VIRGILIO, VIAJE PROPEDEUTICO SÓLO PARA METAFÍSICOS


 

Una tournée a través del Infierno.

Guido Guinicelli, habitante del Purgatorio, a Dante:

“Feliz tú, que para mejorar tu vida, vienes a adquirir experiencia a nuestras regiones.

Y, cuando  ha arribado al segundo reino del Paraíso, Dante escuchó, entre mil voces, a uno de los piadosos espíritus, que le decía complaciente: "¡Oh tú, en buena hora nacido, a quien se otorga la gracia de ver los tronos de la eterna gloria entes de abandonar el mundo de los vivos!"

Lo que Virgilio realiza es un viaje propedéutico, metafísico, para conocer, mejor dicho para que su discípulo Dante conozca (para Virgilio ya  es su segundo viaje al Infierno), en esta vida, de carne y huesos, antes de morir, lo que por fe creemos que después de fallecidos seguiremos caminando.

En esta vida no conocemos lo que sigue, sólo lo intuimos.

Conocer, por intuición, antes del conocer empírico, es la enseñanza que se adquiere por leer un libro, en este caso, el libro de Dante.

Virgilio y Dante fueron más pragmáticos: viajaron al Infierno para ver, de primera mano, de qué se trataba la existencia en esos lugares donde se sufre pero no se muere.

Conocer por intuición, que algunos (sobre todo Kant) llaman a priori. Definida la intuición, como Ortega y Gasset explica, instinto + inteligencia.

La filosofía  no rebasa el panorama fenomenológico, lo que se mueve en este terreno  a la  postre irá a parar en los vericuetos  de la psicología.

El a-teo no puede, ni él lo quiere tampoco, poner un pie fuera de la filosofía.

En rigor Virgilio enseña a Dante una parte de la excursión propedéutica que comprende el Infierno, el Antepuragatorio y el Purgatorio.

Después hay un relevo de guías y Matilda, Beatriz, San Benito y San Bernardo, agarran la estafeta para mostrar a Dante la última parte del viaje, que es el Paraíso.

De todos modos al a- teo no le vendría del todo  mal, siquiera por cultura, enterarse de los detalles que la pareja Virgilio-Dante viven en su viaje no real.

Porque, se quiera o no,  el cielo o el Infierno tiene su equivalente, sin despegar los pies de la tierra, en el sillín del psiquiatra.

Si se es tan sagazmente heterodoxo, y evade tanto el confesionario, como el sillín psiquiátrico, ya se verá vagando por esos callejones de los paraísos artificiales…”Nadie escapa a la voz interior”.

Dante nos hace pensar en una idea descabellada, que por lo mismo   jamás se llevará a cabo, pero que nos daría mucha información para nuestro buen vivir, ahora y aquí, y sería que, al estilo de las visitas guiadas, a  los museos y zonas arqueológicas…

 conociéramos los hospitales, las cárceles, lo cementerios, los 600 millones de madres solteras que hay en el mundo, a los habitantes sin esperanza de las ciudades perdidas que hay en muchos países del planeta, a los jóvenes que, con todo su valioso potencial cognitivo, no encuentran las condiciones sociales apropiadas para estudiar y para trabajar, a la multitudes que, aun queriéndolo, no han tenido jamás un  libro de cultura en sus manos…

Ni Virgilio ni Dante conocerán tanto horror en su irreal viaje al Infierno.

El humano no quiere aprender de esa manera empírica sugerida por Dante, prefiere la teórica, lejos del dolor. Aunque este cerrar los ojos nos lleve a la postre  a ese dolor.

Dante, poeta del siglo trece, tuvo esta idea, conocer anticipadamente de qué se tratan esos mundos metafísicos que están por todos los rumbos de la cultura occidental (todos, o casi todos, tenemos un ejemplar de Platón y otro de la Biblia), y que la aceptamos, como una realidad, pero una realidad, decimos, mucho muy lejana…

Virgilio y Dante con los filósofos presocráticos y con los socráticos.
Vivieron antes del cristianismo y, si bien el poeta no
los situó en el Infierno, sólo alcanzaron el Purgatorio.
Grabado de Doré. 
Veinte años de edad, observamos a un anciano y decimos ¿qué le pasaría que está tan lleno de arrugas y camina con dificultad? Esa realidad está tan lejana de nosotros, así creemos, que nunca llegaremos a lo mismo.

De esto se desprende la indiferencia(cuando no la acción punitiva) hacia los viejos, a los presidiarios, a los enfermos terminales, a las ciudades perdidas, etc.

Hay países que viven en el eterno a posteriori de lo que ha pasado. De lo mal planeado se nutren  los políticos en campaña electoral, prometiendo remediar el error de los que se fueron. El a priori que plantea Dante es conocer el error antes de que este tenga efecto y en consecuencia hacer una planeación inteligente.

 La planificación urbana, esa que evita la aparición de "ciudades muégano", también entra en el a priori infernal del Poeta. Es probable que Dante se inspirara, para escribir su Comedia, en La República de Platón. Varios personajes le preguntan a Platón qué tomaría en cuenta si él tuviera que fundar una ciudad. Platón empieza por redactar un cuerpo de leyes...
 
Un día, del año 1300, Virgilio, poeta pagano muerto ya 19 años antes de la era cristiana, recibió del cielo la señal de instruir al poeta Dante,  de qué se trata el Infierno y el Purgatorio.

Subieron a  la barca de Caronte…Caronte notó que, por vez primera, su barca se medió hundía en las aguas del Aqueronte y por eso se dio cuenta que Dante no era espíritu sino, todavía, de carne y huesos. Además su cuerpo proyectaba sombra, cosa que no es propio de los espíritus.

 A través de los personajes, que conocieron en vida, ahora ya muertos, que van encontrando en espíritu, en el Infierno y en el Purgatorio, y con los que pueden conversar, los dos poetas nos van relatando cómo fue que este mundo se envileció no obstante estar en él la religión valiosa del cristianismo por sus valores trascendentes.

Los que lo envilecieron  ahora se los van encontrando en los diferentes círculos del Infierno.

 En pocas palabras, los dos poetas  nos alertan que no es lo mismo estar en el grupo que vivir del grupo.

Virgilio no puede ir más allá del Purgatorio porque representa a la razón, que es el contexto filosófico de  la Hélade. Recuérdese que nació en tiempos del “paganismo”. Beatriz, en cambio, representa a la fe, como la entiende el cristianismo.

Fue un viaje metafísico que empezó el 8 de abril del año 1300 y duró diez días.

Al final del viaje, tal como hace un padre con su hijo, le entrega su libertad: “Toma en lo sucesivo tu voluntad…No guardes de mí más razonamientos ni consejos.”

Como ve que Dante se pone triste por tener que separarse de su maestro, que lo condujo con tanta sabiduría a través de los peligros y horrores del Infierno, Virgilio le dice, a manera de despedida:

“Ya has visto, hijo mío, el fuego eterno y el temporal. A punto has llegado en que por mí nada más descubro. Con mi discurso y mi arte te he conducido aquí: toma en lo sucesivo por guía tu voluntad.”

 
DANTE

“Publio Virgilio Marón1 (Andes, actual Virgilio, cerca de Mantua, en la Región X, Venetia, hoy Lombardía italiana, 15 de octubre de 70 a. C. – Brundisium, actual Brindisi, 21 de septiembre de 19 a. C.), más conocido por su nomen, Virgilio, fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, aparece como su guía a través del Infierno y del Purgatorio.”WIKIPEDIA

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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