TOMÁS DE AQUINO Y ARISTÓTELES


Fe, Razón, Eternidad, Creación y Resurrección. ¿Cómo poner al alcance del entendimiento, del hombre del sueldo mínimo, semejante empresa? ¡Evangelios y Aristóteles!
 ¡Pero Aristóteles es el filosofo pagano de la razón! 

Abrir el polvoso desván, por curiosidad,  y sacar un escrito que  su autor acaba de arrojar y al que había dedicado 44 años de su vida (una vida cuya duración fue sólo de 49 años), pero que ahora considera con valor poco relevante, es algo que llama la curiosidad:

“Había trabajado con denuedo para llevar adelante un proyecto de vida que consistía en intentar conciliar la racionalidad humana, los saberes de este mundo, con la Revelación de Dios a través de Jesucristo y de su Iglesia. Tal vez estaba equivocado pero ya no había marcha atrás: todo estaba consumado. Si había habido soberbia en su actuación, también había habido buena fe. Dios sabría perdonarle, sin duda: se ponía en manos de su misericordia. Se sentía exhausto, sin fuerza y sin motivación, quizá enfermo. Ya no podría  dedicarse en adelante en continuar su proyecto, un proyecto en el que había puesto su vida, pero que, visto desde cierta perspectiva, resultaba a lo mejor desmesurado, demasiado poco humilde, tal vez prometeico hasta el exceso. No se sentía  demasiado bien de salud. Tenía 48 0 49 años. El poco tiempo que tal vez le quedara de vida ¿no debía dedicarlo a la contemplación de la luz serena que viene de la cruz?” (José Egido Serrano, Tomás de Aquino a la luz de su tiempo, Ediciones Encuentro, S. A. Madrid, 2006)

Este fue Tomás de Aquino. Se cree que procedió de esa manera metafórica nuestra, que acabamos de presentar, por la posibilidad de haber tenido en determinado momento, la revelación   espiritual de lo que él tanto había escrito como hombre de fe en el cristianismo romano.

Como si buscáramos con afán, durante 44, años una moneda con valor de un dólar y en  lugar de eso al final nos encontráramos con el más grande y valioso de los diamantes.

Un escrito que casi pierde todo interés para el que acaba de encontrarse con la Verdad eterna, tan  cuestionada y a la vez buscada por teólogos y filósofos.

Pero para nosotros que andamos bregando (por no decir perdidos) entre valores esenciales y valores de civilización, esa obra intelectual de Tomás resulta excepcional.

Sus lecturas, sus escritos filosóficos y teológicos le parecieron, bajo la luz de la suprema Verdad, algo mundano, perecedero y hasta pretensioso. ¡Y a eso le había dedicado toda su vida! Prácticamente desde que, a la edad de cinco años, su familia lo llevó al convento de Montecasino, Italia, para que siguiera una vida religiosa.

Situación discutible que se comete con alguien al desconocer la vocación de la criatura. Pero que en el niño Tomás fue como una premonición experimentada por la familia. Estaba depositando en el convento a un niño que  se identificó con su nueva vida y, desde entonces, lo habitual para él  fueron los ecos de filosofía y teología que rebotaban por todos los rincones del convento.

Se dice que los primeros cinco años de edad son los que van a marcar la vida del individuo. Así sucedió con Tomás. Para la gente del común esto nos parece extraño. Pero, en el mundo de las vocaciones, alguien que va a ser virtuoso en la música ya está con el violín a edad que los otros niños están jugando todavía  con los carritos o con las muñecas.

Por lo demás, Tomás fue de suyo un gran polemista y siempre estuvo apoyado por la orden religiosa a la que perteneció que es la de los dominicos. De manera cercana por Alberto Magno, maestro suyo en Paris y después compañero en la docencia y en la investigación filosófico-teológica.

Uno de los grandes afanes intelectuales de Tomás fue acercar los argumentos de razón en la teología cristiana, con el concurso del conocimiento que tuvo de Aristóteles. A diferencia de San Agustín que tiene más argumentos espirituales referidos a los Evangelios, propios para la gente del claustro, pero un tanto distanciados para le gente de banqueta.

Premonición porque su familia, humana primordial ( en realidad su familia de toda su vida fue la orden de Santo Domingo de Guzmán), no  llegó a verlo, cuando 244 años después de haber fallecido Tomás, fue declarado por el Vaticano como Doctor de la Iglesia. Algunos años después de su muerte, en 1323, había sido elevado a los altares mediante le ceremonia de canonización por el papa Juan XXII.

Esto último debido a su vida ejemplar como hombre religioso y lo primero por haber escrito una obra intelectual de proporciones casi ingentes por su volumen y revolucionaria en su proyección que consistió en tratar de llevar al pueblo de la calle un Evangelio que se entendiera desde la razón. Fe, Razón, Eternidad, Creación y Resurrección. Cómo poner al alcance del entendimiento, del hombre del sueldo mínimo, semejante empresa.

Estudió toda su vida para él entenderlo, luego luchó para que lo entendieran los hombres de letras que llegaron casi hasta considerarlo un hereje (estamos hablando del siglo XIII) y no sólo los ateos sino, tal vez con más virulencia, muchos teos, hombre de Iglesia, que defendían su bagaje ortodoxo de la teología.

Poderosas dignidades eclesiásticas veían con recelo ese giro que Tomás deba a sus trabajos teológicos relacionados con Aristóteles.

Que un Plotino  se dé en la cauda de la filosofía pagana ya tiene toda la libertad para hablar del Ser, de la Inteligencia (y con esto de Dios, del Alma, etc.).Libre en su mundo del siglo tres lleno de polvo provocado por el derrumbe del Imperio Romano que hacía perder de vista a la gran filosofía de la Hélade. Pero  ya en medio de una Iglesia vigorosa que todavía era perseguida por lo que quedaba de autoridad de los cesares.

Pero que un Plotino, hablando de lo mismo, se de en el seno de la Iglesia católica, del siglo trece, cuya jerarquía es muy vigilante frente a todo tipo de distorsiones  que se le da a los Evangelios, ya es en sí toda una revolución en sí mismo, y puede resultar peligrosamente revolucionario para el campus intelectual teológico-filosófico al que pertenece ese niño llamado Tomás.

Aristóteles habla de Eternidad que niega la Creación, pero ahora Tomás defiende la idea que todo viene de Dios.

Al leer con atención ese manuscrito que acabamos de sacar del metafórico  polvoso desván, en el que al parecer su autor lo ha confinado, nos damos cuenta que es un Tratado teológico que, como encontramos en la obra documentada, extensa y amena, de Egido Serrano:

 “…es sin duda uno de los que más han influido, si no el que más, en toda la historia de la teología, de la Iglesia y de la fe católica y, en general, cristiana. En casi ochocientos cincuenta años que nos separan de la redacción de la Suma de Teología apenas hay un Papa, un concilio o un teólogo que no la haya citado, elogiado y tenido en cuenta, de uno u otro modo como autoridad doctrinal. Los libros y artículos científicos, hermenéuticos, sintéticos o críticos sobre cada uno  de los aspectos de la Suma se cuentan por decenas o centenas de millares.”

Tomás encontró su Luz que vale más que todos los diamantes y se fue en pos de ella. Pero a nosotros, hombres “callejeros” que andamos aturdidos entre metros, celulares, sueldos mínimos y hábitos del consumismo, nos dejó ese diamante que es la Suma.

 
Tomás

“Tomás de Aquino, en italiano Tommaso D'Aquino (Roccasecca o Belcastro,1 Italia, 1224/1225 – Abadía de Fossanuova, 7 de marzo de 1274) fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de Predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica, una de las mayores figuras de la teología sistemática y, a su vez, una de las mayores autoridades en metafísica, hasta el punto de, después de muerto, ser el referente de varias escuelas del pensamiento: tomista y neotomista. Es conocido también como Doctor Angélico , Doctor Común y Doctor de la Humanidad, apodos dados por la Iglesia católica, la cual lo recomienda para los estudios de filosofía y teología.Sus obras más conocidas son la Summa theologiae, compendio de la doctrina católica en la cual trata 495 cuestiones divididas en artículos, y la Summa contra gentiles, compendio de apología filosófica de la fe católica, que consta de 410 capítulos agrupados en 4 libros, redactado a petición de Raimundo de Peñafort.” Wikipedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PASCAL, PREGUNTA EN LAS ESTRELLAS


 

Dichosos son los que el domingo, en el estadio, con un vaso de cerveza en la mano, o tal vez dos, gritan entre la multitud festejando el gol que acaba de anotar su equipo favorito. Su grito se suma a  los otros cincuenta mil que le van al mismo club. Se levantan, atentos, para cuando les llegue el momento de hacer su parte en la “ola”.

Tal vez a Pascal le hubiera gustado mejor esta alegría. En cambio se hace preguntas abismales:

 ¿Por qué mi conocimiento es limitado? ¿Mi talla? ¿Mi duración a cien años  y no a mil? ¿Qué razón ha tenido la naturaleza para dármela tal, y elegir este número más bien que otro, en la infinidad de los cuales no hay mayor razón para elegir el uno que el otro, no habiendo nada que haga desear el uno más que el otro.” (Blaise Pascal, Pensamientos)

El humano es algo excepcional, no porque él lo diga (¡y vaya que le gusta decirlo en todos los foros, tanto que  hasta se inventó el  término “antropocentrismo”, el centro del universo).Es excepcional porque lo tiene todo: carne, huesos, razón  e inteligencia.

Inteligencia como Pascal, Plotino y Santo Tomás de Aquino la conciben: fuera del tiempo. Por si fuera poco hasta ha llegado a descubrir que existe y cómo unir  realidad e idealidad. Sin embargo todo eso  a modo de abstracciones, con gran dificultad  para entenderse a sí mismo de manera integral:

“El hombre es por sí mismo el objeto más prodigioso de la Naturaleza, porque él no puede concebir lo que es cuerpo, y menos todavía lo que es espíritu, y menos que nada cómo un cuerpo puede estar unido a un espíritu. Ese es el colmo de sus dificultades, y, sin embargo, ese es su propio ser.”

Ha escrito cien libros de antropología, y otros cien de filosofía, y parece que cada vez se conoce menos. Sabe ya que somos alma que nos eleva y materia que nos precipita hacia abajo, para hacer  metáfora de la presión atmosférica:

 “¿Cómo conoceremos distintamente la materia, pues nuestro agente  que actúa en este conocimiento, es en parte espiritual, y cómo conoceremos netamente las substancias espirituales, teniendo un cuerpo que nos agrava  y nos abate hacia la tierra.”

Pascal recurre a los que saben de estas cosas pero encuentra un panorama desolador y tiene la impresión que los sabios revuelven las cosas:

“Casi todos los filósofos confunden las ideas de las cosas y hablan de las cosas corporales espiritualmente y de las espirituales corporalmente.”

Es cuando Pascal busca un punto fijo para juzgar. Sin duda Pascal quiere que el humano sea feliz pero, ¿no son felices ya los que están viendo el partido de futbol? ¿Para qué tanto buscar y rebuscar entre las estrellas frías y lejanas si en el estadio está la vida como la entiende el humano?

Sucede como los cinco millones de creyentes que se reúnen en su día (12 de diciembre) a los pies de la Virgen de Guadalupe mexicana, pidiendo un milagro. Ya está ahí el milagro pero no lo ven.  En una sociedad tan individualizada e insegura, que se reúna esa cantidad de gente, con las mejores intenciones, buscando valores esenciales, ya es un milagro. Piden para el tiempo futuro lo que ya es una realidad en el presente.

En el estadio parece que los aficionados están enojados, a juzgar  por los gritos y algunos líquidos que vuelan por los aires de un extremo otro.

Sólo practican la versión moderna del Atl-tlachinolli, la guerra florida de los aztecas. Era una guerra de mentiritas, aunque había centenares y miles de muertos, no era una guerra de conquista. Los ejércitos se retiraban  empatados, como en un encuentro de futbol. Al año siguiente volverían a encontrarse, en la llanuras del pueblo de Tétela del Volcán, al pie de la montaña Teocuicani, ladera sur del volcán Popocatépetl, para otro fiero y mortal combate de mentiritas.

El marcador final del partido de futbol se comentará con pasión los días lunes, martes, miércoles y jueves. El viernes el tema se habrá gastado y para el siguiente domingo otra vez los ánimos estarán a punto y el estadio a reventar para otro partido, que ahora será el clímax porque el vencedor participará en el Mundial de Futbol en Europa.

“Circo” se la ha llamado a  este altamente terapéutico acontecimiento social. ¡Un milagro laico ejecutado por el mismo pueblo! El más carismático de los líderes políticos reunió jamás, en un solo día, a cien mil que: 1) acudieran por voluntad propia,2) pagando, de su bolsillo,  su boleto para asistir al evento y,3) gentes de todos los estratos económicos, políticos, etnias, culturales y religiosos de la sociedad. Sólo el futbol.

Esto lo hace un pueblo que tiene valores esenciales, empezando por la libertad para reunirse y reír. Y valores materiales de civilización para tomarse un vaso de cerveza, o tal vez dos, pintarse la cara con los colores de su equipo y acudir en camiseta y chanclas informales, si así se le pega la gana. Estas dos libertades, la esencial y los valores utilitaristas, no abundan por ahora en algunas partes del planeta. ¡Reunirse libremente y reír, es una moneda muy escasa!

Haciendo caso omiso de los objetos y los líquidos que cruzan el cielo del estadio,  y de uno que otro malandrín que ha logrado colarse, los cien mil, a no dudar, es gente sana, que ríe y grita de entusiasmo. Su familia, esposa e hijos y amigos también han ido al estadio.

¿Por qué Pascal busca que el humano sea feliz con preguntas pesadas si ya es feliz en el estadio de futbol? Pero Pascal no se distrae y pregunta, se pregunta, ¿quién asigna los valores de las cosas. Y no sólo eso, sino quién lo hizo como es y no de otro modo:

“La perspectiva la asigna en el arte la pintura: Pero en la verdad y en la moral, ¿quién la asignará? Es preciso tener un punto fijo para juzgar…Cuando considero la pequeña dirección de mi vida, absorbida en la eternidad precedente y siguiente, el pequeño espacio que yo lleno, y aun que yo veo, abismado en la infinita inmensidad de los espacios que yo ignoro y que me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquí, más bien que allí, por qué no hay razón alguna porque aquí más bien allí, porque ahora mejor que entonces. ¿Quién me ha puesto allí? ¿Por orden y voluntad de quién este lugar y este tiempo han sido destinado para mí?”

Pascal es un hombre de fe y sabe distinguir entre la Eternidad atómica de Demócrito, que niega los dioses y la Creación. En la Creación la divinidad conduce al humano a través de la historia alumbrándolo con las luces de la Paideia griega. Lo sabe bien.

 Los cuestionamientos de Pascal, al parecer erráticos, tienen la intención que el individuo no pierda tiempo, ni camino, y aproveche en felicidad el tramo de existencia terrenal que le ha tocado en suerte vivir. Porque eso es, sólo un tramo, un segmento, de la línea.

 El coro, compuesto por quince niñas de Traquina (ciudad de Tesalia), en su obra de Sófocles, recuerda también el carácter transitorio que tiene la vida:

“Perpetuas no son para los hombres ni la noche tachonada, ni los sinos, ni las riquezas; se nos van en un momento, y a otro le toca el gozarlas y el perderlas a su vez.”

¡Nos vamos al mundial!
En el estadio cincuenta mil gritos festejan que por fin ha caído el gol de la victoria. Un inmenso griterío se escucha: “¡Nos vamos al mundial, nos vamos al mundial!”

Pascal, en cambio, sigue mirando hacia las estrellas y dice:

“El silencio eternal de estos espacios infinitos me aterra.”

 
PASCAL

“Blaise Pascal ( 1623-1662) fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PASCAL, DOS INFINITOS


 

Ninguna clase de determinismo acepta el humano. Están en juego su libre albedrio y su gran lucha por la libertad, ¡ah, y la ciencia!

Dios y la ciencia le dicen cómo son las cosas, pero tampoco les creen mucho.

Sí, dice Pascal, ese juego, esa ilusión, es con las cosas que son más pequeñas que él, ¿pero con las grandes, cuando  nos topamos de narices con la doble infinidad?

Pascal no es profeta del desastre ni quiere reducir al humano a la escala de una cucaracha. Quiere que sea feliz, para lo cual tiene que  centrarse en la sensatez, aunque suene tautológico.

 ¡Y que los tremendistas con su pan se lo coman!

Alguien puede ser más inteligente, pero no  será mucho más de la media. Otro durará quizá con vida dos o tres lustros más de la media, pero tampoco lejos de la orilla donde empieza la eternidad.

Esta es la idea de Pascal (en su obra Pensamientos) cuando se refiere a que el humano vive, se mueve, entre dos infinitos, Dios y la Naturaleza. Dos fuerzas poderosas que, cerrando el círculo, acaban en Dios. Se refiere a lo que él llama Los dos infinitos:

Cielo y Naturaleza. Dos Infinitos.
Desierto de Altar, Sonora, México. (meridiano 114° 10').
En algún lugar, mas allá de horizonte, deben encontrarse las heladas aguas del Golfo de California, nuestra meta.
En la foto: José Flores
 
“La eternidad de las cosas en sí mismo o en Dios debe todavía sorprender a nuestra pequeña duración. La inmovilidad fija y constante de la Naturaleza, comparada con el cambio continuo que se verifica en nosotros, debe hacer el mismo efecto.”

Esos dos infinitos hablan  al humano que debe buscar su felicidad lejos de los extremos. Demasiada luz nos ciega y mucha oscuridad nos pierde:

“Las cualidades excesivas nos son enemigas, y no sensibles; no las sentimos, las sufrimos. Demasiada juventud  y demasiada vejez impiden el espíritu, demasiada y poca instrucción. En fin, las cosas extremas son para nosotros como si no existieran, y no somos nada respecto a ellas: escapan a nosotros, o nosotros a ellas.”

Pascal anota sólo algunas de los extremos en los que no podemos vivir: “…demasiado ruido enardece y demasiada luz deslumbra, demasiada distancia y demasiada proximidad impide la vista, demasiada duración y demasiada brevedad de discurso lo obscurece, demasiada verdad nos sorprende; los  primeros principios tiene demasiada evidencia  para nosotros, demasiado placer incomoda, demasiadas consonancias desagradan en la música y demasiados beneficios irritan, pues queremos tener con qué sobre pagar la deuda.”

Vamos en busca de la seguridad (no queremos jubilarnos aunque tengamos cincuenta años de laborar, un millón de dólares no basta, mejor llegar a los cien, ¿diputado? ¡Estaré más seguro de senador!, etc.)

Pero-observa Pascal-como las estrellas en el cielo, o nosotros debajo de ellas, todo se mueve. Nos aferramos a los logros de la ciencia pero, por su naturaleza, la ciencia está siempre en el devenir, superando sus propias marcas.

 Y la medicina que ayer decía salvar vidas ahora ya está prohibida dadas sus peligrosas  contraindicaciones...

“Nos abrasa el deseo de hallar un firme asiento, y una base íntima constante para edificar allí una torre que se eleve al infinito; pero todo nuestro fundamento cruje, y la tierra se abre hasta los abismos.”

Veinte siglos atrás Seneca decía que todo se puede comprar, excepto una cosa: el tiempo. Y en el siglo diecinueve Schopenhauer, siguiendo la misma idea, recomienda gastar esa irreparable moneda de manera responsable.


Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich, 1968
 Como hace el que cruza a pie el desierto caliente de 50 grados, con sólo  veinte litros de agua, para cien kilómetros,no puede andar jugando al niño mimado por la fortuna, o sus huesos acabaran calcinados, como los de los animales   que vemos en las películas de vaqueros.

Rafael Valentín O’ Flaharty, personaje de Balzac, en La piel de zapa, se creyó  listo para vivir la vida, “como ninguno otro en el mundo”, y lo que agotó miserablemente fue su tiempo.

De ahí que Pascal anota:

 “Bien comprendido eso, yo creo que cada uno se mantendrá  en reposo en el estado donde le ha colocado la Naturaleza. Este medio que nos ha cabido en suerte, hallándose siempre distante de los extremos, ¿qué importa que un hombre tenga un poco más de inteligencia de las cosas? Si la tiene, las toma un poco más alto. ¿No está siempre infinitamente alejado del término, y la duración de nuestra vida? ¿No está igualmente infinitamente alejada de la eternidad, por durar diez años más?”
PASCAL
 

“Blaise Pascal fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

 

 

 

 

PASCAL Y SCHOPENHAUER EN EL LABERINTO


 

Pascal se decide y apuesta. Schopenhauer no apuesta, prefiere conservar lo que tiene.

Occidente tiene su gran cultura que desarrolla en la dualidad (con frecuencia antinomia) Romanticismo e Ilustración. O valores hedónicos, valores de civilización y valores vitales o esenciales y morales.

En otras palabras: fe en que existe lo inteligible y elabora al mismo tiempo grandes sistemas del pensamiento lógico. De ahí el valor de esta cultura porque está hecha de tesis y contra tesis.

Como quien dice, hay campo donde escoger el modo de vivir como uno prefiera. Un largo camino de siglos ha recorrido el humano pensando y profundizando estos dos modos de existir, desde los Presocráticos en la Grecia pagana.

Dos grandes figuras del pensamiento filosófico seguirían como representativas de esas dos modos de pensar que son Platón, con las Ideas Inteligibles, eternas y fuera del tiempo, y Parménides, con su modo de razonar que pone al humano en el centro del universo, como la medida desde la cual debe referirse todo.

Unos viven felices con su pensamiento, abstracto, del razonamiento lógico, y otros, también en la abstracción, en el modo de ser esencial o religioso.

La mayoría procura encontrar la forma, o la fórmula, de llevar su vida práctica, tratando de conciliar razón y fe. Después de todo, dicen algunos filósofos, todo lleva al humano a la búsqueda del bien vivir.

Lo dicen de esta manera: “Dios no puede contradecirse a sí mismo.“  Las dos vías paralelas llevan al mismo feliz destino. No iba a enviar a unos  en el monorriel en una dirección y a los del otro monorriel en dirección opuesta.

Los que esto dice hablan en tópicos, no piensan en conceptos y muy lejos aún de la intuición. En todo caso revuelven recurriendo a la anfibología, también conocida como polisemia. O, para decirlo familiarmente: ¿dónde quedó la bolita?

Este es el punto en el que interviene Schopenhauer señalando lo absurdo de semejante proceder. En su obra Parerga y Paralipómena, en el capítulo “Esquema de una historia de la teoría de lo ideal y de lo real”.

Pascal también busca abrirse camino, hacia la coherencia, a través del complejo campo minado que es la naturaleza humana:

“El hombre es superior por su conciencia, y ésta le dice que sólo una religión que sea capaz de comprender su naturaleza dual puede ser la verdadera. Esta religión es la católica, porque sólo ella ha sabido explicar la grandeza y la miseria del hombre a través de los misterios del pecado original y de la redención.”

Sin embargo la empresa no se presenta tan fácil y lo que Pascal  ve ante sí es un abrupto sendero lleno de piedras y obstáculos sin fin:

“Ve la necesidad de reconocer el carácter contradictorio de la naturaleza humana. El hombre es un “sujeto a un mismo tiempo único y doble”; en él habita la grandeza y la abyección; anhela la verdad y vive en el engaño de sus sentidos, de su imaginación, de su razón; quiere ser feliz y obtiene una vida de miseria y muerte. Siente en sí que ha “nacido para el infinito” y se sabe al mismo tiempo limitado por lo finito; el hombre, en fin, vive desgarrado entre su perenne aspiración a la verdad y a la felicidad y su incapacidad de certidumbre y de felicidad.”

Esto es lo que también ha visto Schopenhauer y trata, como dice el tópico, llamar  pan al pan y vino al vino. O, como dicen los pilletes del arrabal donde vivo: “cada chango a su mecate”.

Schopenhauer apuesta porque se deslinden los campos y cada quien viva feliz en el lado de la banqueta que le corresponde de la calle. Desde el siglo trece Santo Tomás de Aquino  va a coincidir con Schopenhauer: " Ni invasión ni confusión entre la fe y la razón."(Tomás de Aquino, José Egido Serrano, Ediciones Encuentro,S.A.Madird,2006)

Una de las cosas que  han hecho célebre a Blaise  Pascal es esa invencible inclinación de todo espíritu religioso que quiere que todos sean religiosos, o que vivan en la esperanza de llegar al fin a morar por siempre en el cielo de los Inteligibles.

En Pascal es famosa lo que se conoce como la “apuesta”. Apostemos a que Dios existe, dice. Si acertamos ganamos todo. Si no existe, no perdemos nada.

Hay más profundidad de lo que se cree en este pensamiento al parecer sólo ingenioso. Hace devenir en acto la potencia. En el devenir, en la acción,  está el valor de la meta a seguir para el humano.

Si quiero llegar a la cumbre de una montaña necesito pensar y vivir como alpinista. Si se apuesta a que hay Dios, el humano vive en la espiritualidad. Vivir, como  verbo, es de acción, es devenir.

Schopenhauer no apuesta. Él insiste en que cada chango a  su mecate y dejar de recurrir a la anfibología:

“Con respecto a la inmortalidad del alma,  a partir de su supuesta simplicidad, y la indisolubilidad que de ella se sigue y gracias a la cual se excluye la única forma posible de muerte-la disolución de las partes-, se puede decir en general que todas las leyes sobre el nacimiento, la muerte, el cambio, la permanencia, etc., que conocemos bien a priori o a posteriori, valen exclusivamente del mundo corpóreo que nos es dado objetivamente   y además está condicionado por nuestro intelecto: por ello, tan pronto como abandonamos este y hablamos de seres inmateriales, no tenemos ya autorización alguna para aplicar aquellas leyes y reglas a fin de afirmar cómo es o no posible el nacer y perecer  de tales seres, sino que ahí carecemos de toda pauta. De este modos quedan truncadas todas las pruebas de la inmortalidad a partir de la simplicidad de la sustancia pensante. Pues la anfibología consiste en que se habla de una sustancia inmaterial y luego se introducen  las leyes de la material para aplicársela a aquella.”

PASCAL
 “Blaise Pascal fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SCHOPENHAUER, FANTASMAS EN LAS MONTAÑAS


 

¿Miedo a los fantasmas? Buscar la compañía de otros.  ¡Sobre todo no mirarse en el espejo!

Dorian Grey no resistió verse a sí mismo, como en realidad era, según le decía su retrato. Buscaba la fiesta y la compañía de otros, quienes fueran, con tal de no estar solo. Su soledad, si la había, era en la proximidad de los otros.

Ser sociable hace la buena  convivencia entre la gente. Pero ser muy “amiguero”, o escuchar en la calle cincuenta   conversaciones ajenas, al día,  por el móvil, puede ser un síntoma patológico de la sociedad.

Los solitarios, entre la muchedumbre,  son tópicos de la “literatura de carácter”. Es sólo un  recurso literario esa soledad bajo los rayos del sol.

De alguna manera bajo las luces del sol, las sombras y las cosas nos hablan generosamente. El viento que se manifiesta en las ramas de los árboles cuando se mueven, las aves que cruzan sobre nuestras cabezas y aun las lejanas y perezosas nubes, también nos hablan. Todo es bello.

 Ascendiendo el suave sendero del tupido bosque de los 3 mil, en la mañana llena de luz y de colores presenta un aspecto tan bello y reconfortante como pocos sitos en la vida y en el planeta.

 En la noche todo eso parece diferente.

El general Lucio V. Mansilla, hombre valiente y culto, filósofo y escritor, que visitó en el siglo diecinueve la región de los ranqueles, entre los ríos Cuarto y Quinto,  de la actual República Argentina, dejó un testimonio de lo que el humano experimenta en la soledad  de la noche.

No hizo la elaborada descripción como la imaginan los intelectuales desde su mesa de trabajo. Relató, apenas en dos líneas, lo que le llegaba desde su interioridad psicofísica metido en la noche del cielo ranquel. Cielo bárbaro, nada civilizado, todo tan natural.

Primero, dijo, nadie es valiente estando sólo porque "…el valor es cuestión de público."

“Segundo, que: “Por bien templado que tengamos el corazón, es indudable que el silencio, la  soledad, el aislamiento y el abandono, hacen crecer el peligro en la medrosa imaginación…Es por eso que el valor a medianoche es el valor por excelencia…Las tinieblas tienen un no sé qué de solemne, que suele helar en las venas hasta congelarlas.”

Subiendo  esa misma cuesta, en la noche, las ramas de los árboles tienen otro aspecto, como los cuentos de brujas que leíamos en la niñez, o los de Quiroga en la adultez, los ruidos, como pasos de alguien, ya no es el suave y vivificante viento y allá, como a diez metros, tratando de ocultarse entre los árboles, dos ojos intensamente rojos me siguen el rastro desde hace rato.


Dibujo tomado del libro
Técnica alpina
de Manuel Sánchez y AAG
editado por la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas
 de la UNAM, 1978
Y la leyenda de la región se hace presente. Todas las regiones del planeta tienen su leyenda. Y las hay que se han globalizado y vienen desde muy lejos en el horizonte y en el tiempo.

Hécuba, la madre de Héctor, perdiendo el juicio y aullando como bestia al ver que los suyos son llevados como esclavos.

Esa es la mujer de cabellos blancos que vaga entre estos bosques y habita sobre todo en el arroyo que acabo de dejar  atrás. En México se le conoce como “La llorona”. Hasta los más templados, al oírla, se orinan en los pantalones.

O el pagador de los ejércitos villistas que, por robarlo, le cortaron la cabeza sin siquiera darle tiempo de bajar del caballo, y ahora se le ve cruzar los valles,  en la noche de luna, a todo galope brincándole solamente  los hombros…

La cueva en la que dormiré esta noche, por estar en la ruta que recorren los montañistas, y en la que espero a mis amigos que llegarán mañana para realizar alguna escalada,se le conoce como “Cueva del Muerto”. Alguna vez aquí encontraron un cadáver.

Y el largo valle que está al oeste, al otro lado de la colina inmediata, es famoso desde los tiempos de auge de la minería de los pueblos subyacentes, siglo diecinueve. Por aquí subían los mineros desde el pueblo de Chico, 700 metros de desnivel, y descendían, por las aldeas de Cerezo o por Estanzuela, a Pachuca, Hidalgo, México, cargados de dinero y oro de contrabando. Se le conoce como el “Valle del Muerto  sin Cuerpo”. Sólo encontraron la cabeza.

 Es una abrumadora subjetividad, que se acrecienta cuando las montañas nocturnas se llenan de brumas, relámpago y los árboles parecen doblarse a la fuerza del ventarrón.

¿De dónde viene todo eso?

De una confusión teológica- filosófica de mi parte. Los dioses mexicanos, como diría Nietzsche, están más allá del Bien y del Mal. Los Tezcatlipoca es un solo Tezcatlipoca, Señor del cielo y de la Tierra, rojo, blanco azul o blanco si es de noche o es de día. No es astrología sino planetas- metáforas que representan valores esenciales de la filosofía náhuatl. Durante miles de años los mexicanos precristianos han vivido a su sombra y amparo.

Por lo que me toca de la cultura occidental, a partir del siglo dieciséis, las tinieblas de la noche ahora son de temer. Plotino identifica la luz con el Bien y las Tinieblas con el Mal. Y más allá: “Zoroastro enseña a todos los hombres que todo objeto brillante y luminoso es el resplandor de mi propia luz…en tanto que el Infierno es producto de las Tinieblas.” (Plotino, Enéadas).

Estar en el mundo de dos grandes culturas, la de Netzahualcóyotl y la de Homero, exige conocerlas a ambas, ¿ y conocerlas a fondo! De lo contrario se acabará perdido en un enorme galimatías y asustándose con su propia   sombra y “oyendo pasos en la azotea”.

De ninguna parte viene todo eso, me dice Schopenhauer, sino de tu interioridad:

“...en la oscuridad de la noche, que es el tiempo de los espíritus solamente porque la oscuridad, el silencio y la soledad, al suspender las impresiones externas, dejan margen a la actividad cerebral procedente  de dentro; de modo que en ese respecto se la puede comparar con el fenómeno de la  fosforescencia, que tiene también como condición la oscuridad. En ruidosa compañía  y a la luz de muchas velas, la medianoche no es ninguna hora de espíritus. Pero sí lo es la medianoche oscura callada y sola, porque ya instintivamente  tememos en ella la aparición de fenómenos que se presentan como totalmente exteriores, si bien su causa próxima se encuentra en nosotros mismos: así que nos tememos en realidad a nosotros mismos. De ahí que quien teme la aparición de tales fenómenos busque compañía.” (Schopenhauer, Parerga y Paralipómena).

 
Schopenhauer

“Arthur Schopenhauer (Danzig, 22 de febrero de 1788 — Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta. En su obra tardía, a partir de 1836, presenta su filosofía en abierta polémica contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos, y especialmente contra Hegel, lo que contribuyó en no escasa medida a la consideración de su pensamiento como una filosofía «antihegeliana».” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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