JASPER, EL TEMA DE LA INDEPENDENCIA


 

Se independiza un país de otro y se apresura a establecer relaciones diplomáticas y comerciales con otros países, los más que se pueda. Necesita reconocimiento político internacional y dinero para organizar su reciente libertad.

De esa manera se independiza de uno y pasa a depender de muchos. No puede ese país existir aislado.  " La independencia no puede realizarse  abandonando el mundo”

Karl Jasper, La filosofía, Cap. X.

Y aun cuando así fuera, su aislamiento sería con relación a los otros, dicho de otra manera, en cierto sentido seguiría en relación con aquellos.

Este símil es semejante a lo que pasa con la independencia del hombre y de la mujer:

“La independencia absoluta es imposible”, agrega Jasper.

Frases como “soy el arquitecto de mi propio destino” se oyen bien pero corresponden poco a la realidad:

“Allí donde hay libertad, lucha con la falta de libertad, con la completa superación de esta, por desaparición de todas las resistencias, quedaría abolida la libertad misma.”

Vivimos en el mundo de la fenomenología donde todo son eslabones unidos antes y después. Libertad, libre albedrio, y otros términos semejantes, tienen su escasa dosis de aproximación y mucho de incierto.

 El hampón más rico, Don Corleone El Padrino, depende de abogados y de sus relaciones con la alta política. El político más exitoso depende de los otros políticos (no del voto del pueblo) para seguir abriéndose camino hacia el presupuesto. El escritor depende de sus vivencias con el mundo para encontrar argumentos y escribir su novela. El que vende jitomates en el puesto de la calle depende del mayorista que le surte la mercancía y que le dé buen precio. El hombre depende de la mujer para poder ser padre.

¡Eso es solidaridad!

Dibujo tomado de El País,2 de Sep.2017
La fenomenología se mueve en el tiempo y en el espacio. Jasper voltea y mira  lo único que puede aspirar a una autentica libertad  y es la independencia interior del individuo.

Tampoco existe en estado puro pues sus instintos, recuerdos y los hábitos lo sujetan. Sólo logra la independencia “haciéndose señor de sus pensamientos”

Pero entonces se encontrará que arrastra sus recuerdos y anida  para el futuro sus esperanzas.

Alguno interpreta su independencia yendo solo por el mundo sin importarle nada de lo que en él  acontezca. Es una ilusión pues se cree solo estando en medio del mundo. Si fuera a vivir lejos a la montaña, en el bosque o en el desierto, a las dos horas se le bajarían los humos de independiente y bajaría corriendo a la ciudad. Zaratustra es una entelequia imaginada por Nietzsche cuando escribía en el seno de la sociedad.

El individuo es como es, irrepetible y aspira a realizar su vida de manera positiva según pueda hacerlo, dentro de la sociedad a la que pertenece, de preferencia, pues ahí están sus raíces. O en la sociedad  a la que emigra.

Hay una escena enternecedora de lo que el individuo entiende por independencia. Cuando las leyes del trabajo le permiten jubilarse, no se va de anacoreta independiente  a las montañas. Todos conocemos lo que sucede en la realidad: busca a otros jubilados y todos los días se reúnen para tomar una taza de café y recordar los tiempos pasados.

Porque él en su ancianidad es como un retrato de cómo se portó en el pasado. Depende ineludiblemente del pretérito.

Esta serie de eslabones o entretejimientos de necesidades y circunstancias, Wahl lo explica citando a Whitehead:

“Whitehead ha acuñado la palabra “concrescencia” para connotar el crecimiento simultáneo de los distintos elementos, que en rigor no pueden llamarse elementos, en virtud de su mismo entretejerse e implicarse.”

Jean Wahl, Introducción la filosofía, Cap. X.

Jasper cree haber encontrado la luz entre toda la maraña en la que se encuentra  el individuo que se presume independiente:

“Ser independiente en el mundo significa, antes bien, una relación peculiar con el mundo; estar en él y a la vez no estar en él, estar en el mundo a la vez fuera de él.”
Jasper
 
“Karl Theodor Jaspers fue un psiquiatra y filósofo alemán, que tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía moderna. En 1921 ocupó la cátedra de filosofía de la Universidad de Heidelberg.” Wikipedia
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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