CON EL VIEJO DESCARTES


 

Es una manera de decir, Descartes y todos ellos, filósofos del espíritu y filósofos de la materia, siempre serán actuales.

Porque así son nuestros modos de pensar. Ellos no los inventaron, sólo los observaron y formularon una interpretación, muy propia de cada pensador. Con un nombre o con otro se refieren a lo mismo. Platón dice idea y Aristóteles, para lo mismo, dice forma.

Son, al estilo de Eurípides, que no inventó la ira femenina, sólo la observó y la describió a través de su  Medea. Miguel Ángel no inventó al forma humana, lo que hizo fue reproducir el modelo natural que tenía enfrente.

Con la ley natural y con la divina pasa lo mismo. Ahí están y lo que hacemos es observarlas y nos acercamos a ellas con la Razón humana, la primera, y con la Caridad la segunda. De ésta dice Jean Wahl: "hay en el ser algo que no puede reducirse a la pura razón."

¡En la banqueta, de los libros usados, otra vez Descartes!

Lleno de polvo y algo maltratado de la pasta. Diez pesos, de la editorial, ya desaparecida, Sopena. Era un delicia leer de esta editorial por su tipografía, su carátulas como pérdidas en el sepia y, sobre todo, por su precio bajo. Algo de tomarse en cuenta esos  días que comprar un libro era cosa de  despedirse de la cena. Salambó, de Flaubert, Casa de Muñecas, de Ibsen…

En casa hay dos ejemplares del Discurso del método, en ediciones distintas. Todas subrayadas por las veces que han sido leídas. No hay por qué llevar otra vez lo mismo.

Pero, me digo, leerlo otra vez, sin las subrayadas, descubrir otra vez lo que dice. Me sucede con la obra de Jean Wahl, cada vez que la leo. Otras ralladuras, ora con tinta verde, para destacarlas de las ralladuras anteriores de negro y rojo. 

Cuando subo una montaña que ya he subido muchas veces, siempre le encuentro algo nuevo, no porque sean nuevo sino porque yo no había puesto atención o no estaba preparado para ello.

Como dice el dicho, un geólogo, un botánico, un fotógrafo, un pintor, un arqueólogo y un poeta ven diferentes cosas en el Popocatépetl.

“Puede llevárselo en cinco”, oigo que me dice  el dueño de la librería al aire libre y bajo el sol. Casi estoy por llorar, lo hojeaba por nostalgia, no como filosofía  de regateo que tanto gusta a los mexicanos.

De este solo volumen las editoriales lo dividen en  tres partes, tres ediciones distintas y, cada una de ellas, en la librería formal, cuesta seiscientos o novecientos pesos, o más. ¿Cómo va a leer de filosofía alguien que gana cien pesos al día? ¡cuando los gana!

 Le doy veinte y le digo que no tengo cambio pero que voy a comprar jitomates y regreso. Agarro por otra calle sacudiendo el polvo del viejo libro.

 “Yo pienso, por lo tanto tengo la certeza   de ser” me encuentro a boca de jarro, por N ocasión, el pensamiento viejísimo, todavía caminando entre los puestos del mercado sobre ruedas, en tanto hojeo mi “nuevo” Descartes.

Y, de pronto encuentro un sentido a esas palabras jamás comentado por otros, eso creo. Es la vieja película. Todos creen haber rencontrado el sentido como lo pensó Descartes. Tarea difícil porque para unos  el sum es sujeto, para otros  predicado  y otros lo entienden como verbo.

“Bajar” el tema a las calles del barrio es lo que necesita la gente porque todo esto fue observado del barrio y después encerrado en los recintos académicos.

Considerar que estar, estamos, en el mundo desde que nacimos, como cualquier otra criatura del reino animal o del vegetal. O la piedra en el camino, está.

Pero ser tiene que ver mucho con el desarrollo del intelecto, tanto escolar como cultural. Es otra manera, más cercana a nosotros, más de la tierra, más de la calle, aquello de “pienso, luego existo”.
 
Siempre y cuando le haga caso a la vida de la calle sin distracción de los medios que nos mantienen aislados.

dibujo tomado de
El País.28/3/2015
Hay pueblos enteros, países completos, que están esperando ser por medio del conocimiento. Factores ambientales no les abren el camino. Están pero no son.

Algunos de estos países se han quedado en el pleito rancio de conservadores y liberales, del siglo diecinueve, y no se dan cuenta que en el siglo veinte ya hasta hubo dos guerras mundiales.

Familia y Estado, en ese orden, tenemos la responsabilidad de que los niños no sean sólo un número estadístico de población. Una piedra que alguien dejó en el camino.

Un copular  para estar sino copular para que alguien sea. Lo primero es solipsismo y lo segundo la oportunidad que se conozca esta bella vida y sea feliz.

Prepararse para ser funcional en el mundo del trabajo es tarea de la educación escolarizada. Encontrar un lugar en el mundo laboral, resolver las necesidades básica y tanto mejor si también se incluyen las lúdicas como divertirse, pasear, hacer deporte, ir de vacaciones, escalar montañas, cruzar desiertos…

Pero Descartes nos habla de lo otro, de lo cultural, del ser más que una estadística (choco por ir leyendo a Descartes con otro que, en sentido contrario, también distraído viene viendo su celular). Del Ser y lo escribía con mayúscula, el Ser “debe su existencia a un Ser supremo, que es el pensamiento perfecto e infinito.”

Algunos consideran   que ese Ser no va más allá de las fronteras materiales. Otros que es el Ser inteligible porque está fuera del tiempo y del espacio.

 En este ring se suben los luchadores “contarios”  y, con sus diversos puntos de vista de Descartes, realizan la tensión dialéctica que mueve al espíritu.

DESCARTES
 

“René Descartes1 (La Haye, Turena francesa, 31 de marzo de 1596 - Estocolmo, Suecia, 11 de febrero de 1650), también llamado Renatus Cartesius, fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica.”Wikipedia.

SAHAGÚN, EL PRECIO DEL IMPERIO


 

¿Qué le recomendaría a los mexicanos que leyeran?, le preguntaron el 23 de febrero del 2018 al Dr. Miguel León Portilla.

Que lean a Sahagún y a Bernal Díaz del Castillo, dijo.

De manera  análoga, decimos nosotros, como si alguien preguntara a un sacerdote qué le recomendaría a un católico leer?, diría que lea la Biblia. A un griego del siglo veintiuno  para conocer el pensamiento de la Hélade, la respuesta sería, que lea, a Homero, Platón y a Aristóteles.

En otras palabras, que se conozca, que conozca sus orígenes.
Se es por el conocimiento, de lo suyo, dice Jean Wahl en su obra Introducción a la filosofía, sino se conoce no se es. ¿Qué es sino sabe lo que es?

Sahagún, Bernal Díaz del Castillo, Fray Diego Durán y otros cronistas del siglo dieciséis, de alguna manera no son nada ajenos en la casa de los abuelos, incluidas ahora las dos obras de Miguel León Portilla, Filosofía Náhuatl y La visión de los vencidos.

De niños el abuelo acostumbraba llevarnos a Teotihuacán, cuando sólo la pirámide del Sol inteligible estaba reconstruida. La Calzada de los Muertos era una ruina que habían dejado los siglos, y la depredación de los hombres que destruían edificios de importancia arqueológica, para construir sus casas, y la pirámide de la Luna inteligible un enorme túmulo de tierra con algunos restos apenas visibles de muros y escalinata por aquí y por allá.

Al recorrer la Calzada el abuelo decía siempre: “Aquí los dioses se pusieron al servicio de los humanos, en un tiempo que todo era oscuridad pues no había sol ni luna.”

La obra de Sahagún es un portento de investigación de las cosas del México precristiano y, en el español latino de México, de Ángel Ma. Garibay K., es una delicia su lectura.

Es tan extensa como la Biblia pero basta leer dos hojas, a las que nos referimos en esta nota, para saber por qué el “imperio” azteca  fue grande en su manera de administrar la justicia: combatía a toda costa la corrupción en el seno de su sociedad.

Enseguida de apagar el televisor en el que  vimos la entrevista del Dr. Portilla, agarramos Historia General de las cosas de Nueva España. Como hacen los católicos cuando quieren encontrar la palabra de Dios y abren la Biblia al azar, como quien dice, donde caiga.

Así hicimos con Sahagún, al azar, y caímos en el  capítulo XIV del libro VIII, que habla de “la manera de las casas reales donde tenían lugar las audiencias de la causas criminales.”

Estas salas estaba ubicadas en el (coatepantli sagrado, ahora “Zócalo”) palacio del señor, así le llama Sahagún al tlatoani supremo, al que luego los historiadores europeos le pondrían los títulos de “rey” y “emperador”.

El “imperio” azteca no era, como románticamente lo imaginamos, todos sus habitantes íntegros, probos y estoicos. Había parásitos, tranzas, corruptos y asesinos, como en muchas  partes, pero ahí, en las mencionadas salas de justicia, era donde se paraba la podredumbre que podía destruir desde dentro al imperio.

Del tlatoani supremo se puede decir, con la antinomia de Platón, que “es lo que no es”. No es corrupto, entonces es lo opuesto a corrupto.

El señor, que era como cualquier mortal, no se comportaba, no estaba en él, comportarse como cualquier mortal,  porque, según el largo discurso (discursos) que se le restregaba en la cara, cuando la asamblea de notables lo investía con el cargo de rey, se le dejaba bien claro, una y otra vez, casi hasta el cansancio, que él era el administrador  del reino, y nunca debía perder de vista que el dueño de todo, el reino y el universo, era Tezcatlipoca (ver el     libro VI  de la obra de Sahagún).

Tal vez se parezca lo que en la actualidad se hace en Estados Unidos para algunas ocasiones que juran sobre la Biblia.

Y como los políticos suelen olvidar con facilidad sus promesas, ya cuando están en poder del puesto público,  el rey debía  efectuar una ascensión a una lejana y alta montaña (Tláloc), cada año, al sureste del gran valle, y lo haría con gesto de humildad y vestido con harapos. Era un decreto, un imperativo categórico, no era una opción.

Eso era en prevención que el rey, dueño y señor de un territorio inmenso conquistado por las armas, al que no se le podía ver de frente, ni caminar sino trasportado en andas de oro, y retroceder hacia atrás cuando alguien debía presentarse en su presencia, y para eso Tezcatlipoca “te dio colmillos y uñas para que seas temido y reverenciado.”

También se le había advertido, cuando tomó posesión de su cargo, que Tezcatlipoca lo ha designado como supremo entre los hombres, pero no para siempre:

 “te quiere probar y hacer experiencias  de quién eres, y si no hicieres tu deber, pondrá  otro en esta dignidad.”

Esto se haría realidad con la piedra que, salió de algún lugar y, mató a Moctezuma para poner   en su lugar a Cuauhtémoc, cuando Moctezuma ya no servía a los intereses del  pueblo azteca.

Allá, en la cumbre estaba el avatar de Tezcatlipoca, en forma de ídolo, y ante él debía inclinarse el rey.

Se tenía muy claro que la divinidad estaba presente en la manera de sentirla porque es inefable y no se puede traducir en palabras, conceptos ni opiniones, solo en avatares ya de roca o de barro o en códices.

Inútil ir más allá porque la divinidad es de naturaleza noumenica y nosotros somos del panorama atómico: “Dios es una cosa  en sí, un noúmeno, mientras que nuestra experiencia sólo puede ser una experiencia fenoménica”, escribe Wahl.

Como  preámbulo a lo que sigue  diremos que no había cárceles de larga duración ya que los presos consumirían comida y haberse que necesitaba la gente libre y trabajadora. Se mencionan con frecuencia “jaulas que hacían de palizadas resistentes”. Semejantes a las jaulas de los romanos para exhibir a los reos contra la patria.

Jaulas pero no sentencias prolongadas
 
Dibujo de la obra de Fray Diego Durán
(códice florentino)
El palacio de los señores (los sucesivos tlatoanis a lo largo de la historia de México-Tenochtitlán)o casas reales, tenían muchas salas.

 “La primera era la sala de la Judicatura, donde residía el rey, cónsules y demás oidores” Aquí, de manera preferencial, se atendían los problemas del pueblo, sin dilación, trapacerías ni componendas:

 “Y en esta primera sala que se llamaba tlaxitlan, los jueces no diferían los pleitos de la gente  popular, sino procuraban de determinarlos presto, ni recibían cohecho, no favorecían al culpado, sino hacían justicia derechamente.”

Al rey se le había dicho, como una advertencia, el día que tomó posesión de su cargo, que no podía corromperse. “eres imagen de nuestro señor dios y representas a su persona.”

Otra sala del palacio se llamaba tecalli o teccalco “En este lugar residían los senadores y lo ancianos para oír los pleitos y peticiones que les ofrecía la gente popular:”

Aquí, como en  Las Avispas, de Aristófanes, según lo que Sahagún cuenta, jueces y el avispero que hay en los tribunales, nunca  faltaban personajes que no le hicieran el feo a la ganancia fácil, aunque eso fuera al precio de una injusticia. Aquí es donde, de enterarse, se hacía presente la justicia del señor:

“Y si oía el señor que los jueces o senadores que tenían que juzgar, dilataban  mucho, sin razón, los pleitos de los populares, que pudieran acabar pronto, y los detenían por los cohechos o pagas, o por amor de los parentescos, luego el señor mandaban que le echasen presos en unas jaulas grandes, hasta que fueran sentenciados a muerte; y por esto lo senadores y jueces estaban muy recatados o avisados en su oficio:”

Da algunos testimonios de jueces que agarraron con las manos en la masa, en los tiempos de Moctezuma:

“En el tiempo de Moteccuzoma echaron presos a muchos  senadores y jueces en unas jaulas grandes, a cada uno de por sí, y después fueron sentenciados a muerte, porque dieron relación a Moteccuzoma  que estos jueces no hacían justicia derecha, o justa, sino que injustamente la hacían, y por eso fueron muertos; y eran estos que se siguen: el primero se llamaba… da siete nombres y al final del párrafo dice: “eran todos de Tlatelolco.”

Algunas de las exhortaciones que se le hacían al rey recién nombrado, para recordarle  que no estaba en él corromperse. Esto dirigido a Tezcatlipoca:

“Has puesto nuestro soberano dios por nuestro señor”.

Al rey: “en vuestro regazo  y en vuestros brazos pone nuestro señor dios este oficio y dignidad de regir y gobernar a la gente popular.”

Y le advierte que esa gente popular no es una perita en dulce, es “muy antojadiza y muy enojadiza.”

Por lo que el rey debía batallar en hacer justicia a ese pueblo,  difícil de contentar, y al mismo tiempo  estar al pendiente contra la corrupción de sus jueces.

Teniendo esto en mente, el orador le recuerda que la tarea es pesada y necesita de todo su valor, fuerza  y ser prudente:

“Mira señor que no duermas sueño suelto, mira que no te descuides con deleites y placeres corporales, mira que no te des a comeres ni a beberes demasiados; mira, señor que no gastes con profanidad los sudores y trabajos de tus vasallos, en engordarte y en emborracharte, mira señor, que la merced y  regalo que nuestro señor te hace en hacerte rey y señor no la conviertas en cosas de profanidad y locura y enemistades.”

SAHAGÚN
“Fray Bernardino de Sahagún. (Sahagún, España, 1499 o 1500 - México, 1590) Eclesiástico e historiador español. Estudió en la Universidad de Salamanca. En 1529 se desplazó a América e inició el estudio de la lengua de los indígenas mexicanos. Con una finalidad estrictamente catequística escribió en lengua náhuatl Psalmodia cristiana y sermonario de los Sanctos del Año (1583). Su obra fundamental es Historia general de las cosas de Nueva España, recopilación en doce tomos de costumbres, mitos y leyendas aztecas. Lo más destacable de este tratado es el método de investigación empleado, precursor del que aun hoy aplican los etnólogos, ya que confeccionó un cuestionario previo, seleccionó a los informadores y recurrió a intérpretes nativos que escribían al dictado náhuatl. En su día, la Iglesia confiscó la obra al considerar que se oponía a la labor misionera.” WIKIPEDIA

 

 

BERGSON NO CREE EN LO QUE SE DICE


 

Hablar, hacer.

“Trátese de salvajes o de civilizados, si se quiere saber el fondo de lo que un hombre piensa, hay que tener en cuenta lo que hace y no lo que dice.”

Henry Bergson, Las dos fuentes de la moral y de la religión

Podemos tratar felizmente  cincuenta años con un vecino, familiar o compañero de trabajo, en tanto no se presente una situación de crisis, que es donde se distingue  el oro de la calcopirita.

Se conoce hasta el momento de actuar, no antes. Podemos leer en la Hemeroteca cien discursos de  políticos de todo el mundo, de lo que prometieron en tiempos de campaña, y compararlos con sus obras al término de su mandato…

Los juramentos de amor eterno, de cuando eran novios, no se parecen a los gritos frente al juez al momento de iniciar los trámites para el divorcio.

Está el recurso kantiano del a priori, por intuición, conocer antes de conocer. Pero hasta los que saben de esto suelen lamentarlo.

El eminente psiquiatra alemán W. Stekel (autor del libro  La mujer frígida), no logró ver lo suficientemente lejos como para salvar su primer matrimonio.

Y dicen los amigos de Sócrates (el gran conocedor de la pasta humana) que Jantipa, su esposa, era tan insoportable que mejor dialogaba  con Diotima, la filósofa.

“De lengua me como un plato”, es un dicho de los mexicanos, para referirse a la situación del puro hablar cuando todavía está por verse la actuación.

Bergson es reiterativo en esta idea: ver los hechos y tomar   las palabras como meras intenciones, pero no como algo fuera de duda.

El decir y el hacer es central en la Iglesia Católica con la Caridad, la más importantes  de las virtudes teologales.  Puedo pasarme la vida rezando rosarios y asintiendo a la celebración de la eucaristía todos los días del año, pero en tanto no lleve cabo la Caridad, mediante la cual amo a mi prójimo, todo queda en palabras y en meras intenciones.
 
La pauta para orientarse entre la jungla de habilidosos sofistas (yo mismo no sé cómo me portaré cuando llegue la situación de crisis) es que las acciones tengan moral con orientación hacia el bien.

“Hay muchas morales”, se oye decir. Por eso Bergson se anticipa: “Una actividad es tanto más moral cuanto más conforme es al bien”.

Dibujo tomado de El País 17/12/2017
Jesús sabía que Tomas, como prototipo de los escépticos del mundo, no iba a creer que él volvería después de morir en la cruz. Y, dicen los evangelistas, volvió.

Y aun ante la evidencia, falta pasar la realidad por el tamiz. En los deportes de competencia, así como en el profesional, sabido es por los medios, abundan los campeones de laboratorio, como se dice ahora al doping. 

El alpinismo no está exento de los súper escaladores químicos.

No está por demás escuchar una vez más a Bergson:

“Para saber lo que la inteligencia piensa implícitamente, basta mirar lo que hace”.

BERGSON
 Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HABLEMOS CLARO EN FILOSOFIA, CON J.WAHL


 

Un plato de bacalao, al día siguiente de la fiesta, sabe mejor. Si  lo comemos por varios días, siempre le encontraremos un mejor sabor.

Así es el libro de Wahl, Introducción a la filosofía.

No por el bacalao, sino porque el lector estaría cada vez más apto para apreciar  más finamente el contenido.

Su obra contempla valores absolutos y valores relativos, los primeros para todos y los segundos para unos individuos y para otros no.

Entre otras cuestiones dice que ninguna revolución cultural sale de la nada, siempre   sale  de una tradición.

Queda el modo de hablar iconoclasta pero la realidad es que los revolucionarios de ayer se volvieron conservadores cuidando lo conquistado.

Si desconoce la tradición filosófica, y se arroja al ruedo escribiendo líricamente, por decirlo de algún modo, lo más probable  es que esté  subiendo una escalera cuyos peldaños ya están desgastados de tanta gente que ha subido por ellos:

“Hay una tradición  filosófica, y si uno no conoce esta tradición, no puede entender la revolución.

Es seguro que nos recordará el panfleto de algún partido político envuelto en huevo filosófico.

No hay progreso alguno en filosofía, dice Wahl.

De pronto  esto suena  de lo más extraño: “En un sentido, al menos, no hay ningún progreso”.

En teología todo está hecho y sólo hay que vivir la  letra. Es un imperativo categórico que hay que cumplir sino se quiere parar en el infierno.

Pero en filosofía hay tantos modos de pensar (afortunadamente) como individuos e individuas hay en el planeta.

Un arquitecto podría sacarnos del atolladero diciendo, una casa será siempre una casa, pero hay por lo menos cien maneras de hacer esa casa.

En alpinismo es más fácil encontrar la salida: una montaña tiene en potencia cien vías para escalarla.

Luego de esto se nos facilita entender a Wahl cuando  les dice a europeos, y a norteamericanos, que “son herederos de una cultura muy vieja que comienza en filosofía con Tales y Anaximandro pues los problemas filosóficos no pueden separarse de su fondo histórico.”

Una vez que ha dejado asentado la necesidad de conocer la tradición filosófica, escribe:


Dibujo tomado de El País,14/10/2017
“Platón no será jamás sobrepasado. Pero hay cambios de  perspectiva, maneras particulares de ver en el fondo de los problemas eternos en un momento dado, y hay una especie de movimiento.”

Ese es el trasfondo de la obra de Wahl, la libertad para que cada uno diga su parecer. Si dice opiniones o conceptos, nadie tiene autoridad para reprochárselo. Es la medida de sí mismo.

Hace mención que los filósofos escriben para los filósofos. ¿Y a los hombres de banqueta, ayunos de todas luces, que nos trague la televisión vacua, o la prensa comercial?

 Ese modo de decir de los filósofos se ha complicado en ocasiones porque así lo requiere el punto  tratado y en otras veces para, como dice el impopular Schopenhauer, para esconder la incapacidad de filósofo.

Por eso clama Wahl por volver a lo sencillo en la exposición.

 “Podemos decir, por ejemplo que los filósofos griegos vieron los problemas con una simplicidad y una especie de ingenuidad a la cual es siempre refrigerante volver.”

Pero Wahl no suelta la rienda y arréglesela como puedan lo que, en el inmenso mundo de las maneras filosóficas, equivale a quedar disuelto en un eclecticismo sin ton ni son. En otras palabras, con el GPS satelital descompuesto.

Por eso al principio de su obra traza un bosquejo para luego ir detallando: “en Descartes hay una audacia que se ha igualado raramente, y que Kant ha sopesado los problemas más escrupulosamente que nadie.”

Wal es partidario de la idea que leyendo  y, mejor, estudiando,  un buen sistema filosófico, se conoce toda la filosofía, porque en ese sistema encontraremos los diversos modos de pensar que han tenido lugar en el mundo de las ideas.

Pero no quiso ser tan rígido y mencionó dos o tres autores. “Platón, Descartes y Kant-y quizá pudiéramos agregar Hegel- se alzan como los hitos probablemente más importantes de la historia entera de la filosofía.”

Este mundo tan polarizado ya casi no conoce espíritus  abiertos como Wahl, capaces de arropar a los “contrarios” del pensamiento filosófico. Bien mirado, no hay "contrarios", sólo "complementarios". Si hay un arriba es que hay un debajo, etc.

 Valores absolutos, entiéndase, sin negar los valores relativos. Porque hay sofismas muy ingeniosos, al parecer universales,  que buscan cercenar la libertad de pensamiento y actuar de los otros.

Este pensador marsellés no conoce la disyuntiva entre tradición y Heterodoxia. Lejos del pensamiento sectario escribe:

“El paso de nuestro espíritu por las grandes filosofías nos traerá siempre una ganancia inestimable. Debemos familiarizarnos con ellas y atesorarlas en nuestra memoria. No debemos olvidarlas. Ni siquiera Platón está lejos de algunas teorías muy modernas, como se ha demostrado recientemente más de una vez”
WAHL

“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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