoridad civil, de la universidad y de las instalaciones deportivas. Sólo la fosa común, de los cementerios, se escapa de los pintarrajeadores, pero no las tumbas de particulares.

El tema de los pintarrajeadores de casas ajenas es un asunto filosófico para tomar en cuenta. Se va buscando ser en el mundo. Como el deportista, como el académico, como el político. Todos van buscando ser.

A través de la resistencia de los propietarios, que diez o treinta veces al año repintan sus casas para borrar el grafiti, se adquiere el sentimiento de ser: “La existencia es, por una parte, lo que nos resiste, y, por otra, el esfuerzo que ejercitamos sobre lo que resiste.”(Jean Wahl, Introducción a la filosofía)

Pero a la vez es  la acumulación ilícita donde la propiedad privada es mala. El potentado Trimalción, en la obra del poeta romano Petronio, no sabe ya a cuánto llega su fortuna. Alguien le dice que su palacio de Pompeya acaba de ser destruido por el volcán. Sorprendido suspende por un momento su ingesta de vino y su atracón de comida en aquel célebre banquete en el que se encuentra, se endereza un poco y dice extrañado: “No recuerdo haber tenido una propiedad en Pompeya.” Pero tampoco le importa. Lo que en ese momento le quita el sueño es comprar la isla de Sicilia “Para ampliar un poco más mis propiedades.”

Vista a través de las generaciones, empero, la propiedad privada es una Fata Morgana. Morgana sería un buen nombre para el globo terráqueo.

 Hay más certeza de poseer el cielo espiritual, que seguridad en ser propietario en el planeta Tierra.

A la postre nadie es propietario de este rancho global. Sólo somos sus temporales albaceas. Semidioses, se dice en el Popol Vuh, si cumplimos con la tarea de cuidar la creación de los dioses.

Parado sobre las ruinas de Roma, Séneca hace la reflexión que de todos aquellos grandes hombres que dio el imperio, y que a su vez hicieron el imperio, guerreros, héroes, administradores, así como de sus portentosos teatros, palacios, baños y  estadios, no queda nada. Sólo proyectos académicos para la arqueología.

Sólo la poesía ha sobrevivido, será porque ésta no se mide con el tiempo atómico.

Asimismo Ur, la portentosa ciudad de los caldeos, dueña del mundo de su tiempo, no se veía piedra sobre piedra y por muchos siglos, al menos cincuenta, nadie supo dónde había quedado.

Del famoso y sacratísimo monte Teocuicani, de los aztecas, sobre la vertiente sur del Popocatépetl, México, por cinco siglos se le perdió a la arqueología.

Un ejemplo más. Las haciendas de México, surgidas en el siglo dieciséis,  bastiones del poderío español en América. Desde ahí dirigían la explotación de las minas y controlaban a las poblaciones indígenas. Algunas ganaderas, como en el norte del país, otras agrícolas y otras más, como en el caso de las del Estado de Hidalgo, hicieron inmensas fortunas y poderío con la industria del maguey, lo que se conoce como “haciendas pulqueras”. Ejemplo Hacienda de Paula, cerca de Tenayuca. En la actualidad casi todas esas haciendas son puras ruinas, paredes y techos colapsados.

Ni siquiera nos pertenecen aquellos postreros dos metros. Pasados siete años, que dice la ley, nos sacan para meter a otro.

Solo los superempresarios, como Trimalción, pueden trascender más allá del día de su muerte. Trimalción dispuso, en su testamento, que pagaría a su administrador para que cuidara que sobre su tumba nadie se fuera a cagar.sic

PETRONIO
“Cayo o Tito Petronio Árbitro (en latín Gaius Petronius Arbiter), nacido en algún momento entre los años 14 y 27 en Massalia (actual Marsella) y fallecido ca. del año 65 y 66 en Cumas, fue un escritor y político romano, que vivió durante el reinado del emperador Nerón.

Existe una breve biografía sobre este autor en los Anales del historiadorTácito, y otras hipótesis menores sobre su identidad. El propio Tácito,Plutarco y Plinio el Viejo describieron a Petronio como elegantiae arbiter(también expresado arbiter elegantiarum), "árbitro de la elegancia" en la corte de Nerón.” WIKIPEDIA

ORTEGA Y GASSET, ADELGAZAMIENTO PARA ALPINISTAS


 

La estética de José Ortega y Gasset

Por qué se pintan las mujeres puede arrojarnos a las profundidades de la estética de Ortega.

En el realismo las mujeres no se pintan, llevan la misma ropa y se amarran el cabello con un cabestro. Reproducen lo real.

Sin embargo con su cosmetología facial, sus cautivadores peinados y sus vestidos siempre diferentes, otras mujeres  fueron seguramente las primeras en recurrir a la imagen para alejarse del carácter material y dar esa impresión etérea que tanto ha motivado a los poetas:

“Mediante las imágenes descosificamos las cosas. Las hacemos perder su carácter material, grávido, pesado. Mediante las imágenes, en suma, desrealizamos la realidad, desmaterializándola, dotándola de levedad.” (Cursivas de Ortega).

Incursionan estas mujeres en las regiones de la estética y consiguen  así  inclinar la balanza a favor de la levedad. Sin soltar amarras pero cada vez más lejos de la mera copia natural.

Los países que se han democratizado sus mujeres son las primeras que se precipitan sobre los almacenes y visten los modernos jeans que levantan el trasero, blusas multicolores y abren el “salón estética” para pintarse el pelo y las uñas.

“El estilo-dice Ortega-reside en las formas artísticas y no en las formas naturales.”

Donde el autor destaca más en su obra, ejemplo (nuestro) las portadas de los libros, de 78 puntos el nombre del escritor y con 14 puntos el título de la novela:

 “Lo que   quería ser  una operación de “embellecimiento” de la realidad fracasa y lo que obtenemos es un esquema sin materia.”

Necesario evitar el malentendido. Todo lo anterior sin pasarse de la raya, después de lo cual está ese tipo de burguesía con la mujer fatal y el narcisismo patológico (valga la tautología).Con sus personajes paradigmáticos, que se quedan congelados en lo cósico, y nada tienen que ver con ese adelgazamiento al que se refiere Ortega. No desembocan en el universo de la levedad tan cara para el artista como para el montañista.

Hasta donde sabemos Ortega no fue alpinista, pero escribió cómo conquistar la levedad del humano por medio del arte (no se refería al  arte industrial o decorativo). Ese adelgazamiento de la realidad es fundamental en la práctica del alpinismo.

Fugarse de lo desagradable parecería ser la motivación del alpinismo como deporte: "La auténtica realidad, la vida cotidiana en la que cada sujeto debe hacer frente al mundo exteriores siempre enigmática y terrible. Los problemas que se dan en ella no son nunca meramente intelectuales. Ante tal situación el hombre reacciona segregando en la intimidad de sí mismo un mundo imaginario." 
Nevado  de Toluca, México, 4,700 m. s. n. m.
 Mario Campos Borges en la búsqueda de la inalcanzable Fata Morgna. Foto de Armando A.G.

Es evasión  contraria a una huida. Es un redescubrimiento de lo común. Es, como dice Graham Greene, el descubrimiento de Inglaterra por un inglés. Todos vivían en Inglaterra pero nadie, excepto uno, la descubrió. También Ortega redescubrió lo común, para adelgazarlo.

En su estudio por el arte, y para las actividades deportivas, Ortega escribe palabras para referirse al aumento de la idea sobre la realidad común, tales como metamorfosis, mundo ingrávido, desmaterialización. Se refiere al telón del teatro, a la oscuridad en el cine, o al marco de los cuadros, como mecanismos desrealizadores que facilitan la desgravitación de lo real y nos permiten acomodarnos en ese mundo ingrávido.

 Acuña el  término levedad. De la contraparte de la palabra, pesadez, desde 1912, Ortega bordaba ya a profundidad sobre la insoportable pesadez del ser.

Desde la dicotomía pesadez-ligereza que experimentó en el interior de una catedral gótica.

El obrero de 8 horas  en el trabajo pesado de la fábrica, o el de  la construcción de albañilería, tiene encima su catedral gótica pero no la levedad que da la cultura. Y el archimillonario debe gemir también bajo el peso de su costal lleno de diamantes porque tampoco tuvo tiempo para la levedad que da el arte.

La metáfora, que también, y tan bien, analiza Ortega, nos permite ver al alpinista remontar esa inmensa pesadez gótica conocida como “gravedad atmosférica”. Sólo tiene un arma para enfrentar tan ingente empresa: la idea. La intrínseca idea de la ascensión.

Dice: “Salto de la habitual y vulgar vida ordinaria en lo real a la fantástica  vida extraordinaria en lo irreal. Pues el artista busca siempre “escamotear” la realidad que de sobra fatiga, oprime y aburre al hombre fuera del arte.”

 Los borrachos. Velázquez, en el arte pictórico de la desrealización, tan estudiado por Ortega.

Santo Tomás de Aquino coincide con Ortega al considerar que hay más elevación en la medida que la forma haya superado más a la materia. Aquel en el universo espiritual y éste en las inmensurables regiones del arte. El escalador persiguiendo, al precio de su vida, a  Fata Morgana.

El alpinista  no sólo regresa a lo cotidiano. Ahora ha descubierto un montón de cosas valiosísimas que estaban  ocultas bajo la pátina de la rutina.

Parado sobre el último resalte de la ladera ve, allá abajo, las luces multicolores de la ciudad y no puede menos que exclamar: “¡Una maravilla de calidez humana”! Y, al alcanzar la primera calle, voltea hacia la montaña que acaba de dejar y dice: “¡Qué belleza!”

Ahora lo gótico ha perdido mucho de  su pesadez material y le revela la misteriosa y benéfica levedad buscada con cien nombres, desde la antigüedad, por místicos, filósofos, orfebres, pintores y escultores. Y por la gente de montaña.

Normalmente: “El paso de lo real a lo irreal artístico supone el paso del mundo de acción al mundo de la contemplación.”

En el caso del alpinista se obtendrá la levedad mediante el paso de la acción física, a la superacción física, guiados por la idea.

Los países del planeta, de las más diversas creencias idealistas y materialistas, van a escalar montañas. Si bien no es el alpinismo la actividad idónea para el pensamiento lógico. El alpinismo no tiene nada de motivación lógica ni práctica.

¿Qué va a hacer un individuo allá donde no gana dinero (salvo cuando se trata del alpinismo profesional) sino, al contrario,  pone todo de su bolsillo? A cambio puede salir lastimado, traumado físicamente, de su estructura ósea multifuncional? O no regresar.

El noventa y dos por ciento no acertaría a contestar esa pregunta. El restante dos por ciento sí lo sabe. Persiguiendo a la inalcanzable Fata Morgana, y en términos de ganancia práctica, el alpinista se dio cuenta que ganó lo más valioso: salud psicofísica. En lo que eso signifique hablando de criaturas finitas, perecederas. “Daría la mitad de mi fortuna por poder orinar bien”, dijo el mafioso en la película El Padrino.

En el alpinismo se da la dicotomía de lo pesado físico (pesado cósico), con lo liviano espiritual.

 Éste, Ortega lo rastrea por el camino del arte. Ese liviano espiritual, mediante el arte, es un proceso ascendente e irreversible,cree Ortega:

"Cada nueva generación irá haciendo que predomine cada vez  más las puras formas estilísticas, se exasperará en el esfuerzo de que los objetos naturales sea más lo que no son, se lances más fuera de sus límites, en suma, que las cosas queden cada vez más estilizadas. Hasta que llegue una hora en que el arte apenas conserva nada de materia y representación, es casi pura forma."

Ortega nos señala  el camino del arte o, mejor, creemos nosotros, agarrar la mochila y largarse a las montañas…la idea es la misma: desrealizar( con inteligencia,  técnica y sudar la camiseta), la realidad.

“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

STO.TOMAS CONSTRUYE PUENTES ENTRE RAZÓN Y FE


 

Los filósofos entre bambalinas, W. Weischedel, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.

La fe y la razón proceden de Dios.

 Tomás plasmó esta idea en voluminosas obras. En el siglo veintiuno tal vez  el tema  nos parezca obvio, hablando de la cultura occidental, pero en el siglo trece, que fue el tiempo en el que Tomás vivió, el teocentrismo y el antropocentrismo eran trincheras de concepción irreductible.

 La  Iglesia misma veía con recelo a Tomás.  Esto se acrecentó cuando el religioso tuvo un considerable acercamiento con el paganismo  por medio de la filosofía de Aristóteles.

El puente que Tomás tendió consiste en que “La fe no es irracional y la razón, por su parte, si se entiende de manera correcta, no puede enseñar nada que se oponga a la fe.”

Lo anterior es sintético pero ahora era necesario investigar a cada una por su lado. Es  el trabajo analítico que durante toda su vida lleva a cabo, y dejó plasmada, principalmente en sus dos voluminosos trabajos: Summa Theológica y  Summa Contra  Gentiles.

A partir  de la obra terminada, se puede  conocer al albañil.

Es lo que Santo Tomás de Aquino dice de Dios: “En cierto modo, es posible llegar a conocer al creador a partir de lo creado.”

En este modo de retroceder, a partir del efecto, se puede conocer la historia de las cosas, las personas o las sociedades.

Podemos pensar en situaciones de alegría como un viejo matrimonio bien habido o un veterano beisbolista, ya retirado, que pudo realizarse como tal. Por su condición última se puede sacar  trayectoria de ambos ejemplos.

Asimismo las  sociedades carentes de organización, que sufren algunos países de manera sino total si generalizada, se puede sacar que muchos de sus individuos tuvieron una niñez maltratada y muy  lejos de la ética y la moral.

Un podólogo observa los tacones chuecos de los zapatos y sabe de qué adolece el modo de caminar el dueño.

¿Qué hace un psiquiatra  ante una persona agobiada que lo busca para ayuda profesional? Necesita empezar a conocer su manera de vivir hasta ese día y de ser necesario desde el momento que nació. En ocasiones, según el caso, antecedentes familiares, el padre, la madre, el abuelo. Y, sin embargo, en algún punto hay que parar en ese viaje pretérito familiar.

Lo que dice Tomás es eso, que la historia humana es copia, un reflejo, una vaga analogía, de la historia divina. En lo positivo: “Todo lo que existe debe tener una causa para ello. Esa causa, a la vez, debe depender de otra causa más elevada. No obstante no es posible continuar hasta el infinito en la cadena de la causalidad. Por ende, debe haber una primera causa y ésta es Dios.”

Pero no es esto lo que distingue la obra de Tomás pues ya desde los presocráticos, y particularmente Aristóteles, y desde luego el cristianismo, ya lo habían considerado así.

Tomás, pensador del siglo trece, va a desarrollar su vasta obra filosófica-teológica, teniendo “como finalidad de demostrar que el mundo finito no puede tener su origen en sí mismo  sino que remite a  Dios como su creador.”

¿Cómo lo hace? Tomás observa que todo en la Naturaleza tiene tendencia a transformarse en algo mejor. Es decir que va de la potencia al acto: “Ese concepto de la realidad no se encuentra en la materia sino en la forma, une el pensamiento medieval con el antiguo y los opone a la visión moderna.”

Esto es, que en el mundo hay realidades y que estas realidades tienen su esencia, no sólo son realidades materiales. Por ese camino: “Se puede descubrir el propósito de Dios respecto al mundo.”

De ahí que la filosofía, dentro de su conocimiento del mundo, tenga la tarea de “extraer la esencia de la realidad.”

La cultura occidental es un edificio sobre estos dos pilares: razón y fe. En los países donde la democracia goza de buena salud  siempre habrá duda en un sentido o en otro. Pero, como dijo Henry Fonda en la película 12 hombres en pugna: “Tenemos una duda razonable”. Una duda razonable que nos permite pensar en libertad.

Pero no se llega a ese conocimiento frotando la lámpara para que salga el genio y, ¡listo! Se consigue haciendo como Thoreau, que recorría el sendero de los bosques con tesón, buscando la forma, un día y el otro también. Pero sin sufrir, con alegría. Tomás veía que “cada aspecto de la realidad es más elevado mientras la forma haya superado más a la materia.”

Es un religioso, un hombre de fe, no obstante, no quiere empezar desde arriba, de la causa primera que lo hace todo. Más bien  hace como humano que imagina una escalera apoyada en la Tierra, no colgada de las nubes.

Es así como elabora una especie de tabla de valores prácticos y esenciales (los peldaños  de la escalera), empezando por lo inanimado y las plantas. Siguen los animales, con capacidad vegetativa pero, que ya poseen algo extraordinario sensitivo, que es la percepción.

Sigue el hombre con lo mismo sensitivo, y la percepción de los animales, pero ya con alma inmortal. Y, con la angustia que da el conocimiento que va a morir. Al brotar la pregunta ¿por qué hay que morir?, empezaron a desarrollarse innumerables modos de pensar tanto filosóficos como teológicos que luego tomarían forma de “tratados”, “teorías” o “escuelas”.

Esta categorización de Tomás recuerda la hipótesis de los cuatro puntos de vista de las nociones comunes de Spinoza plasmados  en su Ética. Cómo de las ideas fisicoquímicas va pasando a las ideas de esencia. Señala:

“El camino es este: siendo adecuadas las nociones comunes nos conducen necesariamente a Dios…Tiene una cara vuelta hacia las nociones comunes y una cara vuelta hacia las esencias.”

Admitido el contexto de libertad para pensar, las ideas consideradas por Tomás siempre están presentes y son pensadas por los filósofos hacia el siglo veintiuno mediante “escuelas”, según apunta I.M. Bochenski, como empirismo, idealismo, filosofía de la vida, fenomenología, filosofía de la existencia y metafísica.(La filosofía actual)

Luego siguen los espíritus incorpóreos que son los ángeles pero que tampoco son perfectos. Finalmente el espíritu puro increado, unas veces representado, otras no, una veces nombrado  y otras sin nombre, que es Dios.

En esto, de la forma pura, como espíritu puro, alejado de toda materia, es donde van a coincidir Tomás, monje cristiano del siglo trece, y Aristóteles, del “paganismo” griego diecinueve siglos atrás.

En El náufrago ilusionado José Ortega y Gasset utiliza el término raciovitalismo  en el que considera una concordancia entre  razón y vida contemplativa, considerada esta como pensamiento: “La posición del raciovitalismo no enfrenta vida activa y vida contemplativa sino que los intereses  de la vida deberán ser iluminados por la razón.”

La tarea que se echa a cuestas Tomás es lo que se ha llamado su “mundanidad”, que consiste en que el alma no está separada del mundo, como hasta entonces se creía en el Medioevo, incluido San Agustín.

La idea de superar islas del pensamiento, abstracciones, y llegar a una unidad pisando tierra con origen en el cielo, fue lo de Tomás.

No es ya el juego escolar de la cuerda tirada por grupos antagónicos envalentonados para ver quién vence al otro.

Es la convicción de la filosofía tomista que  “tanto la fe como la razón proceden de Dios.”

Tomás
“Tomás de Aquino, en italiano Tommaso D'Aquino (Roccasecca o Belcastro,1 Italia, 1224/1225 – Abadía de Fossanuova, 7 de marzo de 1274) fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica, una de las mayores figuras de la teología sistemática y, a su vez, una de las mayores autoridades en metafísica, hasta el punto de, después de muerto, ser el referente de varias escuelas del pensamiento: tomista y neotomista. Es conocido también como Doctor Angélico , Doctor Común y Doctor de la Humanidad, apodos dados por la Iglesia católica, la cual lo recomienda para los estudios de filosofía y teología.Sus obras más conocidas son la Summa theologiae, compendio de la doctrina católica en la cual trata 495 cuestiones divididas en artículos, y la Summa contra gentiles, compendio de apología filosófica de la fe católica, que consta de 410 capítulos agrupados en 4 libros, redactado a petición de Raimundo de Peñafort.” Wikipedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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