CICERÓN, COLOR EN EL SEMÁFORO


 

Avanzar o detenerse en la esquina de la calle según marca el semáforo.

Kant, y sobre todo Fichte, hablan de la conciencia como una  especie de semáforo que da luz verde, o que nos marca el alto, en todos los momentos de nuestra vida.

El asunto es: quién maneja ese semáforo: “¿En dónde estará, pues, la virtud-se pregunta Cicerón-, si nada depende de nosotros?”

Cicerón piensa que mediante la lectura, cultural, se puede encontrar una buena guía para normar nuestro juicio. Distinguir entre la virtud, que los griegos identificaban con las actitudes positivas para la sociedad, y el error, su contraparte.
¿Pero, cómo distinguir entre una cuestión y otra?, se pregunta en su obra Cuestiones académicas.

La lectura y el conocimiento por sí mismos no son garantía de virtud. Lo dicen los medios que sin cesar los jueces expiden ordenes de averiguaciones previas para investigar tanto a ciudadanos que hasta entonces eran anónimos, como a personajes de la política,  de la Academia, miembros de la realeza y hasta príncipes de la Iglesia.

El saber,  el palacio, la universidad laica, y en parte los seminarios de religiosos, no son fábrica de boy scouts que garantice la acción buena del día, “el diablo mete la cola en todas partes”.

Como sea, la conciencia y la lectura de los clásicos, el Humanismo, el Laicismo cultural,  harían lo que Cicerón llama el principio regulador, un metafórico semáforo. Siempre habrá quién se pase la luz roja, pero serán los menos.

Como contrario, a ese principio regulador, lo conocen bien las personas que manejan vehículos, cuando el semáforo de la esquina se descompone. Todo queda al juego libre, se lucha por pasar primero y pronto el caos deja a todos bloqueados. Muchos gritos, juramentos de carretonero, recordatorios del día de las madres, muchos bocinazos, pero nadie avanza.

En este país  pocos lugares sus habitantes, que manejan,  actúan con tanta propiedad como en la ciudad de Xalapa, Veracruz, donde impera la cultura vehicular del “uno X uno”. Pasa el de acá, sigue el de allá perpendicular y le toca al de acá... En las ciudades del Altiplano pasarán mil años y todavía estarán lejos del “uno X uno”.


Marco Tulio Cicerón  nació el año 106 y murió en el 43, todavía de los “tiempos paganos” europeos. Fue jurisconsulto tan adelantado que ya a los dieciséis años de edad vestía la toga viril. Fue autor de numerosos escritos, de los que se conservan pocos, pues acabaron perdidos en el tiempo y por el odio.

De educación tan cuidada que conoció la filosofía de los grandes griegos y de los ilustres latinos, algunos contemporáneos suyos, con los que sostiene reuniones en las que se comunican ideas en la casa de su amigo M. Varrón, en la ciudad de Cumas.

Dueño de una sensibilidad  tal, Cicerón se  hace  preguntas sobre la vida. Algunos de sus contemporáneos lo recuerdan como un (orador) pensador vigoroso y a la vez presa de debilidades de ánimo.

De algún modo se le implicaría como uno de los conspiradores que asesinaron a Julio Cesar y acabaría, a su vez, asesinado, con la cabeza cercenada y la lengua atravesada con una aguja.

Con una percepción muy desarrollada por el ejercicio de su profesión que  llevó en el Senado, de la república romana, y por sus luces culturales, Cicerón no era ajeno a la tormenta que se levantaba en el horizonte.

Colocado en el centro de sus dioses penates, y de los vientos de la divinidad en singular que llegaban ya del extremo oriente del Mediterráneo, s e preguntaba, le preguntaba a sus amigos filósofos:

 “Sí, como pretenden, Dios creó al mundo, para nosotros, ¿por qué puso  en él tantas serpientes y víboras?”

Más la vida debe tener algún sentido, un orden, un fin ennoblecedor, pero ¿cómo descubrir esa intención en medio de tanto ruido, valores esenciales revueltos con naturalezas viles?

Un semáforo regulador que nos permita llegar al buen fin que nos propusimos al comenzar este día. No sabemos quién regule ese semáforo pero de seguro que tiene el propósito de facilitarnos las cosas. Se pregunta:

“¿En qué consiste este principio regulador de lo verdadero y lo falso, sino tenemos noción alguna ni de lo uno ni de lo otro, por lo mismo que no podemos establecer entre la verdad y la falsedad ninguna  diferencia?”

Cicerón no es profeta del desastre sino uno de los grandes hombres de un imperio que en esos días todavía era la mayor luz intelectual (como heredera de la Hélade) y la fuerza guerrera más poderosa del (aquel) mundo.

Y se apresura a regresar al terreno de la esperanza:

“Dudar de algunas de estas cuestiones, y no creer en ellas con inquebrantable fe, sería alejarse muchísimo de la sabiduría.”

En reunión prolongada en la casa de su amigo M. Varrón, y demás filósofos, Cicerón se da cuenta que la metáfora del día se acaba y la noche llega ya. Como( los filósofos con sus teorías)   los novelistas que se pasaron treinta años de su vida escribiendo una novela que no podrán ver terminada, y por lo mismo temas sustantivos quedarán en el aire.

Cicerón se despide con estas palabras, en la confianza que, pase lo que pase, la vida posee lo que él llama el principio regulador porque, ese principio regulador ya estaba antes que él y seguirá cuando él se haya ido: 
“Pero como el marinero me hace señas, y el susurro del favonio me está indicando  que ya es hora de embarcar, creo que debo poner fin  a mi discurso, que ya ha durado lo bastante. Si alguna otra vez volvemos a investigar estos asuntos, discutiremos preferentemente acerca de las divergencias de tantos hombres ilustres, de la oscuridad de la naturaleza,  del error de muchos filósofos que defienden, acerca del bien y del mal, doctrinas diametralmente opuestas y que, a pesar de su celebridad, se destruyen mutuamente, ya que la verdad….”

 
CICERÓN

“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MONTAIGNE, LOS NIÑOS


 

Ni bárbaros ni sabios, la filosofía busca otra meta…George Santayana escribió toda su vida haciendo distinción entre la cultura del bienestar y el progreso cultural humanista.

Vemos niños de segundo año de Guardería, cuando apenas han aprendido a  andar, manejar con habilidad impresionante su “tableta”, como hace medio siglo ni siquiera el más hábil tecnócrata se hubiera imaginado.

Así como la niñez  de antaño era diestra en hacer girar el “yoyo” o “bailar” el trompo o jugar al “futbolito” de mesa. Lo que tengan enfrente, los niños lo aprenden y lo aprehenden para dejarlo fijo en su espíritu.

Con esa  naturalidad podría el niño, dice Montaigne, aprender filosofía. Le serviría como guía para practicarla  en su vida como para repasarla con placer en su ancianidad:

“La filosofía es rica en conceptos, lo mismo para el nacimiento del hombre que para su decrepitud.” (Montaigne, Ensayos escogidos).

No sólo que digan tópicos recurrentes, sino que busquen conceptos de experiencia.

Montaigne no piensa en el niño patológicamente hiperactivo en la cultura, ni tampoco en el niño tímido inactivo que irá camino de la barbarie.

Estudiar quince horas al día cuando también debería jugar: “Cuantos hombres he visto embrutecidos por su avidez cultural temeraria.”

Como tampoco  se pase quince horas trabajando cuando debería estar estudiando y jugando:

“No quiero que su espíritu se corrompa teniéndolo aherrojado, sometido al trabajo durante catorce o quince horas, como un mozo de cuerda, ni aprobaría el que, si por complexión solitaria y melancólica el discípulo se abandonara al estudio de manera indiscreta, se despierte en él tal habito, pues éste los hace ineptos para el trato social, apartándolo de provechosas ocupaciones.”


Entre la cultura del bienestar y el progreso cultural humanista.
Montaigne rechaza sobre todo la idea que el niño crezca dentro de una capsula de cristal. El mundo se compone de bellos amaneceres y también está lleno de virus patógenos. Y, a través de “eso”, debe aprender a caminar para al final poder distinguir lo que es  vivir:

“Debe lograrse  que el joven sea apto para vivir en todas las naciones y en todas las compañías. Aún más: que no les sean extraños, si es preciso, el desorden y los excesos. Que sus costumbres concuerden con las usuales; que pueda poner en practica todas las cosas y sólo realizar las que sean buenas.”

No hay que asustarse por lo que dice Montaigne. Sabido es que al undergrownd ni siquiera hay que ir a buscarlo, sino que  llega solo  en los años todavía de la enseñanza media superior, por medio de tímidas presentaciones, al principio...

El autor se pronuncia por observar las tendencias o aptitudes positivas naturales del niño y en lo posible ayudar a desarrollarlas. Cita a Platón cuando se refiere a la educación de los niños: “es preciso colocar a los hijos según los valores de su espíritu y no de acuerdo con el talento de los padres.”

Para que no se malentienda, los padres y los maestros son los responsables, en primera y segunda instancia, de la educación del niño, pero no para hacerlos sus retratos. Como dice D. H. Lawrence: “somos como nos hicieron nuestras queridas abuelas.”

En todo caso, dice Montaigne, aprendemos tantas cosas en la vida, unas  sustantivas y otras del basurero,  por qué no acercar al niño a la filosofía:

“…dado que la filosofía nos educa en la práctica de la vida y la infancia resulta propicia a su lección como todas las edades ¿qué razón hay para que nos neguemos a suministrársela?”

Se aleja a toda prisa de los extremos. Ni bárbaro ni sabio. La deformación humana atisba en cualquiera de esos extremos y para el caso recuerda:

“Cuantos hombres he visto embrutecidos por su avidez cultural temeraria. Carneades sufrió trastornos tales por el estudio que nunca se cortó el pelo ni las uñas.”

 Porfirio nos relata que Plotino, su maestro, por estar pensando, nunca se bañaba. Y hubo uno de los grandes Presocráticos que, por estar observando el cielo, murió comido por los piojos, según apunta Diógenes Laercio.

Recurriendo al término medio  aristotélico (ese término medio que confundían tanto Ingenieros como Nietzsche), Montaigne recomienda observar el cielo sin despegar los pies de la tierra:

“Valoricemos los sencillos discursos de la filosofía, sepamos escogerlos y emplearlos con eficacia puesto que son tan fáciles de comprender como un cuento de Boccaccio.”


MONTAIGNE

 
 
 
 
 
 
 
“Michel Eyquem de Montaigne (Castillo de Montaigne, Saint-Michel-de-Montaigne, cerca de Burdeos, 28 de febrero de 1533 - ibíd., 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo, escritor, humanista, moralista y políticofrancés del Renacimiento, autor de los Ensayos, y creador del género literario conocido en la Edad Moderna como ensayo.”Wikipedia





 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SPENCER TRACY Y UNA VIEJA PELÍCULA EN BLANCO Y NEGRO



Spencer Tracy agarra la Biblia, sonríe, luego toma el Origen de las especies de Darwin, y también sonríe. Abandona la sala del Juzgado de Hillsboro, Tennessee, Estados Unidos. Es la última escena de la película Heredarás el viento, de 1960 del director Stanley Kramer.

En los días anteriores la vida de los habitantes de Hillsboro se había visto muy perturbada dado que los principios religiosos de la gente estaban resentidos. El maestro de la escuela secundaria enseñaba la evolución del hombre a partir de una especie de criatura semejante al mono. A raíz de eso el maestro fue puesto en la cárcel.

El film se basó en un hecho real sucedido en  esa población, en 1925, y el maestro se llamaba John Scopes. El caso se conoció como El juicio del mono.

J.Scopes
Siguió un juicio, en la película, en el que se enfrentan creencias religiosas contra posiciones evolucionistas. Es una película llena de alharaca y frases punitivas gritadas por los evolucionistas y contestadas en igual manera por los creyentes.

Spencer, el viejo y experimentado defensor evolucionista, exhibe durante el juicio una roca que contiene un fósil de muchos millones de años. Cosa inadmisible por la contraparte que, haciendo una lectura literal de la biblia, asegura que el mundo tiene no más de 6 mil años.

La película recuerda, casi por completo, el libro  de Chesterton: El hombre eterno. También recuerda la polémica real que tuvo lugar, en ocasión del descubrimiento de las pinturas de la cueva de Altamira, España, en el siglo diecinueve.

Pinturas con una antigüedad de unos 30 mil años. ¿Cómo explicar eso si el mundo, también se trajo a colación en esa vez, según la Biblia, tiene no más de 6 mil años. ¿Cómo conciliar la presencia de unas pinturas cuando el mundo todavía no existía?

En rigor la palabra “mundo” se refiere a las cosas que nos rodean, gentes, costumbres, etc. Pero se emplea descuidadamente como sinónimo de planeta.

El film de Kramer es un buen ejemplo de cuando las cosas se revuelven, sea deliberadamente, por fanatismo o por ignorancia.

La ciencia rebasa, siempre por  ella misma, su última frontera en el campo de la fenomenología. Y ha renunciado, por lo mismo, al mundo inteligible. Y alguna gente religiosa, al hacer una lectura literal de la Biblia,  está atada de manos para explicarse cuando tiene ante sí un fósil de 185 millones de años.

Si vamos a creer a San Agustín, cuando dice que  un solo individuo tiene todas las potencialidades anímicas, entonces no somos del todo creyentes ni del todo ateos (así fue la vida de San Agustín). Agarremos (como él l hizo), el sitio en el que nos sintamos vivir bien. Pero  combatir al otro  en parte nos estaríamos combatiendo a nosotros mismos. Y pelearse consigo mismo es fuente de graves patologías psicofísicas.

Siempre asistiremos a esta clase de polémica. Y más vale informarnos, no para negar al “contrario” sino para no revolver las cosas. Otras culturas del planeta aspiran a ser puro espíritu, otras más buscan ser pura máquina.

 En la occidental afortunadamente  es distinto. Se vive, se fomenta, se  estudia y se  practica esa antinomia. Lo sensible y lo inteligible, la razón y fe o Romanticismo e Ilustración, espíritu y máquina, o como quiera llamársele, es lo que caracteriza a la cultura originalmente europea.

En el siglo dieciocho tuvimos el Romanticismo y la Ilustración. Una batalla  intelectual con inmensas trincheras más hondas que las que se excavaban en la Primera Guerra Mundial.

En el siglo tres Plotino intentaba ya aplacar las altas olas enconadas que se levantaban largo y tendido de lo sensible y de lo inteligible.

Más allá el emperador romano, Marco Aurelio, se afanaba diciendo que razón y virtud son las dos piernas con las que el humano camina, al menos en el mundo grecolatino.

Más lejos Platón con las Ideas y Parménides con los átomos.

Y todavía más allá, los Presocráticos, que son los que en realidad empezaron el baile, con su gran (y deseable)yuxtaposición de razón y virtud.

Para el siglo trece, el siglo de Tomás de Aquino y de Alberto Magno, los fundamentos de la cultura europea habían sido, no creados pero sí conservados, de alguna manera, por la fusión de cristianismo más paideia “pagana”, procedente de la antigüedad de los grandes imperios, siguiendo la ruta de la Patrística o Padres de la Iglesia-Monacales-Escuelas catedralicias- de Teología y Artes (esta última de Filosofía y Ciencia):

“Poco a poco, a lo largo de los siglos XII y XIII, las escuelas catedralicias, con su excesiva dependencia episcopal, su regulación jerárquica, van resultando un marco demasiado estrecho para el desarrollo de las disciplinas académicas y comenzarán una larga lucha por su autonomía científica o intelectual así como por su independencia organizativa y económica.”(José Egido Serrano: Tomás de Aquino).

La “Universidad Federico II”, de Nápoles, fue fundada el 5 de junio de 1224, por el Emperador del mismo nombre, 24 años antes que se pusiera la primera piedra de la famosa Catedral de Colonia, el 15 de agosto de 1248.

Esta universidad para las Artes es lo que ahora entendemos como el campus para las ciencias y la tecnología, lejos  cada vez más de los monasterios.

En el Libro Quinto de la Primera Eneada, Plotino, filósofo pagano (ya en el siglo tercero del cristianismo), llama a no revolver las cosas ni mucho menos a enfrentarlas:

“Conservemos presentes estos caracteres del ser sensible y del ser verdadero; abstengámonos de dar a uno u otro atributos que no les corresponden.”

Spencer Tracy parece decir lo mismo, en la última escena de la película, cuando guarda para sí la Biblia y la Evolución de las especies.

 
S.Tracy

“Spencer Bonaventure Tracy fue un actor estadounidense ganador de los premios Óscar y Globo de Oro. Nació el 5 de abril de 1900 en Milwaukee, Wisconsin, segundo hijo de un vendedor de camiones y una ama de casa.” Wikipedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ARISTÓTELES, VER


 

Mira a los ojos del que te habla y no se dará cuenta cómo estas vestido, dijo  Dermont Mul Roney, el gigoló profesional en la película Amores, enredos y una boda.

Usa lentes oscuros, sin necesidad real, y te ocultarás  a los ojos de la gente. “Si pudieran mirar el interior del corazón del hombre y pudieran ver su actitud respecto de lo que constituye la belleza moral, el hombre virtuoso podría aparecer tal, aun prescindiendo de sus acciones”, escribe Aristóteles en su Gran Ética, capítulo XIX.

Pero como no podemos ver, entonces necesitamos esperar que accione. El mismo Dios no se comunica ya por medio de la voz, como antes hacía. De tanto comunicarse llegaron a no creerle o se le malinterpretaba. Ahora habla por medio de las circunstancias, de los actos.

En las películas de ficción descubrían al hombre invisible llenando el piso de polvo. En tanto éste no se moviera nadie lo ubicaba. Pero aun moviéndose no quiere decir que avanzara.

Como el que en el gimnasio se mueve sobre la máquina “caminadora”.  Como los alpinistas en la cumbre más alta de la montaña mexicana Iztaccihuatl,  cuando se cubre por la tormenta, desorientados,   dan vueltas en círculo.

 Por eso la “virtud activa”, que Aristóteles propone tiene la connotación de moverse positivamente. No sólo el movimiento mecánico sino el intencional. O idea operante, como le llaman los filósofos.

“No quiero conocer a nadie sino por sus obras” escribirá más tarde Spinoza en su Tratado Teológico- Político.

Pero aun cuando pudiéramos ver, por medio de la intuición (instinto + sabiduría), ¿de que serviría a nosotros, a la comunidad, un hombre virtuoso? La soledad terapéutica (de místicos, filósofos y novelistas) puede muy bien confundirse con la soledad  patológica  del yo narcisista.

Aristóteles adelanta un “tip” para conocer si de verdad es un hombre virtuoso. La virtud tiene que ser activa. Porque en tanto esté inmóvil esa virtud permanece en potencia:

“Cuando los hombres ven un hombre virtuoso, le juzgan por sus acciones, porque su propósito o intenciones internos les quedan ocultos.”

 Tomás de Aquino dice que “Se pueden definir sus hábitos por sus actos.”

Las religiones no escapan a esta regla. En tanto recite la Biblia  de memoria nada se ha demostrado. Todo queda en palabras.

 En política sirve la misma regla. El político, ya en posesión del puesto por el que tanto luchó, no demuestre con hechos lo mucho que prometió, durante el debate cuando apenas era precandidato, no ha ido más allá de las palabras.

 La pareja de enamorados también está sujeta de este capítulo XIX. El matrimonio es el yunque donde las promesas experimentan sus más duras pruebas de aquellas encantadoras promesas.

Existir, sólo existir sin hacer nada, hasta pone en duda la existencia misma. Se necesita algo más, dice Jean Wahl (El camino del filósofo):

  “…sólo hay existencia si hay contenido de la existencia.”

De ahí que Aristóteles, en este capítulo XIX, recomiende ver, no tanto oír. Ver si se mueve en la dirección que positivamente prometió.
ARISTÓTELES
 

“Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C. – 322 a. C.)1 2 fue un polímata: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.1 2 3.Aristóteles escribió cerca de 200 tratados (de los cuales sólo nos han llegado 31) sobre una enorme variedad de temas, incluyendo lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física, astronomía y biología.1 Aristóteles transformó muchas, si no todas, las áreas del conocimiento que tocó. Es reconocido como el padre fundador de la lógica y de la biología, pues si bien existen reflexiones y escritos previos sobre ambas materias, es en el trabajo de Aristóteles donde se encuentran las primeras investigaciones sistemáticas al respecto.”Wikipedia

PLOTINO LLEGA A FTIA


 

Plotino llega a Ftia, no en la  región de Grecia, zona sur de Magnesia, patria de los mirmidones, sino en las Islas Afortunadas. Aquella misma Ftia a donde Sócrates había ido casi siete siglos antes que él.

El pensamiento de Plotino: Comemos para vivir como cualquiera criatura biológica, razonamos a modo de permanecer dentro del orden llamado Estado y soñamos para morar en un lugar donde el tiempo ya no existe.

 “Tuvo la visión del Dios que no tiene forma, que no es una idea, que existe sobre la Inteligencia y sobre todo el mundo inteligible.”

Ftia, la Asamblea de los espíritus familiares, el Tlalocan de los mexicanos, el Paraíso de los cristianos. El oráculo dice que Plotino llegó a Ftia el día que, a la edad de 65 años de vida mortal (205-270 d C), dejó su cuerpo y se fue a reunir con otros filósofos.

Dejó en el mundo formada a una multitud de filósofos y escribió incontables trabajos, de los cuales se conservan 54 libros  que han sido organizados en 6 Enéadas.

  Plotino fue alumno de Amonio Saccas y ambos fueron los fundadores del Neoplatonismo. Su trabajo, a través de Agustín de Hipona y otros pensadores cristianos y musulmanes posteriores, ha tenido una gran influencia en el pensamiento occidental y de oriente próximo. “Wikipedia.

 

Se le considera un pensador original porque hizo aportes suyos a lo mucho que ya se había escrito hasta entonces y que él conocía bien. De él dice Porfirio: “Plotino, el crítico más grande nuestros días, el hombre que había examinado casi todas las obras de su tiempo:”

La vida (y la obra) de Plotino la conocemos por Porfirio, discípulo suyo tan aventajado y dueño de luces intelectuales, que era el designado por Plotino para que  revisara  y escribiera sus trabajos: “Compiló cien libros con las notas recogidas en los cursos de Plotino.”

Filósofo de la antigüedad clásica, aunque vivió ya en el cristianismo, era, dice Porfirio, alguien que por estar pensando en los valores esenciales, principalmente  (pero también en los valores materiales), era descuidado con sus escritos, tenía letra casi indescifrable (como los médicos de ahora), de ortografía caótica sin puntos ni comas ni mayúsculas (como algunos revolucionarios del idioma de la actualidad) y además no se bañaba (como algunos existencialista de la actualidad). ¡Plotino fue pionero en muchos campos de la actividad humana!

Leer las Enéadas, trabajo extenso, es, sin embargo, una delicia, por la manera de exponer Plotino sus ideas y seguramente, por el orden que Porfirio puso en los  escritos de su maestro. Grandes hombres de letras han sido los traductores de sus obras a través de los siglos. En México José Vasconcelos fue uno de ellos.

Una primera edición que de las Enéadas hizo la Universidad Nacional Autónoma Nacional de México, fue en 1923  y una primera reimpresión en 1988, ésta  de 30 mil ejemplares, tiraje increíble para México, país donde los editores procuran, dado el escaso de lectores de libros de cultura,  tirajes precavidos de mil ejemplares.

Conocedor de las obras de Platón y de Aristóteles, en los que apoya sus ideas (Plotino es de los llamados neoplatónicos), es desde luego, un pensador original:

“Aceptó la doctrina metafísica de Platón, pero aplicó a ella las enseñanzas de Aristóteles, los principios neopitagoricos y algunas doctrinas orientales, sobre todo las de la emanación.”

Sus ideas sobre el Absoluto, el alma y el Bien, encontraron una enorme acogida entre el cristianismo de la celosa Edad Media: “para el Cristianismo su existencia fue de tal modo esencial, que, como dice Eucken, exceptuando a San Agustín, ningún pensador ha influido tanto en el movimiento cristiano como Plotino.”

Plotino impartía  clases de filosofía que eran frecuentadas por un grande número de oyentes, tanto de hombres como mujeres. Este dato es importante porque en las historias de la filosofía se habla de autores, como si la filosofía fuera una disciplina masculina.

Con excepciones, como  Diotima que   hasta le enseñaba ideas a Sócrates. Porfirio hace mención de algunas mujeres discípulas de Plotino: “Las tres  amaban mucho la filosofía. Varios hombres y mujeres de elevada posición, antes de morir, le confiaron a sus hijos de uno y otro sexo, con todos sus bienes como a un depositario irreprochable, y por eso su casa estaba siempre lleno de jóvenes y de niños.”

De su llegada a Ftia lo dice el oráculo  y Porfirio escribe:

“Plotino escapa a las ondas amargas de esta vida, y aborda las Islas Afortunadas, en donde lejos de la multitud de los impíos, el coro de los demonios goza de una alegría continua en medio de fiestas.”  (Los demonios del paganismo griego no son los demonios del  cristianismo).

Más acá Dante, en su Divina Comedia, colocaría en el infierno cristiano a varios grandes filósofos de la época griega clásica. Porfirio se adelanta   y escribió con motivo de la llegada de Plotino a Ftia:

“En efecto, ahí es donde se encuentran Platón, Pitágoras y los otros sabios que han formado el coro del amor inmortal. Ahí es también  donde los espíritus bien aventurados tienen a los suyos, que pasan su vida  en medio de fiestas y de alegrías continuas goz
PLOTINO
ando de la beatitud perpetúa que les otorga la bondad  divina.”

Plotino “Nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SANTAYANA, ETERNIDAD


 

Sin experiencia no hay eternidad, sólo una memoria de diez segundos, sin pasado, y el presente sólo durará otros diez segundos.

Lucy Whitmore sufre un accidente y pierde la memoria a corto plazo, en la película norteamericana  Como si fuera la primera vez.

Vive ese día pero al día siguiente no recuerda del día anterior y debe empezar de nuevo. Henry Roth, biólogo marino, es el  muchacho que la pretende. Informado por la familia del accidente, debe hacerse la idea que cada día necesita conquistarla.

Ella, cuya memoria carece de pasado inmediato, ve siempre aparecer a ese muchacho que quiere conquistarla. Al día siguiente el cuadro de seducción debe empezar otra vez por parte de él. La dueña del restaurante, que es el lugar donde la pareja se conoce, le dice a Henry, refiriéndose a Lucy: “Cada noche, cuando duerme, se le borra la pizarra”.

El golpe en la cabeza le dejó el síndrome de Goldfield, les dice el especialista. La muchacha y toda la familia y Henry Roth, ya su  novio, desesperan. Pudo haber sido peor, les dice el médico.

Un poco a manera de consuelo, les presenta a  un internado en la clínica que le dicen “Tom diez segundos”. Su memoria sólo puede retener recuerdos de diez segundos. Lucy tiene memoria a largo plazo y la memoria corta dura un día, Tom, en cambio, debe empezar cada diez segundos.

Esta situación de abstracciones de un todo ya había sido observada por Platón. En su obra El camino del filósofo, Jean Wahl anota: “La teoría de las relaciones de Platón debe considerarse, pues, como una teoría de relaciones reguladas, opuestas no menos a las relaciones caóticas.”

En la obra citada Wahl dedica todo un capítulo  en el que menciona que no se trata de un tema marginal, por así decirlo, en Platón, sino que es central en la obra del filósofo. En el mencionado capítulo  Las relaciones anota: “La totalidad de la filosofía de Platón puede considerase como un gran intento de justificar y explicar el que el espíritu humano ponga relaciones.”

Pero la patología que sufre la muchacha por el accidente no es tan raro. En la normalidad de nuestras vidas pocas cosas retenemos de lo que vivimos el día anterior. ¡Qué comimos ayer?¿De qué color eran los calcetines?

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
Esas “pocas” las traemos al presente por el fenómeno de las relaciones. Aun las más lejanas saltan del pretérito y se hacen presentes si hay alguna relación, algún detalle. En cincuenta años pude haber olvidado una escena, un nombre, un olor. Y, de pronto, se hizo presente, volvió al presente.

¿En la normalidad? Sí, en esa “normalidad normal” cuando todavía la sangre y el oxígeno llegan regularmente al cerebro. Antes que de manera natural nos vayamos borrando a nosotros mismos. Cuando empiezan los intervalos del “Ah….ah sí, ahora recuerdo”. O llegar a la oficina y decir: ¿por qué vine? Repetir la caminata y salta el “Ahora recuerdo, a eso venía”. Y los compañeros de trabajo exclaman: ¡Ya se te va el avión!”

 Es la etapa que nuestra vida se va llenando de abstracciones, de parcialidades. El todo continuo  se va fraccionando. Las relaciones, entre un acto y otro acto, van siendo cada vez más raras. Los intervalos, las desconexiones más frecuentes y más largas.

En dos obras trata  Platón el asunto de las relaciones: en el Timeo relaciones físicas y en el Filebo: “presenta el mundo como una relación entre lo ilimitado y lo limitado de acuerdo con ciertas leyes de armonía.”

Aristóteles agarró la estafeta de su maestro  Platón en el tema de las relaciones: “Tan importantes considera Aristóteles las relaciones, que tenía una categoría especial para ellas, la que llamaba categoría del “en relaciones a.”

El lustro pasado se puso de moda en México esta fórmula, en las conversaciones, por ejemplo: “Sucedió así porque estaba en relación a…”  y no se terminaba la frase. Seguramente pocos saben que fue Platón el que la puso en circulación hace veinticinco siglos.

Varios filósofos a través de los siglos han bordado en torno a las relaciones. Desde los que, a semejanza de Descartes niegan que todo  sujeto (caballo) es ajeno al predicado (blanco), como los que, según Leibniz, lo dicen relacionado (caballo blanco): “todo predicado es inherente a un sujeto”.

Para Leibniz ya el espacio y el tiempo eran elementos de enlace, modos de relacionarse en el terreno de la fenomenología y no episodios aislados.

Otros, como Berkeley señalan la “noción” como relación y se extiende hasta nuestra percepción como el elemento amalgamador: “Berkeley entiende por el término “noción” la percepción interna  que tenemos en nuestro yo  activo y también las relaciones mismas siempre guardan una relación con el yo y que el yo es también algo semejante a una relación.”

 Wahl cita a Hegel quien afirma que nada está aislado: “Nada en este sistema está separado ni nada es abstracto.”

Spinoza lo dice por medio de los recuerdos, que una cosa futura que imaginamos debe ser en plazo próximo porque nos afecta de modo mas intenso que si imaginamos que su tiempo de existencia esta mucho mas distante del presente:

 "En efecto, en tanto imaginamos que una cosa será próximamente, o ha pasado hace poco tiempo, imaginamos por esto mismo algo que excluye  menos su presencia que si imaginamos su tiempo de existir  más distante del presente o que ha ocurrido en fecha lejana; por consecuencia  seremos afectados por ella de modo a más intenso en la misma medida."  (Spinoza, Ética, Cuarta Parte)

Y luego de siglos de sujetos sin predicado y predicado sin sujeto, expresado de muchas maneras, y donde entran en juego los momentos sustantivos y los transitivos, parece que todo, tanto Platón como Parménides, suponen las relaciones en una superestructura nombrada Absoluto: 

“Por consiguiente, tenemos que romper con el esquema relacional entero, y tornando a un pensamiento no lejano del de Parménides, afirmar un Absoluto del que no tenemos idea alguna, pero que lo contendría todo en un estado sublimado o, como dice Bradley, trasmutado, esto es, en una unidad superrelacional.”

Pero la pareja de la película no es de  filósofos y lo dicen como tú y como yo lo diríamos. Todos los días se dan “un primer beso”. Y cuando llevan 23 besos y la temperatura ha subido en Henry, le dice a su novia un argumento que relaciona los días y sus respectivos besos: “Ya tengo las bolas azules”.

Pero casi a todos los filósofos no les es posible expresarse como se hace en la calle y Santayana encuentra, en Spinoza, un argumento para señalar de qué modo, con las relaciones, se alcanza la eternidad. O no se alcanza. Lo dice en su obra Tres poetas filósofos).

“Spinoza tiene una admirable doctrina o, más bien, una admirable intuición, que consiste en ver las cosas bajo el aspecto de la eternidad. Esta facultad es fundamental en la mente humana; la percepción y la memoria ordinarias son ejemplo de ella. Por lo tanto, cuando la utilizamos para tratar problemas fundamentales no nos alejamos de la experiencia, sino que, por el contrario, nos fundamos en la experiencia y en sus frutos. Se ve una cosa bajo el aspecto de la eternidad cuando todas sus partes o momentos son concebidos en sus verdaderas relaciones y, por consiguiente, de un modo continuo.”

Santayana
“Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana (Madrid, 16 de diciembre de 1863 – Roma, 26 de septiembre de 1952), fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense. A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos. Escribió sus obras en inglés, y es considerado un hombre de letras estadounidense. Su último deseo fue ser enterrado en el panteón español en Roma. Probablemente su cita más conocida sea «Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo», de La razón en el sentido común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la razón o fases del progreso humano.” WIKIPEDIA

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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