ORTEGA, EMERSON Y SCHOPENHAUER DE COMPRAS EN UNA LIBRERÍA DE BERLIN


 

Emerson viajó a Europa para platicar con Carlyle y se encontró accidentalmente con Schopenhauer, en los corredores de   una librería enorme de Berlín donde se llevaba a cabo la Feria Internacional de la Escritura. Hojeaban libros en la Sección de Deportes.

Schopenhauer: ¿Qué es ese barullo al fondo del corredor?

Emerson: Todos los asistentes a la Feria quieren obtener su ejemplar.

Schopenhauer: ¿Sabes de qué se trata?

Emerson: Es un libro que acaba de ser aprobado en asamblea de críticos, libreros y escritores. Ya se han vendido dos millones de ejemplares antes de que saliera de la imprenta.

Schopenhauer: ¡Huyamos!

Emerson: ¡Vamos!

Schopenhauer: ¿Una asamblea decide los gustos de millones?



Dibujo tomado de
El País
23 de junio 2018
Emerson: Así parece.

Schopenhauer: esas ideologías me recuerdan los trasportes colectivos de México, llamados “microbús”. El chofer de la unidad pone a todo volumen la canción que a él le gusta y treinta deben escucharla, aunque no les guste. Aunque fuera la Novena de Beethoven, no a todos les gusta la Novena.

Emerson: Parece  que la Divinidad haya preparado a cada una de las almas que envía al mundo por medio de cierta virtud  y facultades incomunicables a los demás y, al enviarla, para que dé una vuelta más por el círculo de seres, escribiese sobre su espalda: “Intransferible” y “Vale para una sola vuelta”

Schopenhauer: Con esos imperativos categóricos el pueblo no tiene esperanza de salir de la ignorancia, mediante el ejercicio dialectico de las ideas.

Ortega y Gasset: Les recuerdo que el concepto de “masas” no va para el lumpenproletariado sino para todo analfabeto cultural, sea  del salario mínimo o que lleve cuello blanco y tarjetas de débito de todos los colores.

Schopenhauer: Cada cual es sociable en la medida en que  es intelectualmente pobre y, en general, vulgar. Pues en el mundo no se tiene mucho más que la elección entre soledad y vulgaridad.

Al final del corredor se ve un enorme letrero que dice: ¡INTRANSFERIBLE!

Emerson: Allá está Platón. Todo cuanto hoy se escribe y debate por y entre pensadores dimana de Platón, que hace grandes estragos en nuestra originalidad.

Schopenhauer: También creo eso.

Emerson: Con Platón hemos llegado a la cumbre de la montaña en que está enclavada la cantera de donde se sacaron todos aquellos bloques.

Schopenhauer: Como ahora ya no se lee a Platón, muchos  intelectuales, sinceramente, se creerán originales, otros  amañadamente se olvida de poner las comillas.

Emerson: Eso no es ninguna novedad. Siempre ha sido así. Desde hace dos mil años los jóvenes inquietos  que han dicho o escrito hermosas cosas entre el enfado de sus generaciones:Boecio,Rabelais,Erasmo,Bruno,Locke,Rousseau,
Alfieri,Coleridge, han sido lectores  de Platón que traducen a su idioma natal y de manera ingeniosa lo bueno que él escribe.

Schopenhauer: Me parece que te quedaste corto.

Emerson: Tienes razón. San Agustín, Copérnico, Newton, Behmen, Swedenborg, Goethe, son también sus deudores, y no hacen más que glosar lo que aquel dijo, porque es justo atribuir al mayor  generalizador toda las particularidades que pueden deducirse de sus tesis.

Luego de asomarse al corredor donde todos se amontonaban para que se les firmara su ejemplar de Best seller, Emerson agregó: La biografía de Platón es más bien interna. Tenemos que reconocer la suprema elevación de este hombre en la historia intelectual de nuestra raza, tanto que los más cultos de los hombres de su tiempo fueron discípulos suyos.

Pasaron unos veinte jóvenes, y algunos no tan  jóvenes, corriendo y alzando su ejemplar, como si acabara de recibir su pase al concierto de rock.

Dibujo tomado de
El País
11 de octubre 2014
Emerson se  quedó viendo a  Schopenhauer y dijo: Entre los autores de este día bien puede haber valores para tomarse en cuenta, ¿no crees?

Schopenhauer: Hacia el final de la vida ocurre como al término de un baile de máscaras, cuando se levantan los antifaces. Entonces se ve quienes han sido realmente aquellos con quienes uno estuvo en contacto durante el curso de su vida. Pues los caracteres se han puesto de manifiesto, los hechos han dado sus frutos, la sobras han recibido su justo aprecio y todas las imágenes engañosas se han desmoronado.

Emerson: ¿Enviaste tu obra para ser exhibida en algún estante de la Feria Internacional de la Escritura?

Schopenhauer: No, definitivamente.Mi obra se dirige a una minoría. Esperaré sin impaciencia a que surja este pequeño grupo de personas cuya disposición de espíritu, que no es la ordinaria, les capacite para comprenderla. 

 

Lo original está en cursivas y el resto es una composición lírica.  Las obras de donde fueron sacadas son El pensamiento vivo de Emerson, de Edgar Lee Masters,       La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset,   Parerga y Paralipómena y El mundo como voluntad y representación, de Arturo Schopenhauer.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

 

Un rumor llena el corredor y los dos voltean sorprendidos y se hacen a un lado. Son jóvenes que salen apresurados de la Feria con su ejemplar bajo el brazo,  tenis modernos, pantalones de mezclilla rotos de las piernas de un precio de aparador que sólo lo pueden comprar lo hijos de senadores y diputados y tatuajes hasta en las orejas. Son estudiantes de la media superior.

 Dos o tres muchachos se detienen a observarlos. Uno de ellos comenta: “La vestimenta de esos  dos viejos corresponde al siglo diecinueve”. Saca su teléfono móvil 34 megas  “Párate ahí junto a ellos para tomarles una foto, luego la “subimos” al Internet”

El retratado  le dice al otro: “Uno de ellos trae un libro  titulado  La república, de un tal Platón. Pude fijarme  y el que lo carga se llama Emerson”.

¿Quién será ese tal Platón?

¡Ni idea. Según la portada, ese Platón no trae pantalones sino una túnica, tal vez un jipi norteamericano!

 

 

 

UNA LOCA ANALOGÍA ALPINA CON MAX SCHELER


 

Agrégale más y más agua a un vaso de buen vino  y verás lo que queda del vino.

Café exprés es una bebida concentrada. Lo sabemos bien los adictos a la cafeína. En la medida en que se le agrega agua va siendo menos concentrado, menos café, más agua. Es lo que Scheler y otros pensadores llaman la desrealización.
Max Scheler Idealismo-Realismo.

Emerson se desrealizó de su parroquia y se fue al mundo de las ideas universales, empezando por Platón, le siguieron Plotino y Swedenborg. Sin llenar los requisitos estrictos de un filósofo, iluminó al mundo con sus ideas más que veinte filósofos de primer nivel.

Partiendo del materialismo “puro”, y yendo en dirección opuesta, o de contraste, se va internando hacia el terreno de la esencia, del idealismo, de lo no empírico.   Lo material se va diluyendo.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
Igual, a lo ideal se le va quitando la categoría de esencia y va quedando cada vez más lo material.

De estas dos condicione han nacido sendas teorías filosóficas a lo largo de casi treinta siglos. ¡Y siguen!

¿Qué tiene que ver esto con el alpinismo? ¡Todo!

Permanezco más y más tiempo en la ciudad y me hago extraño para los panoramas naturales. Muchos millones  de individuos, como 7,000 millones (en tanto escribimos esta nota ya se duplicó el número), en el mundo ya nacimos “extraños”. Es decir, nacimos en la ciudad y creemos que la ciudad es lo natural.

EL ALPINISMO COMO PLAN DE VIDA

Al fondo el Pico de Orizaba, 5,700 m.
partiendo del pueblo de Jacal, en el NE. México.

Los montañistas caminan sobre el borde oriental
 de la cañada Jamapa y ladera norte del monte Chichimeco.
Es el inicio del glaciar norte Jamapa,
cuyo curso de agua de deshielo llega al mar. 
Como el patito  que fue incubado entre huevos de pollitos, se creyó que era pollito.

En tanto sea escalador de gimnasio o practique otro deporte del valle, nada se encontrará fuera de lugar. Somos in situ. Este es nuestro lugar y que el planeta siga su curso. Entonces ir a la montaña es desrealizarse como citadino.

 Muchos logran desrealizarse por años y fueron alpinistas en toda la línea. Y algunos extraordinarios como escaladores. Conocí a varios de ellos. Pero un día comprendieron que las montañas no era su ambiente natural y descendieron para no salir ya jamás del valle. Hicieron del alpinismo un deporte, no su modo de vida.

PARED NORTE ROSENDO DE LA PEÑA
En el recuadro Manuel García.
Era su ascensión favorita, La recorrió
varias veces.
M.G. participó en la conquista de rutas
en el flanco oriental del cerro
El Chiquihuite, norte de la ciudad
de México, en los años cincuentas del siglo veinte.
Con escaladores del Club Exploraciones
de México fue uno de los pioneros
en escaladas del flanco norte de
La Cabeza, de la Iztaccihuatl, en los
5,000 m. s. n. m.
 
Ir la montaña, por siempre, es lo natural, es decir que no debería ser nada extraño. Como antropoides del darwinismo nacimos  a pleno cielo y vagamos desnudos durante  milenios por continentes, montañas y valles.

También como individuos  de la Creación anduvimos muchos siglos  encuerados, antes de la fabulosa hojita de parra.

Y ya, más acá, hubo regiones, como lo que ahora es México, que tuvimos la inmensa suerte, de no emplear la rueda. La conocimos
 (el monumental Calendario Azteca es una rueda. José  Deseado Charnay, viajero francés, encontró  en el siglo diecinueve carritos de juguete con cuatro ruedas, procedentes de la cultura tolteca, en un adoratorio de Tlamacazcalco, vertiente norte del Popocatépetl, en los 4 m.s.n.m. Este dato está consignado, con fotos, en la obra de José Luis Lorenzo, Zonas arqueológicas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia)

 pero por algo que no está claro, no la utilizamos como herramienta de trabajo y trasporte. Mientras eso sucedía, no fuimos blandengues.


Manuel García (M:G:) luego de escalar El Colmillo, en la región de los Frailes,
Actopan, Hidalgo, México (foto de Armando Altamira G.)
Todavía hace apenas cinco siglos todo era caminando y cargando sobre las espaldas. ¡Ni rueda ni animal de carga! Las grandes caminatas, de niños, mujeres y hombres a lo largo de 500 o más kilómetros, para el 12 de diciembre llegar a la Villa de Guadalupe, en la ciudad de México, en la actualidad, es una reminiscencia de aquellas largas travesías desde Centroamérica o de la Gran Chichimeca (unos 2 mil kilometro para finalmente subir al adoratorio del monte Tláloc, 4,150 m.s.n.m.).


Llegó la civilización tecnológica occidental y nos encerramos en el valle. Las piernas se nos hicieron flacas y la barriga nos creció. ¡Y fuimos unos extraños para la montaña!
 
Un  parangón con Séneca: Sé lo que debo hacer pero hago lo contrario.
Naturaleza, bosques y ejercicio, mejor la dulce vida.

Dibujo tomado de
 El País
15 diciembre de 2018 
 
El argumento sustantivo, esencial, para el alpinismo como plan de vida, es que la voluntad está fuera de la fenomenología. Por lo mismo permanece  tan integra a los cien años, o más de edad, como al nacer. La voluntad no envejece. La voluntad no sabe de viejitos  quejumbrosos arrinconados en algún lugar de la casa mirando obsesionados el pastillero.
 
El argumento pragmático es que precisamente, brincando el medio siglo de edad,  tanto los sistemas hormonales, a la par de  un modo de vivir y de alimentación, que no siempre  es el más adecuado, por carencias o por ignorancia, nuestro cuerpo físico  cada día va para menos. Es una realidad.
 
Y es el ejercicio,  no como mecanicismo del diario vivir, el que nos va a llevar adelante lo más humanamente posible.
 
Lo ideal es estar vigente siempre, hasta el último día que, como dice Epicteto, el capitán  de la nave de la orden de partir. Hasta ese día hay que bajar la mochila de los hombros, antes no.

Hay modos de pensar, tanto religiosos como filosóficos, que llevan a desconfiar de la naturaleza (de la naturaleza natural), en particular en los tiempos de la civilización industrial, que vive del consumo y deshecho.

“No piense en los arbolitos, mejor vea este móvil de 23 megas. Sólo lo tiene el agente 007 y usted lo obtendrá por un precio módico cada mes durante 28 años”

Lo que esto trae  a la larga sucede como cuando un lugar está mal ventilado y empiezan a proliferar bacteria patógena por todos los rincones. En otro nivel lo vemos en cualquier   ciudad del planeta:
EN EL DESIERTO DE SAMALAYUCA,CHIHUAHUA,MÉXICO,49 grados C.

De la obra El rumor del desierto, 1983, de Armando Altamira G.

“La auto-represión era uno de los rasgos distintivos de la religión puritana, y la desconfianza en la naturaleza era algo impuesto a la inteligencia y al corazón”: Emerson.

Empero, por eso que la vida tiene de extraño, quedan  algunos rezagados que todavía van a la montaña, o al desierto, de por vida, y que son tanto del valle, del desierto  como de la montaña.

Son los que aprendieron a ser felices en todas las cotas del relieve terrestre, a los que Emerson se refiere:

“En las altas regiones heladas del planeta nada hay que desear de lo que existe en las latitudes más felices y podemos calentarnos al sol como si nos halláramos en Florida o en Cuba”.

El pensamiento vivo de Emerson, de Edgar Lee Masters, 1945

 

 

 

 

 

DE KANT PARA LOS QUE ESCALAN MONTAÑAS



Si crees que puedes escalar esa montaña, lo lograras, si crees que no puedes escalarla, no lo lograrás. Así de simple, como pensaba Perogullo.

Kant no se refiere a los escaladores, pero lo que dijo se ajusta para cualquier actividad de la vida. Es aquello de  la fe que mueve montañas.

En otras palabras, al poder de la mente. No se trata de recurrir a una práctica de esas que nos parecen exóticas, o jalada de los pelos,  como leer el presente y futuro en una esfera de cristal o por medio de las cartas.

Kant se refiere al verdadero ejercicio de un acto de voluntad. Con la voluntad puedes caminar, sin trucos, sobre las aguas. Es conocido que Pedro no lo logró, por más que Jesús lo instaba a ello.

¿Cómo ahora Kant dice lo mismo? El rigurosísimo filósofo del pensar razonamiento puro, ese del que Schopenhauer dijo que en materia del pensamiento lógico no hay ni habrá un filósofo tan grande como Kant. Se cuidó de hablar  hacia el pretérito.

Sí puedo escalarla,
no puedo escalarla

Pared sur de Los Panales
en el camino a Chico,
 Hidalgo,México
Y ahora Kant nos sale  conque si te lo propones lo logras y se refiere a cuestiones por demás inusitadas.

Inusitadas pero no tan graves como cambiar de lugar una montaña o caminar sobre las aguas, con sólo proponérselo.

Weischedel  nos dice el modo que Kant lo planteó: ¿Tienes tos? ¡Deja de pensar en la tos y te aliviarás! Y el que ha sufrido de la tos, sabe a lo que Kant se está refiriendo.

De pronto parece  una broma de Kant, pero trata de contener un acceso de tos y te parecerá que mover montañas o caminar sobre el agua, es más factible que no toser.

Ese tipo de cosas, al parecer imposible, se refería Kant, y no siempre a través de todo un desarrollo de su pensar lógico como su famosa Critica de la razón pura.

Se refiere a cosas de todos los días, y por eso es importante, o al menos útil, para nuestra salud, él conocer a qué se refiere.

¿Te parece sencillo? Hagamos un ejercicio. Trata de no comer pan, y verás otro imposible. ¿Para qué comer pan, tantos carbohidratos y algo que parece azúcar? Para inflamar el estómago en lo inmediato, producir gases y, a largo plazo, que crezca la panza y todo lo que llega con el sobre peso.

Sólo los chicos inquietos del ácido, y la contracultura, pueden ver estética ahí donde nuestra panza llega primero que nuestras narices.

Más dañino, o tanto, como el beber “refrescos” o “sodas”, como le dicen en el norte, es comer  pan. Pero desde niños comemos pan y lo consideramos como parte importante, y muy sabrosa, de nuestra dieta.

El pan es uno de esos deliciosos venenos que trajo a México la conquista española y que, llenos de contento y de malinchismo, cambiamos por nuestros nutritivos tamales.

Y para acabarla de descomponer al pan español siguió el no menos delicioso pan francés. Cambio de forma pero las mismas harinas hueras.

El último censo encontró 23, 414 panaderías en la ciudad de México y sólo 23 tamalerías establecidas en accesorias. El resto son puestos callejeros de tamales, como un anacronismo de los tiempos precristianos en México.

Todo esto  para referirnos a la idea, al parecer peregrina, de Kant, cuando se refiere a la tos. Pero no fue una puntada que tuvo de esas que quedan volando  y si quieren creerlas o  no... Kant sugiere cierta manera de lograrlo.

Como el alpinista que piensa: “quiero escalar esa montaña”. No basta el sólo pensarlo sino el cómo llevarlo a cabo. Necesitaré cuerda, clavos, etc.

Así Kant entra en detalles contra la tos. Citamos a Weischedel:

Kant advierte: “Una operación anímica, para lo que es necesario un grado muy elevado de resolución pero que hace, asimismo, mucho bien”

Leyendo a Kant

Dibujo tomado de

El País

21/04/18
Dicho lo anterior, entra en explicación de su idea:

“Aparta completamente la atención de esa irritación dirigiéndola, con esfuerzo, hacia cualquier otro objeto, de tal modo que disminuya  la exhalación del aire, lo cual hace que la sangre se agolpe en el rostro y poco después, la saliva se producirá por la excitación impida que se produzca el efecto de irritación, o sea,  expulsión violenta del aire, y siga la deglución de la humedad”.

W. Weischedel Los filósofos entre bambalinas, 1985 Fondo de Cultura Económica.

Ya sabes, esta temporada fría, en noviembre (antes de que el 21 de diciembre “entre” el invierno) que es  cuando llega la tos a nivel  de la población  y que Salubridad llama “influenza estacional”.

Recordar que en Medicina suelen recetarnos, o para experimentos de laboratorio, los placebos o sustancias inertes. Imaginamos tener una enfermedad. Imaginación tan fuerte que sentimos el dolor. La famosa hipocondría. Nos aplican, o nos hacemos de un placebo, e imaginamos que estamos curados. Todo fue un enredado juego de imaginación.

Lo que hace Kant es ir  en sentido contrario, de la enfermedad real, la tos, imaginar que no la tenemos, así de sencillo. Lo que nos parece fantástico o imposible. Sólo se necesita estar dispuesto a ser antihipocondriaco. Así como hay contraculturas, así contrahipocondrias.

Si quieres medir el poder de tu voluntad,   de tu fe o como quieras llamarle, contra  los “virus de primavera” y mil partículas contaminantes que hay en tu cielo inmediato, súbete al ring  y trata de no toser. 

 Verás que caminar sobre las aguas parece un juego de niños pero está lejos de serlo o de dejar de toser.

Verás que para lograrlo se necesita algo más que el famoso liberalismo moderno, que el consumismo, que el sedentarismo y que la dulce vida.

 

 

 

 

 

 

 

LA ESCALADA DE SALÓN EN MEXICO


 

En Francia y Alemania tuvo lugar el inicio de lo que, andando el tiempo, se conocería como “escalada de salón”. Sucedió a mediados del siglo veinte.

En el libro Ascensión al Aconcagua de René Ferlet, 1956, se puede ver una fotografía de alguien que sube  sirviéndose de las anfractuosidades de la pared de una casa. También  de trozos de madera fijadas en la pared a manera de “salientes” artificiales.

En la temporada de invierno, en los Alpes europeos, todo se cubre de nieve y hielo. Las ascensiones de más o menos profundidad quedan cerradas, se suspenden en espera de que el tiempo cambie.

Llega cierta inactividad igual para los guías alpinos profesionales que para los “sin guía”.

Ese involuntario sedentarismo es perjudicial en todos sentidos para la salud. Lo que esto significa para un guía profesional, que su situación económica y la de su familia,  depende de la manera que él cuida su condición psicofísica.

Para no perder la “forma” durante el tiempo que duran  las grandes nevadas en la montaña, se ideó lo de los “salientes artificiales” en el valle.

Del libro de René Ferlet
 
Estamos hablando de un medio para conseguir un fin, y es, se apuntó, conservar en buenas condiciones físicas para los días de la buena temporada en la que se reanudan las ascensiones.

Ese medio, ese recurso ingenioso y por demás positivo en su medio natural, es decir, los países de las grandes nevadas, en México se convirtió en un fin. Se llegó a lo que se llama “la sinrazón”. ¿Por qué la sin razón?

México es un país tropical cuya condición, tropical, de sus numerosas playas y mares y la ubicación de sus paralelos, se extiende hasta sus elevados sistemas montañosos.

Las grandes nevadas caen en el país una cada veinticinco años, si bien nos va. En trescientos días del año se puede intentar prácticamente cualquier escalada, aun en la alta montaña, arriba de los cuatro mil.

 De hecho aquí la buena temporada de montaña es en invierno (de finales de diciembre a mediados de marzo). Debido a sus paralelos, aquí el invierno no es tan riguroso como en otras partes.

La escalada de salón ha proliferado y se le encuentra en los gimnasios en todos los rumbos de la ciudad. Y hasta en algunos parque públicos.

Este ejercicio, de la escalada de salón, en la perspectiva de conservar, o recuperar, la salud física, como puede serlo cualquier otra actividad de gimnasio, es positiva y nos apresuramos a reconocer sus bondades.

Ha proliferado a tal punto que ya se toma como algo natural. Caben aquí las palabras de Schopenhauer cuando se refiere a la mala literatura filosófica  que él vivió en su tiempo:

“Lo que se elogia en voz alta, públicamente y por todas partes, eso se lee y constituye así el alimento espiritual de la generación que se está formando”.

En otras palabras, conque un sofisma se repita y se repita, el hombre del  menudo pueblo  llega a creer que esa es la verdad.

En el caso que nos ocupa es  “natural” en escalada de ciudad, pero no lo es en la perspectiva del alpinismo.

En escalada de salón, practicado en la ciudad de México, es decir en los 2,200 metros sobre el nivel del mar, sin salir de ella y sin ir a la montaña, falta todo.

Aquí, desde luego, hay sus excepciones, escaladores que igual van a la montaña que a los gimnasios pero, como se dice, no hacen estadística.

Encerrado en el gimnasio no hay viento, sol, lluvia, frío, calor, nieve, hambre, sed, altas y bajas temperaturas.

Dicho de otra manera, los mecanismos de adaptación al medio, de nuestro organismo, no se ponen a prueba,  permanecen latentes y con el tiempo llegan a atrofiarse.

Los de la ciudad nos comportamos como algo propio ya del confort y el consumismo, pero un alpinista es por definición, alguien que debe ir a la "naturaleza natural" y no puede entregarse a esos hábitos blandengues de la dulce vida.  

Sobre todo  algo vital que, como el alma al cuerpo, no se ve: estamos hablando del factor invisible de escalar en las diferentes cotas. Nuestros glóbulos rojos y su efecto en el organismo, que hemos llamado comúnmente como “mal de montaña”.

Todo alpinista sabe que no es lo mismo ascender en los tres mil, que en los cuatro mil, que en los cinco mil, etc.

En el invierno de 2017 tuve la oportunidad de conocer a uno de los mejores escaladores de un  gimnasio de la capital. Platicamos de escalada, charla amena, buena cultura y modo de ser que me pareció lejos de la clásica ego manía que suele aquejar a muchos escaladores.

Nos pusimos de acuerdo para escalar en las aristas de la cabecera de la cañada de Nexpayantla. Un paraíso para escalar en el lado derecho, sur, de la pared oeste de la Torre Negra, y por debajo de la pared del Abanico, en el Popocatépetl.

Roca erosionada por la denudación, exige habilidad e intuición para avanzar de saliente en saliente antes de que se rompan. No son los salientes fijos con tornillos de los salones de escalada pero yo tenía confianza en que la habilidad de mi amigo supiera resolver eso con facilidad.

Era tan entusiasta que esperaba pudiera superar tres aspectos que él desconocía. El primero, escalar con temperaturas bajo cero, tal vez diez grados. El segundo, que subiera  con botas, no con tenis para escalar. El tercero, escalar sin estar asegurado desde arriba, como se acostumbra en el salón. Y como son rocas entre la nieve y el hielo, de nada sirve ponerse polvos en las manos contra el sudor.

Pero no pasamos de la terminal de San Lázaro, la famosa TAPO, el día que debíamos partir. Alegre, ágil y jovial, se presentó puntual a la cita y dispuesto. En short, camiseta y una pequeña “cangurera”. Me preguntó extrañado: ¿para qué llevas eso?

Se refería a mi enorme mochila en la que llevaba tienda de campaña, cuerdas, clavos, sleeping, estufa, martillo, comida para una semana, como lo habíamos proyectado. Comprendí…

Comprendí mi error, no el de él. No tenía idea a dónde iríamos a escalar. Es decir, nunca había andado siquiera en una montaña.

Mi segundo error fue que siempre creí que la escalada de salón estaba relacionada con el alpinismo.

La experiencia me enseñó que es una excelente práctica que ha florecido en el gimnasio.

Pero ninguna relación con la montaña.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REGRESAMOS A LA MONTAÑA TEOCUICANI


 

Subimos al adoratorio de Tezcatlipoca, en la cumbre de la montaña Teocuicani, 3,150 metros s.n.m., en el norte inmediato al pueblo de Tetela del Volcán, Estado de Morelos, México, ladera sur del Popocatépetl.

El sendero, de polvo muy fino, bien marcado, contiene numerosas cruces pequeñas, de esas que indican que ahí alguien murió.  Corresponden a los que han sido muertos por el rayo.
Teocuicani
el monte que se le había perdido a la antropología.
La cumbre de la izquierda es la del adoratorio
a Tezcatlipoca
 

Debe tener alguna particularidad física esa montaña que facilita descargar ahí, con marcada frecuencia, semejantes  corrientes eléctricas.

El fuerte retumbar que sigue a la descarga del rayo, nos consta, parece cimbrar a los mismos árboles. A esto corresponde el nombre original de la montaña.

A este retumbar del trueno va el nombre original de la montaña: “Cantor divino” o “Cantor de los dioses”, de Teotl, dios, y cuica, cantar o canto.

En semejantes condiciones el montañista se encuentra  como el náufrago echado en una pequeña balsa en medio del océano. O menos, El náufrago tiene el recurso de remar, en el Teocuicani, impotente ante la descarga eléctrica, el individuo,  depende de lo que venga de fuera, por no decir, de arriba.

En la actualidad esta montaña  tiene en los mapas  el nombre de Citlaltépetl. Es probable que, con el afán de borrar toda huella del importante adoratorio a Tezcatlipoca, los frailes del siglo dieciséis le hayan cambiado el nombre. ¡Y funcionó!

Al Citlaltépetl le pusieron Pico de Orizaba, al Xinantecatl Nevado de Toluca, a la Iztaccihuatl, Mujer Dormida, a la Matlalcueye, la Malinche, al ( se perdió el nombre original) San Miguel, en Desierto de los Leones, al Ajusco, Cruz del Márquez...

 Para descubrir la ubicación del Teocuicani  tardamos cien años, empezando por el francés José Deseado Charnay, en el siglo diecinueve, seguido por José Luis Lorenzo en el siglo veinte y finalmente nosotros, Jorge Rivera y yo. Rivera pertenecía entonces al club alpino Quetzales, de la ciudad de México.

Algunos han salido ilesos de la descarga del rayo. Son los consagrados que pasan a formar parte de una especie de sociedad que les señala como “Rayistas”.

La montaña tiene dos cumbres someras y cercanas una de la otra. La del lado oeste es la que contiene una plataforma artificial sobre la que se edificó el adoratorio al más grande dios de la religión náhuatl, Tezcatlipoca.

Uno de los estudios más  meditados, y documentados, del nivel de antropología, de los tiempos modernos, es Tezcatlipoca, de Gilhem Olivier, (FCE), diciembre de 2004,

De la construcción, destruida en el siglo dieciséis, quedan en pie solamente unos treinta centímetros de muros que delimitan muy bien el trazo del adoratorio. Asimismo, el piso interior se ve de un estuco   original.

 El día que finalmente lo  localizamos, el Teocuicani, el 3 de mayo de 1971, tuvimos la suerte de encontrar (para muy grande sorpresa nuestra por creerlo un lugar totalmente perdido y olvidado) un grupo numerosos de personas mujeres, hombres, niños y ancianos, haciendo la ceremonia ancestral, según cuenta Fray Diego Duran. Con quema de copal, cantos al “señor del agua” y bastimentos depositados en el medio del piso interior del adoratorio.
Los auténticos teciuhtlazque (conocidos ahora
como "graniceros"). 3 de mayo 1979


Por tal circunstancia no creímos prudente tomar medidas del lugar. Según recuerdo serán, aproximadamente, diez metros por seis.
En realidad el Teocuicani nunca fue abandonado por la gente campesina de los pueblos subyacentes. Su rito original se conserva en un noventa por ciento. Aunque resulta difícil creer que alguien aquí tenga idea que están en un adoratorio sacratísimo dedicado a Tezcatlipoca.

Nosotros fuimos los que cometimos el error de buscar esta montaña en el lado norte del volcán, cuando su adoratorio está en el sur.

Dos cosas nos llevaron  a tal error. A)Duran dice que el Teocuicani es una montaña que está en el Popocatépetl y tan alta que en su cumbre se forman tormentas de nieve. De manera automática pensamos en la subcumbre del Abanico (5,000 m.s.n.m., B) Los alpinistas están muy familiarizados con el lado norte del Popocatépetl y, salvo excepciones, pocos, poquísimos, conocen el lado sur del volcán.

A juzgar por los escasos escalones que se conservan, y los huecos en sus paredes, tenía dos accesos, una en el   sur y la otra en el suroeste.  Dada la enorme cantidad de gente que debía visitar el lugar, por un lado se entraría y por el otro sería la salida.


Esta ocasión subimos al principio de la primavera del 2018, 47 años después de haberlo localizado, el 3 de mayo de 1971.Notas publicadas que certifican lo dicho están  en:

 Revista Jueves de Excelsior número 2612 (10, VIII, 1972) paginas 14 y15 y Los Universitarios (periódico quincenal publicado por la Dirección General de Difusión Cutural de la UNAM) número 149-150, 1979 páginas 30 y 31.

El adoratorio esta vez estaba solo. En el suelo interior del recinto había tres ramos de flores, no del todo marchitas. Y un incensario con restos de ceniza y copal.

En el fondo, del lado opuesto a las puertas, está algo así como un altar con pequeñas imágenes del  cristianismo.

En este sitio, es decir, en el fondo del recinto, debió estar colocada la bella escultura de Tezcatlipoca  “de la altura de un muchacho de ocho años”, lo consigna Frey Diego Duran. Relatan los cronistas que era muy visitada todo el año, en especial en Toxcatl, que comprende al mes de mayo, y es cuando se veneraba a Tezcatlipoca,  en todo el “imperio” azteca.

Eso de “muchacho” también tiene que ver con alguna advocación de juventud  con la que se señala a  Tezcatlipoca.

Tezcatlipoca, y su nombre “espejo que humea” está íntimamente ligado al volcán Popocatépetl: la obsidiana, vidrio volcánico, y una montaña que humea.

Popocatépetl y la pared del Abanico
 
Visto desde el NNE
Foto de Agustín Maya
 
En la construcción hay numerosas cruces grandes de madera. Cada año suben una. Ignoramos si la suben en mayo o en Semana Santa.
 
Arriba: La montaña Teocuicani vista
desde Tetela del Volcán.La cumbre de la izquierda (oeste)  es donde se ubica el adoratorio
 
Intermedia: gente "pidiendo agua" al Señor de las tormentas y del granizo". Canto de ofrecimiento de flores,  quema de copal y víveres.
 
Debajo: La entrada sur al adoratorio, las numerosas  grandes cruces de madera y en el centro, al fondo, el altar cristiano ocupando el lugar donde debió estar la escultura de Tezcatlipoca.
 
Este gran adoratorio (según Durán, en su interior  permanecía una bellísima escultura
 a Tezcatlipoca joven).
 
Ahorase encuentra en total abandono y destrucción. Así lo dejaron los vándalos, empezando por los del siglo dieciséis.

Desandamos un poco el camino y levantamos nuestras tiendas en la otra cumbre. En esta ocasión no tenemos encima el espantoso estallar de los relámpagos y el  ensordecedor ruido de los truenos.

Y apenas un vientecillo mueve un poco la copa de los árboles. La temperatura esa noche fue apenas de unos cinco grados bajo cero.

Como sea, estamos conscientes que nos encontramos acampando en el lugar mismo donde se adora a  Tezcatlipoca desde, por lo menos, la civilización tolteca. Cualquier mexicano, con información de sus dogmas originales, recuerda el conflicto de Quetzalcóatl, “rey” de Tollán, con Tezcatlipoca.

“Equivalente a estar acampando en la Meca, para los musulmanes, en el Huerto de Getsemaní, para los cristianos y en el Partenón para los griegos”, comento, alguien.

“Las estrellas miran hacia abajo”, dijo otro mirando al cielo. Tal vez se acordó del título de una novela de A,J, Cronin.

Alguien tuvo una ocurrencia: ¿Qué tal si las estrellas miran hacia arriba y nosotros somos los que estamos mirando hacia abajo?”.

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores