PLOTINO BUSCA LAS ISLAS FELICES


 

El universo de Plotino está lleno de almas materiales e inmateriales. Éstas son las que después se llamarán como nouménica o noúmenos.

Noúmeno es ingrávido, como ángel, alma, espíritu o cosa en sí. El noúmeno mayor es Dios.

“Dios es una cosa en sí, un noúmeno, mientras que nuestra experiencia sólo puede ser una experiencia de fenómenos.”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía, Breviario de Cultura Económica, México, 1988, Cap. III.

Los neoplatónicos se fundieron con el cristianismo, en el siglo seis, cuando el imperio romano estaba ya cristianizado. Justiniano prohibió, por un edicto, que en Atenas se enseñara filosofía.

Plotino, que nació en 205 y murió en 270, fue uno de los fundadores del Neoplatonismo. En su obra La filosofía, Jasper lo considera: "el más grande de los filósofos  místicos de occidente."

Aceptó la filosofía de Platón y en muchos aspectos tuvo una gran influencia sobre el cristianismo.

A Plotino se le considera el último filósofo pagano. Veía en la filosofía de la Hélade un universo pleno de belleza y se expresaba de la Biblia  como un libro lleno de tenebrosidades.

No se refiere a las almas buenas y almas malas, como en la Biblia, sino de cosas materiales y esencias.

Fenómenos y valores. Fenomenología y espiritualidad.
                                 Dibujo tomado de El País 1 de julio 2017

La lucha es no vencer al mal sino trascender la materialidad.

En otras palabras, no quedarse sólo en lo material. En mi yo, en mi cuadrito de cuatro por cuatro, teniendo el universo enfrente.

No es una espiritualidad bajada del cielo hacia lo humano.

 Es una trascendencia desde la materialidad.

Son los modos laico y religioso, el que se prefiera, ambos van a  dar al mismo sitio.

 
 
 
Dibujo tomado de El País
4 de enero 2017
 
“Naturaleza viva y la inanimada”, apunta Gregorio Marañón en el Lazarillo.

En otras palabras, el filosófico y el teológico.

 No son antagónicos (como con mucha frecuencia se maneja y se revuelve por las sectas intelectuales), sólo de preferencia según uno sea.

 Como el atleta que prefiere una marca de tenis y el otro atleta , otra marca. La meta es la misma: hacer ejercicio.

“Lo que posee potencia superior es extraño a la extensión”, dice Plotino, pero no antagónico.

Plotino (obra ordenada por Porfirio que, según comentadores, era muy desordenado con sus escritos, no releía sus “borradores”  ni se cuidaba de la ortografía, etc.), Cap. XXXVIII. Editado por la Universidad Nacional de México, 1923.

Para Plotino el ser real no es material, no es corpóreo:

“Extendiéndose en el espacio,  el cuerpo pierde algo de fuerza y se aleja de la potencia que corresponde al ser real e incorpóreo.”

El humano es  (la síntesis de ambas naturalezas) el que tiene, en su materialidad, algo o mucho de espiritual:

Plotino: “El mundo se conserva siempre muy lejos de la potencia del ser real, y éste lejos también de la impotencia del ser material.”

Sin embargo lo real y lo irreal se necesitan para manifestar cada uno sus potencialidades, según comenta Wahl estudiando a Hegel:

“En Hegel vemos por primera vez una crítica de la separación entre la esencia y las cualidades no esenciales. Según él, no sería la esencia esencia sino existiesen las cualidades no esenciales a que está vinculada, de suerte que lo no esencial es esencial a la esencia.”

Wahl, Cap. V.

El atleta de velocidad está siempre en la última frontera, supera la marca anterior y, a su vez, establecer(sin doping) un tiempo más corto.

El corredor de velocidad es como el escalador. Siempre en busca de la ingravidez. No es la pista de correr la meta, como no es en la montaña la cumbre, es la gravedad atmosférica contra lo que ambos luchan.

Por su peso corporal los demonios de la laguna Estigia se dan cuenta que Dante no es espíritu ingrávido como ellos.

 Canto VIII.

Porfirio dice que Plotino estaba convencido que con su cuerpo grávido  no podría alcanzar las islas Afortunadas. De ahí que piense en la manera de trascender la materia por medio de su noúmeno, de su espíritu. Para lo cual, siente que necesita ser consecuente mediante su manera de vivir.

No se le puede bajar rayitas a la báscula sino se es consecuente con la manera de comer y hacer ejercicio.

“el alma por su unión con el cuerpo está sometido al destino, a la necesidad, y no se hace libre  sino abandonando la tierra.”

Igual El Principito  pensaba que no podía viajar a las estrellas mientras su cuerpo estuviera pesado. Buscaba, como Sócrates y como Plotino, la manera de trascender lo material.

Así, dice Wahl, en el capítulo VI, es el filósofo que, desde su fenomenología, toca siempre las puertas de la teología:

“El espíritu humano va sin cesar de los átomos al éter, del éter a los electrones y así sucesivamente, descubriendo siempre algo nuevo, pero teniendo siempre delante algo nuevo que descubrir, hasta detenerse por último ante lo que ya no cabe estudiar científicamente.”

Plotino
Plotino “Nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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