H.NOHL, PARA ESCRIBIR NOVELAS


 

Hedonismo de barriada llenan las cuartillas para que, por ahí, en unos renglones, resalten los valores esenciales. Así se escribía antes.

Es una  técnica literaria que se utilizó mucho en la novela. El idiota, de Dostoievski, Un  tranvía llamado deseo, de Tennessee William.

 Conductas vulgares y groseras que envían al manicomio al que se atreve hablar diferente a ellos.

"No todos encajamos en este mundo-le dijo el detective River, de la serie policiaca, a su psiquiatra-En este mundo nadie puede ser diferente o extraño o problemático. O te encierran".

Blance DuBois, de Un tranvía,  quería que la gente leyera de los clásicos y, los del barrio, acabaron llamando para que le pusieran la camisa de fuerza y la llevaran al manicomio.

 “Podríamos creer que se trata del contraste   entre optimismo y pesimismo, tal como se discute en la mayoría  de los libros de ética, es decir, de la teoría según la cual  predominan en el mundo las alegrías, o las penas.” 

Herman Nohl, Introducción a la ética.

No sabemos si se puede decir que esa reacción es  connatural al hombre. Claudio( escribió numerosos libros sobre la vida de los etruscos) sabía que la única manera de que no lo mataran, porque lo consideraban el sucesor de Calígula, para el trono de Roma, era hacerse pasar por tonto. ¡Y lo logró! En cambio a Germánico, el gran guerrero y merecedor con méritos sobrados para ser nombrado emperador, nunca llegó a tal, lo fueron envenenando lentamente en los alimentos.

Apartarse de la “técnica bipolar” y llevar los personajes felices, en un ambiente normal (la media social) y lleno de sol, es condenar la nota periodística, o la novela, a no ser publicada.
 Bukowski

“Mejor escriba qué tipo de zapatos usa Melania Trump” eso es lo que venden los escaparates de las librerías. O los libros del sexenio que sacan los trapitos al sol de los posibles presidenciables. ¡Esa es literatura caliente!

Está muy arraigada la vieja técnica de los personajes bipolares. En un  párrafo felices y en el siguiente desgraciados. Canguro, de D.H.Lawrence, Hambre, de Hamsun Kunt…

Enrique Jardiel Poncela  dosifica el pesimismo con el utilitarismo y el humorismo. El secreto de Bowkouski es que  alterna lo vulgar con lo poético y lo filosófico.

El suspenso de la  técnica de la novela policiaca es a base de dar al lector una serie de pistas falsas y al final resolver felizmente el embrollo.

Seguramente estos novelistas aprendieron la técnica de Dios. Llegaremos al final feliz pero antes vamos para acá y para allá entre el laberinto de pistas    que en su momento nos parecen definitorias.

Es una propedéutica inhumana para llegar a ser humanos. De manera  despiadada Jesús llega a decirle “Satanás” al  discípulo que él ha escogido como primer vicario de su Iglesia.

Así como el espíritu de la calle tiene sus altas y sus bajas, más bajas que  altas, a la intelectualidad no le va de distinta manera.

Se habla y se escribe como se es. No de otra manera. Ni siquiera Dios puede ser distinto de como es, dejaría de ser Dios. Con mayor razón los primates que aspiramos a ser  humanos. 

Nohl: “El contenido no puede estar sin la forma. Un algo interior que se exterioriza: he aquí nuestra vida,”

Mucho de lo que se escribe en las novelas es tratar, en nombre de la libertad personal, de eludir este determinismo de la ciencia, que en nada se diferencia del determinismo teológico.

Las novelas que gustan a los trabajadores (las que más venden las librerías no son sólo calientes sino incendiarias) son las que contrastan, fuertemente, la miseria del proletariado con la opulencia de la burguesía. La madre, de Gorki. O el referente moderno, en la literatura de este género, La noche quedó atrás  (Fuera de la noche), de Jean Valtin.

Los filósofos también tienen lo suyo, si bien con una técnica, o modo de decir, muy especializado. Nietzsche se sirve de los imperativos categóricos para sacudir la inercia de la sociedad.

"Un papel que hay que estar descifrando casi una semana, porque casi todo son signos y jeroglíficos", le dijo Tom Sawyer a Huck Finn. 

Las abstracciones en filosofía (el equivalente a las  sectas religiosas o a las sectas literarias), son festejadas por sus seguidores pero, aunque consideradas clásicas, no alcanzan al público de cultura universal.

Todos, sea la nota periodística, la novela o la obra de filosofía, van diciendo su verdad, publicando  que es la verdad.

Alguno, como Faulkner, se desatiende de esos altibajos. Sus personajes  neuróticos son neuróticos, por sí, pero no llevados a ese estado por técnica literaria.

Nohl nos recuerda a  Epicteto, a Séneca, a Marco Aurelio y a  tantos otros que nos dicen que no hay por qué dar tantos brincos estando el suelo tan parejo. Una manera antigua  de decir lo que ahora se conoce como estrés, ansiedad y demás fantasmas que inventamos (sobre todo en las noches de insomnio) con tintes de absoluta realidad.

Tenemos un poco de todo y, de ese poco del  todo,  los novelistas hacen una abstracción y lo ponen como un todo.
 

“Todas esas cosas que nos alegran  o atormentan no son lo último, sino solo momentos pasajeros; de que el instante al que atribuimos tanto valor, no pasa de ser una nada frente al infinito de donde llega y a donde va.
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Consideraciones más pragmáticas para escribir novelas pueden leerse en un artículo publicado en El País, del 30 de marzo del 2018,pagina 8 de su suplemento cultural Babelia. El autor es James Salter. De él hacemos  sólo tres citas:

" El primer párrafo  da la pauta de lo que será el resto del libro."

Al novelista le dice: "Eres el héroe de tu propia vida: te pareces sólo a ti, y a menudo es la base de una primera novela."

" La mayoría de las novelas son narrativas, o sea, lineales en la forma y fieles  a la cronología."
 

 
H.Nohl


“Hermann Nohl. (Berlín, 1879-Gotinga, 1960) Pedagogo y filósofo alemán. Fue discípulo de Dilthey y profesor en Gotinga. Editó los Escritos teológicos de juventud, de Hegel (1907), y es autor, entre otras obras, de Sócrates y la ética (1904), Introducción a la filosofía (1934), Antropología pedagógica (1938) e Introducción a la ética (1939).” WIKIPEDIA

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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